Espacio de opinión de Canarias Ahora
La falacia de la resignación energética

Hace unos días, el consejero de Industria del Cabildo de Tenerife nos regaló una perla para el debate energético: “Canarias no estará preparada para ser 100% renovable hasta dentro de 40 o 50 años”. Nada menos. Medio siglo. Así, sin despeinarse.
Y claro, al escuchar semejante previsión, uno se pregunta si el objetivo es lograr la transición energética… o disecarla.
Porque sí, es cierto que hablar de almacenamiento energético, de intermitencia o de estabilidad del sistema da cierto empaque técnico al argumento. Pero no nos engañemos: presentar un plazo de 50 años como si fuera una conclusión inevitable de los modelos eléctricos, en lugar de una coartada institucional para seguir sin moverse demasiado, raya lo cómico.
La historia energética de Canarias en los últimos 20 años podría resumirse como un despliegue coreografiado de buenas intenciones, seguidas por una pausa, una comisión, otra pausa, una revisión técnica, una nueva ley, una mesa sectorial... y vuelta a empezar.
Y ahora, en lugar de aceptar que el problema es político y administrativo —que lo es—, se nos dice que lo que falta es “tiempo”. Medio siglo, concretamente. Como si estuviéramos esperando que maduren los mangos de la innovación, o que la eólica marina florezca por generación espontánea.
Mientras tanto, territorios como Madeira, Hawái o incluso El Hierro —con todas sus limitaciones— demuestran que con voluntad, planificación y tecnología disponible, se puede avanzar de forma tangible y ambiciosa hacia un sistema más limpio y autónomo. Pero nosotros, tranquilos, que tenemos hasta 2070.
Otro clásico del argumentario inmovilista es culpar a la tecnología. “No tenemos aún capacidad suficiente de almacenamiento”, se repite como si habláramos de ciencia ficción. Sin embargo, los sistemas de baterías, las centrales hidroeléctricas reversibles y el hidrógeno verde ya no son prototipos: son soluciones comerciales, funcionales y, en muchos casos, ya implementadas en otras islas del mundo.
La central de Gorona del Viento no es perfecta, pero existe. Y es un ejemplo. ¿Cuánto tiempo más vamos a seguir usándola como “excepción exótica” en lugar de como punto de partida?
Seamos serios: la tecnología no es la barrera. El problema no es que no podamos. Es que no queremos lo suficiente como para incomodarnos. Lo que falta es planificación, voluntad y, sí, valentía política. Porque transitar de un modelo fósil a uno renovable implica tocar intereses. Y ahí es donde se nos acaban las prisas.
Mientras dejamos que pasen las décadas, seguimos importando petróleo como si fuera agua bendita, a precio de mercado internacional y con cargo al bolsillo de los contribuyentes. Cada subida del crudo se traduce en más coste energético, más dependencia y más emisiones. Pero eso sí: luego organizamos congresos climáticos y hablamos de “neutralidad de carbono” como si estuviéramos en Oslo.
Todo esto ocurre en un archipiélago que disfruta de más de 2.800 horas de sol al año, un potencial eólico extraordinario, posibilidad de bombeo reversible en varias islas, y un sistema eléctrico compacto y manejable. Vamos, el escenario perfecto para liderar la transición energética… si no fuera porque aún estamos esperando el permiso, el informe técnico o el estudio de impacto que permita empezar algo más que una nota de prensa.
Plantear la descarbonización de Canarias en 2070 no es solo poco ambicioso: es un insulto al sentido común y a la urgencia climática. Es colocar el cambio en el terreno del “algún día” para evitar asumir compromisos hoy. Y lo más preocupante es que este tipo de discursos, al venir revestidos de “realismo”, gozan de cierta credibilidad pública.
Pero no nos confundamos: esto no es realismo, es derrotismo técnico-institucional. Y si no corregimos el rumbo, los 50 años que nos prometen no serán una exageración, sino una profecía autocumplida.
Las islas pueden ser 100% renovables mucho antes de 2070. Pero no será con discursos de espera, ni con titulares de resignación. Será con planificación, inversión pública y privada, participación ciudadana y, sobre todo, con el coraje político que, hasta ahora, ha brillado por su ausencia.
En el proceso de descarbonización son muy importantes las expectativas y el peso de Tenerife en el archipiélago hace que declaraciones sobre la transición energética como éstas por parte del Consejero de Industria de su Cabildo tengan especial trascendencia pues envía señales negativas a todos los agentes implicados en este proceso en Canarias. Invitamos a D. Manuel Fernández a rectificar sus declaraciones, su presencia en el cargo que ostenta no debiera ser un obstáculo para los desafíos de la transición energética en la que estamos inmersos.
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