EL OESTE GUANCHE DE TENERIFE / 2

Aripe, la cara y la cruz de la arqueología de Canarias

Luis Socorro

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Aripe es un lugar sobresaliente para la arqueología de Tenerife y de Canarias. Fue aquí, a principios de los años 80 del pasado siglo XX, donde se descubrieron los primeros grabados rupestres de la Isla. Enclavada en una colada volcánica, a 750 metros sobre el nivel del Atlántico, este aldea de nombre guanche atesora un legado indígena notable y también un amplio registro de manifestaciones etnográficas. Por todo ello, este caserío, junto al vecino Chirche, está declarado Bien de Interés Cultural (BIC). Desgraciadamente, sin embargo, ha sido protagonista de uno de los atentados más graves que ha sufrido la arqueología del Archipiélago: sus espectaculares grabados de figuras humanas han sido expoliados, robados a golpe de cincel para laminar la roca en la que los guanches esculpieron su memoria.

Aarón González, el guía que nos ha permitido descubrir la grandeza del patrimonio prehispánico de su municipio, Guía de Isora, hacía muchos años que no iba a los yacimientos rupestres de Aripe. “Me da una profunda tristeza, por eso no me gusta venir”, nos confesó el pasado viernes 8 de diciembre, el día que elegimos para visitar las manifestaciones rupestres del eje Isora-Aripe-Chirche. No le falta razón. El yacimiento está destrozado. Las figuras zoomorfas y la de una persona han desaparecido.

Los hermanos Romualdo y Melchor Perdomo Dorta fueron los descubridores oficiales de este tesoro arqueológico, ahora devastado. Ellos comunicaron el hallazgo a Luis Diego Cuscoy (Gerona 1907-Tenerife 1987), el padre de la arqueología de Tenerife. Ambos han fallecido. En busca de testimonios de familiares directos de los hermanos Perdomo, el hijo de Romualdo, también Romualdo como su padre, nos sorprende: “Fui yo, junto con mi amigo Enrique, quienes descubrimos los grabados”. Eran unos niños preadolescentes cuando una tarde –no recuerda exactamente en qué año-, “tras salir de la escuela, fuimos a unas huertas a por nísperos; subimos a unas rocas y vimos los grabados. Nada más verlos, supe que eran guanches”. 

Romualdo Manuel Perdomo Afonso no presume de su hallazgo. Es más, nos confiesa preocupado que “no quiero cambiar la historia”. La memoria de los hermanos Perdomo siempre permanecerá porque fueron ellos los que alertaron a los autoridades de tan importante hallazgo. “Lo primero que hice fue decírselo a mi padre”, cuenta a Canarias Ahora-elDiario.es. Fue tal el impacto que le produjo el encuentro con los grabados ancestrales “que soñaba con ellos”.

Mucho antes de encontrar por casualidad los famosos grabados de Aripe, el niño Romualdo creció con la inquietud de conocer la cultura de los guanches porque se la transmitió su padre y su tío Melchor. Junto con su papá y su tío, ha contado a este periódico este hombre de 58 años de profesión carpintero, salía con frecuencia “a buscar vestigios guanches; una vez nos encontramos los restos humanos de un guanche en una cueva del barranco de Himeche”, muy cerca de Guía de Isora, su pueblo natal.

Seis conjuntos de grabados

La primera descripción del yacimiento de Aripe, como se recoge en el libro Los guanches en Guía de Isora. Arqueología, territorio y sociedad, investigación impulsada por el ayuntamiento de este municipio del oeste de Tenerife y publicada en 2007, fue realizada por los historiadores Rodrigo Balbín y Antonio Tejera, en 1983, unos años después del descubrimiento.

Los arqueólogos documentaron “seis conjuntos de grabados. El primero de ellos está compuesto por tres lajas, la primera presenta dos figuras, una humana y otra zoomorfa. El resto de lo que aparece se limita a líneas más o menos anchas y profundas, en su mayor parte patinadas y cubiertas de líquenes. Las lajas que componen este grupo tienden a la verticalidad y su orientación hacia el este. El segundo conjunto es una laja de unos cuatro metros, casi horizontal y orientada de este a oeste, donde aparecen la mayor parte de las figuras humanas, aparte de un sinfín de cruciformes, uno de los cuales parece llevar un sudario colgado. El panel se divide a su vez en tres zonas y la mayor parte de las figuras presenta la misma pátina, con excepción de algunas cruces y grafitos de realización claramente moderna. Finalmente, el resto de conjuntos ofrecen figuras de constitución subgeométrica, cruciformes y rayadas, varios sin aparente organización específica y en lajas de pequeño tamaño, excepto uno en el que se ha grabado un cuadrúpedo con trazo muy fino y patinado medio”.

Las figuras humanas y zoomorfas han desaparecido. Una de ellas estaba en un panel junto a grabados lineales (ver la imagen bajo este párrafo). La mancha gris es la ubicación primigenia de la figura de un guanche. Ahora, fuera de contexto, estará, solitaria, en la casa de un depredador de la arqueología o en el salón de un comprador furtivo de arte rupestre.

“El problema de la descripción de Balbín y Tejera”, afirma el arqueólogo Javier Soler, uno de los coautores del citado trabajo sobre la arqueología de la comarca Isorana, “es que los grabados, cuando fuimos en 2005 a verlos, ya estaban destruidos en gran parte. Cuando se descubrieron, por la metodología de entonces, no se llegó a efectuar un levantamiento como los que se hacen ahora, así que no hay información de detalle. De ahí que tiráramos de esa descripción para caracterizarlos, pero nosotros ya no pudimos ver esos seis conjuntos”, lamenta Soler.

