Las tortugas marinas de todo el mundo están amenazadas por los desechos plásticos marinos, y ahora se sabe el porqué de esa atracción mortal: confunden el olor del plástico con el alimento.
“Descubrimos que las tortugas bobas responden a los olores de los plásticos incrustados de materia orgánica de la misma manera que responden a los olores alimentarios, lo que sugiere que las tortugas pueden ser atraídas a los desechos plásticos no solo por su aspecto, sino por su olor”, explica Joseph Pfaller de la Universidad de Florida, Gainesville, que publica resultados en Current Biology.
“Esta 'trampa olfativa' podría ayudar a explicar por qué las tortugas marinas ingieren y se enredan en el plástico con tanta frecuencia”, añade.
La bioincrustación se refiere a la acumulación de microbios, algas, plantas y pequeños animales en superficies húmedas, que ocurre con los plásticos en el océano.
Durante mucho tiempo se pensó que las tortugas marinas ven plásticos y los confunden visualmente con presas, como las medusas. Pero Pfaller y sus colegas se dieron cuenta de que se sabía poco sobre los mecanismos sensoriales que podrían atraer a las tortugas marinas al plástico.
Además, el coautor del estudio, Matt Savoca, de la Estación Marina Hopkins de la Universidad de Stanford, había demostrado que los odorantes en el aire utilizados por los depredadores marinos para localizar buenos lugares para encontrar alimentos también emanan de desechos plásticos acondicionados o biocontaminados. Entonces, preguntaron, ¿qué podría significar eso para las tortugas marinas?
Para averiguarlo, reclutaron 15 tortugas bobas criadas en cautiverio. Añadieron una serie de odorantes en el aire a través de una tubería en una arena experimental y registraron sus reacciones en video. Los olores que probaron incluyeron agua desionizada y plástico limpio como controles junto con la comida de la tortuga, que contiene harina de pescado y camarones y plástico bioincrustado.
Los estudios de comportamiento encontraron que las tortugas marinas respondieron al plástico de la misma manera que respondieron a su comida. “Nos sorprendió que las tortugas respondieran a los olores del plástico bioincrustado con la misma intensidad que su comida”, admite Pfaller.
“Esperábamos que respondieran a ambos en mayor medida que los tratamientos de control, pero las tortugas conocen el olor de su comida ya que la han estado oliendo y comiendo en cautiverio durante 5 meses. Esperaba que sus respuestas a la comida fueran más fuertes”, añade.
Considera que aun se necesitan estudios futuros para comprender mejor qué productos químicos fueron emitidos por los plásticos para despertar el interés de las tortugas y cómo los odorantes a base de agua podrían entrar en juego. Pero los nuevos hallazgos muestran que los plásticos de todo tipo presentarán problemas para las tortugas marinas y otros animales marinos.
“El problema del plástico en el océano es más complejo que las bolsas de plástico que parecen medusas o las pajitas errantes atrapadas en la nariz de una tortuga”, advierte Pfaller.
“Estas son piezas importantes y problemáticas para el rompecabezas, y todos los plásticos representan un peligro para las tortugas”, concluye.