Orchilla, la cotizada púrpura de Canarias

Luis Fernando Lorenzo Mata

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El hombre aplicó para colorear objetos aquellos productos que la naturaleza podía proporcionarle como materia colorante. Los pueblos más antiguos, como los de la India, Persia y China, practicaron con maestría el arte de la tintorería, sirviéndose de colorantes, del índigo, rubia, catecú, diversas o cochinillas.

Los fenicios conocieron de otras culturas técnicas y productos que transportaron con celo extremo a lugares que hoy todavía desconocemos, logrando, al extremo de la maestría, el arte, métodos y procedimientos de la tintura, La Púrpura de Tiro: “El manto teñido de púrpura de Ptolomeo, hijo de Juba II, que vestía al entrar al anfiteatro, que atrajo las miradas de todos los espectadores, fue la causa de que Calígula lo sentenciara a muerte (Suet. Vita Cal. XXXV. 1) en el año 40”.

Para distinguir, la moda del poder tiene que ser absolutamente exclusiva, mejor cuanto mayor sea su coste, cuan más difícil su acceso, más remota su localización y más secreta su producción.

Homero, Herodoto, Plinio y Estrabón hablan del estado de la industria tintórea entre los antiguos egipcios, griegos y romanos, y ponderan sus telas teñidas con bellísimos colores. Los tejidos egipcios se conservan en las dinastías anteriores a la era cristiana.

Los monarcas judíos también vestían trajes purpúreos de lujo. Flavio Josefo, en el Siglo I, Antigüedades (8.185), describe a los caballeros de Salomón con cabellos largos vistiendo túnicas teñidas de púrpura tiria. En el mundo helenístico, la púrpura era altamente cotizada. En Anthedón se extraía la púrpura, que se exportaban a Eubea.

La Isla de Delos era el principal centro de encuentro de los mercaderes, procedentes de las ciudades de Fenicia y de Palestina. Se conocen pruebas de la presencia en la isla de Sabeos, Mineos, de Petra y de Bactriana. La isla se convirtió en una casa de contratación para los productos que llegaban a Siria, llevados por las caravanas procedentes de India, de Bactriana, de Arabia y hasta quizá de China. Uno de los productos con el que se comerciaba era la púrpura.

El geógrafo griego Estrabón, que vivió a caballo entre el siglo I a.C. y el I d.C. (XVI,2,23) menciona la industria de la púrpura de Tiro, que se había mantenido floreciente durante muchos siglos. En las vidas escritas por Plutarco (46-120) sobre personajes que desempeñaron un papel importante en la política y en el ejército cabe entresacar datos sobre vestidos coloreados de púrpura, lo que indica que eran de valor estas prendas y señal de distinción.

Plutarco, en su Vida de Eumenes (14.4), en 318 a.C., describe al ejército de Antígonos donde los elefantes transportaban torres y llevaban guarniciones teñidas de púrpura. Esta noticia indica que la púrpura se utilizaba como colorante no sólo de paños. El mismo autor, en la Vida de Arato (53.4-5), describe que Arato ofrecía un sacrificio a Zeus salvador, con la cabeza cubierta con un gorro no blanco inmaculado, sino blanco y púrpura. 

Por su parte, los romanos establecieron distintos métodos de tintura con los que crearon muchos colores; emplearon la rubia en forma de lacas, conocieron el pastel y el índigo y usaban la púrpura extraída de varias especies de animales.

Viajar a Canarias

A finales de la República Romana no había problema mayor para llegar a las islas Canarias desde Cádiz. Partiendo de esta ciudad, Eudoxos intentó circunnavegar África en tiempos de Evergetes II (146-108 a.C.) y cuando los pescadores pescaban a lo largo de la costa del actual Marruecos hasta Agadir (Str. IL3.4).

De sobra es conocido el descubrimiento en 2012 de un taller de purpura de época romana en la costa de la Isla de Lobos –norte de Fuerteventura- , junto al  Puerto de la Orchilla.

Desde que el hombre comenzó a navegar, nunca existió ninguna dificultad para llegar a las Islas Canarias en una singladura desde el norte o hacia el norte, al menos hasta el Cabo Juby (Tarfaya), a partir del cual cambia el régimen de los vientos y corrientes, debido al Anticiclón de las Azores, pero hasta este punto, los Alisios son constantes por la mura o de través, sin perder de vista la Estrella Fenicia (La Polar).