La investigación de referencia de la comarca Isorana, en la que participó Tejera junto a otros cuatro profesionales, sostiene que “las figuras que aparecen ataviadas con plumas en la cabeza, pies afilados, faldellines tachonados con pequeños orificios y empuñando objetos a modo de jabalinas, han sido emparentadas por sus investigadores con los grabados del Horizonte de los guerreros líbicos norteafricanos”. Esta hipótesis no se puede falsar porque las representaciones han sido expoliadas.

Con todo, hay un grabado espectacular, un friso de dimensiones notables con motivos geométricos. Lo podemos observar en la foto de portada de este reportaje y en la que está debajo de este párrafo. Se trata, nos explica Javier Soler, de una “estación de grabados rupestres compuesta por profundas incisiones geométricas en la que se alternan algunos motivos cruciformes”.

El eje Isora-Aripe-Chirche y la Montaña de Tejina y su entorno (ver capítulo 1º) son los dos conjuntos arqueológicos más importantes del oeste de Tenerife, pero en la comarca hay más enclaves, sobre todo cuevas funerarias pero también, aunque en menor medida, restos de antiguas cabañas. Aunque no se han encontrado yacimientos habitacionales entre Aripe y Chirche, “en función de las evidencias materiales que hay por toda la zona”, asevera Soler, “puede afirmarse que la zona estuvo ocupada en época aborigen”. Sin embargo, añade el experto, restos de cabañas que muestren un poblamiento estable a lo largo del tiempo, en esa zona, no hay“.

Dos vecinos de Aripe, en cambio, sí han encontrado pruebas de hábitat humano en sus propiedades. El profesor e investigador José María Mesa encontró, durante una reforma de la cocina de su vivienda, “varios niveles de ocupación y uso, desde cucharas de madera  hasta fragmentos de cerámica indígena”. Otra vecina del caserío halló “una pieza de cerámica cónica al reformar el patio de su casa”.

En otras zonas del municipio. Durante los tres días que estuvimos en el oeste de Tenerife, vimos vestigios de dos cabañas, pero arqueológicamente son muy pobres. No se pueden comparar con las estructuras habitacionales de los poblados de Gran Canaria, ni con las casas hondas de Fuerteventura y Lanzarote. No se ha excavado el conjunto de esos fondos de cabañas, pero sería interesante que el Cabildo impulsara una excavación de este y otros yacimientos de la comarca Isorona porque hay bastante material en superficie, sobre todo cerámico. El cómputo total de enclaves arqueológicos conocidos en el municipio alcanza los 36, según un inventario del Museo Arqueológico de Tenerife. 

Patrimonio etnográfico

Las manifestaciones del rico patrimonio etnográfica del lugar son notables. Son numerosas las eras, muy bien conservadas y de carácter radial la mayoría. También sobresalen –y sorprende por su proliferación- los hornos de tejas. El profesor José María Mesa Martín es el investigador de referencia de este tipo de patrimonio histórico en esta región de Tenerife.

La presencia de los hornos es un fenómeno único en las islas. “Es la mayor proliferación en tan poco espacio de Canarias”, declara a esta redacción Mesa Martín. La datación más antigua es del año 1536, cuando se construyó la primera iglesia de Guía de Isora y se colocaron tejas en su techumbre. Hay una sucesión de hornos, alineados entre Guía, Aripe y Chiche. Esta configuración se debe a que estos pueblos están al borde de una colada volcánica. “El malpaís no tiene tierra para hacer el barro que se necesita para moldear las tejas antes de introducirlas en el horno”. Sin embargo, por el eje geográfico que une a los tres lugares “corría el agua y se hacían pocetas para retenerla”. 

¿Se importaban tejas a otras comarcas de Tenerife? A los municipios del sur, sin duda que no. El investigador tiene la respuesta: “Históricamente siempre hemos estado vinculados al norte, principalmente con Garachico e Icod”. Con el sur, en cambio, “apenas había contacto porque entre Guía y Adeje hay una treintena de barrancos”. En el siglo XIX, cuando se empezaron a explotar los pinares, “la madera se trasladaba al sur a través del puerto de Playa San Juan”, explica José María Mesa.

La ubicación de las eras guarda similitud con los hornos, ya que están construidas al borde del malpaís, junto a donde empiezan las tierras de cultivos. La proliferación de las eras y de los hornos se debe a lo escarpado y, sobre todo, al gran desnivel entre las aldeas, morfología que caracteriza prácticamente a toda la Isla, excepto en los valles del sur, principalmente en Arona. Entre Guía y Chirche sólo hay tres kilómetros de distancia, pero la diferencia de altura es de casi 400 metros.

Las eras son muy hermosas y todas conservan prácticamente intacto su piso de lajas; muchas de éstas se extraían de los morros próximos a los grabados. Mesa afirma que “la destrucción de los yacimientos empezó en el siglo XVI, porque hemos documentado una era de ese siglo y parte de su pavimento tiene restos de grabados”. Lo que aconteció hace cinco siglos fue una necesidad salpicada de ignorancia. Lo que ocurrió hace tan solo unas décadas fue una acción delictiva, lamentablemente sin castigo. Aripe, la cara y la cruz de la arqueología de Canarias.