Extendido desde las Islas Canarias a las estribaciones del desierto oeste en Egipto, el pueblo Amazigh o Imazighen (bereber) celebra hoy el año nuevo o Yennayer, una fiesta ancestral que apela a la abundancia y representa la comunión del “hombre libre” (significado de la palabra amazigh) con la naturaleza, con su riqueza y su generosidad.
Fue en la década de los sesenta del pasado siglo cuando la academia del pueblo amazigh, establecida en París, decidió recuperar esta tradición y seguir contando los años a partir de la ascensión al poder en el Antiguo Egipto del faraón Shoshenq I, nacido en las tierras próximas al oasis de Siwa, el lugar más al oriente del norte de África en el que se conserva esta cultura.
Shoshenq I, fundador de la XXII dinastía, había destronado a Ramsés II en Iwa y fundado la nueva capital en la ciudad de Tanis en el Delta del Nilo. Su entronización, que los egiptólogos sitúan en un 12 de enero, señala desde entonces el Yennayer, considerada una fiesta pagana.
Basado en el calendario Juliano, que marcaba el ritmo de las estaciones antes de la adopción del actual calendario Gregoriano, el primer día bereber marca también el inicio de las llamadas “Noches negras”, 20 días considerados los más fríos del año; una tradición arraigada en decenas de leyendas y cuentos populares del norte de África que celebran miles de personas tanto en Marruecos, Argelia, Túnez, Libia y partes de Egipto como en Europa -especialmente en Francia, España y Bélgica- como en Estados Unidos y Canadá, países de acogida de la amplia diáspora que ha optado por la migración.
Fiesta nacional en Argelia
Pero es Argelia donde la entrada del año 2791 del calendario imazighen se celebra con mayor fasto, no solo porque acoge la población bereber más diversa y numerosa sino porque tras años de dificultades y lucha logró que fuera reconocida como fiesta nacional.
Fue en 2018 cuando el régimen militar aceptó incluirlo en el calendario y reconocer así la lengua, la cultura y la identidad amazigh que siempre han defendido y conservado sus pueblos: cabiles en el noreste, chaouis en el sureste, mozabitas en el centro, tuaregs en el extremo sur, Beni Snous en el oeste, Chenouis, en el noroeste y los habitantes de Ouarsenis (Banou Ifren y Maghraouas).
La fiesta del Yennayer es familiar, suele prolongarse tres días y tiene un marcado carácter gastronómico, en el que las mujeres marcan el ritmo.
El plato principal es el cuscús, una receta tradicional bereber a base de sémola de trigo que la UNESCO incluyó hace apenas unas semanas en la lista de Patrimonio Inmaterial de la Humanidad.
En el primer día del año se prepara con salsa roja y pollo ya que, según la leyenda, las tropas del faraón Shosheng degollaron decenas de gallinas y las lanzaron al Nilo, que se tiñó de rojo, para celebrar su victoria sobre las huestes enemigas.
A base de sémola y semolina también se cocina la tamina (un dulce) y se celebra el rito del “trez”, en el que los hijos menores se sientan dentro de un plato grande y se les vierte sobre la cabeza una torrente que mezcla dulces de todo tipo, chocolate y nueces para atraer un año próspero.
El carácter mágico de la celebración hace que igualmente sea elegido para anunciar casamientos, practicar las circuncisiones e incluso realizar el primer corte de pelo a los pequeños.
'Yennayer' y coronavirus
El Yennayer tendrá, sin embargo, este año un sabor un poco más amargo por la aparición del coronavirus, que ha golpeado con fuerza el norte de África y en particular Argelia.
Restringidas las reuniones multitudinarias, el gran acto tendrá lugar mañana en la plaza de Tizi Ouzu, capital de la Cabilia, donde la Asamblea Popular local (APW) colocará una estatua de 4,4 metros del faraón realizada por dos artistas de la región.
“Para proteger la salud de todos, las fiestas se organizan en estricto cumplimiento de las medidas de seguridad, en particular el uso de mascarillas y el distanciamiento”, advirtió.
Con mascarillas igualmente, también celebraron este martes el Yennayer muchos alumnos en el centro de Argel, ataviados con los vestidos tradicionales a la entrada de las escuelas.
“Siempre es estupendo celebrar este tipo de evento cada año con nuestra maestra que nos ha hablado de la importancia de reunirse con nuestra familia alrededor de un plato de cuscús caliente”, dijo a Efe Manel una niña de primaria que fue a clase con su vestido cabil rojo, acompañada con su hermano, asimismo engalanado con un traje tradicional.