“Todo ello convierte el retorno en gran cabotaje por esta costa, si no en imposible, sí muy penoso, larguísimo y arriesgado. Mederos y Escribano (2002: 59) citan el caso conocido de la expedición de 1291 de los genoveses Ugolino y Vadino Vivaldi que, navegando con las carabelas San Antonio y Alegranza, una vez sobrepasado el cabo Jubi, jamás pudieron regresar”.

“El viaje allá es fácil y corto, y comparativamente sin costos; y como las islas todas, especialmente las Islas Canarias, tienen un clima más saludable que ninguna, y no poseen animales peligrosos, pues todo el largo periodo que Bethencourt y sus ocupantes permanecieron allí, ninguno sufrió enfermedad, lo que les sorprendió grandemente”, escribió Pirre Bontier and Jean Le Verrier.

Trataremos el tema sobre aquellos productos que atrajeron la atención de los antiguos navegantes sin reproducir las diversas teorías, más o menos contrastadas  con metodología científica, sobre el entorno histórico de las Islas Canarias desde la antigüedad.

Será suficiente referirnos brevemente a una de las principales razones que atrajeron desde la etapa más antigua de nuestra historia a aquellas civilizaciones capaces de romper los límites del Non Plus Ultra, de forma intencionada, con una finalidad  proyectada y conocimiento certero del medio físico y climático.

No fue el desconocimiento o el olvido una circunstancia que provocase el relego histórico de etapas de aislamiento secular, aunque se ha venido llamando al retorno de nuevos y viejos visitantes como “el redescubrimiento de las Canarias”, pues lo  probado es que han sido las interpretaciones históricas de algunos “estudiosos” lo que ha provocado el deterioro, olvido y desfiguración de la presencia de civilizaciones, acontecimientos y actividades que hoy no nos permiten interpretar lo sucedido; o peor, las malinterpretamos para desdicha de la historia y en ocasiones para ciudadanos ajenos a las manipulaciones e interpretaciones de la historia interesada.

Actividades de trascendente valor histórico han quedado olvidadas debido al interés particular de copiar o transcribir documentos históricos por aquellos que por diversas razones han estado estrechamente ligados a la escasa documentación que se ha conservado, añadiendo a estos algunas anotaciones que han confundido aún más la posible veracidad de dichos documentos.

Podemos constatar que cuando los normandos inician la conquista de Canarias, comenzando por Lanzarote y Fuerteventura, algunos puertos ya estaban, con perdón, FULL: “Bertín, tan pronto como Gadifer y los más arriba indicados habían pasado a la isla de Lobos, se había marchado con algunos de sus cómplices a un puerto llamado isla Graciosa, donde había llegado la nave Tajamar. Entonces rogaron al maestre de la nave Morella, llamado Francisco Calvo, que viniese con ellos a la nave Tajamar; los cuales pasaron todos juntos, con dos escuderos de Gadifer que estaban allí”. 

En el caso que nos ocupa, como los lectores ya habrán podido adivinar, se trata de la actividad más lucrativa y  más prolongada de la historia de Canarias, y seguramente la que ocasionó los primeros contactos de las más avanzadas civilizaciones de la historia antigua con nuestras islas.

La orchilla, la Púrpura Canaria

Entre los tintoreros célebres de Génova, merece citarse a Paolo de Novi, que fue dux de la República Genovesa en 1507. En la Biblioteca Nacional de Florencia se encuentran manuscritos de principios del siglo XIV en los que figuran recetas para la tintura, y en ellas se habla de la rubia, del pastel, del quermes y otras sustancias tintóreas parecidas. En dicha época, el tintorero florentino Oricellari descubrió la orchilla, con la que se obtenían tonos violáceos. Fue tanta la fama que por ello ganó Florencia, que la República florentina le otorgó un título de nobleza.

El proceso seguido para la creación de este apellido sería como sigue: allá por el año 1300 un comerciante florentino llamado Federigo tuvo oportunidad de aprender en el Próximo Oriente el sistema de extracción del colorante de la orchilla, industria entonces desconocida en su país, conocimiento que el tal Federigo trasmitió luego a sus hijos. A causa del ejercicio de esta actividad artesanal la familia recibió en un principio el nombre de los Oricellai. Que en italiano quería decir los “orchilleros” mote que terminó por adquirir naturaleza patronímica, correspondiéndose con el paso del tiempo mediante un particular fenómeno de transposición nominal propio de aquella lengua en Rucellai, de donde surgió finalmente el nombre botánico de Roccella.

El nombre común ‘orchilla’ proviene, según los más acreditados etimólogos, del mozárabe orchella. Que es palabra, dicen, del mismo origen incierto que el portugués “orcela” o “urcela”, el catalán “orcella” y el italiano “oricello”. En cuanto al nombre científico se piensa en el componente genérico Rucellai, apellido de una familia florentina que se dedicó a la industria tintorera utilizando como materia prima la orchilla. 

Otra propuesta etimológica, que parece gozar de menos credibilidad, es la que lo hace proceder de ‘roca’ por ser en ellas donde estas plantas crecen.

Tan apreciados eran los tintes de moda, los colorantes para las obras de arte, para la distinción social…, y tan celosamente guardados los secretos de su confección, que no es de extrañar que en esta misma época los puertos más importantes de Europa, quizá por casualidad o por proximidad a los centros industriales de tejidos, puedan recibir el nombre como el de “La Rochela”, sea de Roccela, o de Roquita, el puerto normando era importante por su tránsito de sal, azúcar, vino y rochela, situado a cierta distancia del centro industrial de Grainville La Teinturiere, lugar de nacimiento y propiedad de Juan de Bethencourt, que desde el Puerto de La Rochella tomó la salida directa hacia la principal razón de su conquista. 

¿Entonces, qué vinieron a buscar en nuestras Islas romanos, mallorquines, genoveses y venecianos? La respuesta es evidente, los atrajo otro elemento productor del tinte púrpura: La Orchilla.

Entre los diferentes productos tintóreos utilizados en la Baja Edad Media, la orchilla fue uno de los líquenes que atrajo la atención de los comerciantes europeos, sobre todo a partir de la reapertura de la ruta oceánica y, por tanto, aún antes de la conquista de las Islas Canarias, siendo la primera planta espontánea explotada en régimen de monopolio poco tiempo después del descubrimiento de las Islas. 

Disipada la nebulosa temporal que hizo desaparecer del mapa las Canarias durante siglos, en la Baja Edad Media, según “los Estudiosos”, éstas son “redescubiertas” por lo europeos, quedando constancia del establecimiento de un primitivo comercio entre éstos y los aborígenes de Fuerteventura, los majos, que aprendieron a entregar orchilla a cambio de baratijas, consiguiendo que fuera adquiriendo fama en Europa por su alta calidad.

 Tanto es así que para muchos eruditos uno de los motivos principales que movió a Jean de Bethencourt a conquistar Canarias habría sido controlar el comercio de la orchilla, dado que el normando era dueño feudatario de Grainville la Teinturiére, donde poseía numerosas fábricas dedicadas a la industria tintórea. Jean de Bethencourt justificó así las futuras incursiones y la conquista de Fuerteventura. “Y crece también en esta isla (Fuerteventura) una grana que vale mucho, que se llama orchilla; sirve para teñir paños u otras cosas y es la mejor grana de aquella grana que se pueda encontrar en cualquier país, por su condición, y si un día la isla es conquistada y puesta a la fe cristiana, aquella grana será de mucho provecho al señor del país”. 

Una de las primera medidas que toma tras la conquista es reservarse en exclusiva el derecho de la obtención y de su comercio, tal y como se cita en Le Canarien, crónica de la conquista escrita a partir de los manuscritos originales de dos monjes franciscanos acompañantes del conquistador, Jean le Verrier y Pierre Boutier: “En lo que respecta a la orchilla que nadie ose venderla sin el permiso del rey y señor del país”.

No se quedaron atrás ni los Reyes Católicos que monopolizaron su negocio en las Islas realengas, ni tanto menos la Iglesia que exigió mediante bula Apostólica de Eugenio IV, en el año 1431, el diezmo, convirtiendo la orchilla en frecuente asunto a dirimir en los tribunales de justicia. Los Reyes Católicos, para no perder su oportunidad económica, hicieron lo mismo tras la conquista de Tenerife y reservaron para la Corona la gestión del mercado productor de orchilla.

El monopolio real o señorial, en su caso, no se aplicó exclusivamente en Canarias sino también en la costa africana, como se observa en la carta dirigida a los concejos y asistentes de Sevilla y las ciudades del obispado de Cádiz, al gobernador de las islas de Canarias, entre otros: “Sepades que Nos avemos sabido que en la tierra de África que es de nuestra conquista, es hallada cierta urchilla, e que algunas personas osan, a que sin tener para ello nuestra licencia ni mandado, han ido a coger e han cogido alguna de la dicha orchilla... queremos que ninguno ni algunas personas no se entrometan de ir ni enviar a coger ni a sacar ni traer la dicha urchilla, salvo la persona o personas que Nos mandaremos...”.

La orchilla estuvo sujeta al mismo tiempo a la renta real y específica de su nombre, al almojarifazgo en su exportación, al diezmo eclesiástico, a las tercias reales en las islas realengas, al haber del peso y al cobro de arriendo, y derechos de quintos en las islas de señorío y  fue, por tanto, un producto ampliamente gravado, una fuente de ingresos para la Corona y los concejos (haber del peso), si bien la cuantía de su recaudación fue siempre modesta en relación con la renta real principal en el Archipiélago: el almojarifazgo (impuesto aduanero).

Prueba de que esto debió ser así es que una de las primeras medidas que este personaje tomó fue la de reservarse para su exclusivo provecho la orchilla que se producía en las islas por él conquistadas. Así en Le Canarien, crónica que describe la ocupación de estas islas por los franceses, puede leerse: “En lo que respecta a la orchilla que nadie ose venderla sin el permiso del rey y señor del país. Es una grana que le puede producir grandes ganancias”. “... No satisfechos con la orchilla que obtenían en las islas sojuzgadas vemos cómo sus señores feudales intentaron entablar pactos ventajosos con los reyezuelos guanches de las islas aún no conquistadas, con el objeto de disponer del liquen que en ellas se producía”.

Las referencias a las islas Purpurarias son recogidas por varios autores como Marcos Martínez o Enrique González Gravioto refiriendo a Plinio. Por su parte, Fernández Armesto señala que los habitantes de las Canarias, antes de su conquista, usaban este colorante con las pintaderas para decorar la piel.. 

La extracción de la orchilla en Canarias ha quedado ampliamente acreditada desde antes de la conquista normanda y desde el siglo XV a las primeras décadas del XIX. El erudito Viera y Clavijo describió en el siglo XVIII que “la elaboración del tinte a partir del liquen seco es bastante complejo. Convertido en polvo se mezcla primero con orines, por su contenido amónico, y después con cal. Esta mezcla habrá que removerla cada dos horas durante tres días manteniéndola en un recipiente cerrado. A los ocho días habremos obtenido una pasta de color rojizo, que será indicativo de que se podrá utilizar como tinte”.

Los especialistas

“Cuando los indígenas canarios tomaron conciencia del valor de la orchilla para los forasteros, comenzaron a recolectarla para intercambiarla por baratijas o alimentos”. Este proceso comenzó a dibujar un nuevo panorama, el cual colocaba a algunos indígenas como profesionales en los métodos de obtención de la orchilla y a los europeos como explotadores de estos recursos naturales. No es de extrañar, por tanto,  que en aquellos lugares más idóneos para la recolección del liquen, donde abundan estructuras orchilleras, se encuentren edificaciones, restos e indicios claros de la presencia de los majos, junto a materiales cerámicos propios de culturas diferentes, como es el caso de Tisajoire, en el malpaís de La Arena.  

En algunos lugares de Fuerteventura, y en otras islas, por exceso de explotación se convirtió en una actividad peligrosa, se trató de una actividad económica desempeñada por aquellas personas con escasos recursos, cuyos ingresos suponían pequeñas inyecciones económicas a sus maltrechas vidas. En ocasiones, debido a la sobreexplotación de los recursos orchilleros y a la cada vez más compleja extracción, se acentuaba el peligro, teniendo que amarrarse y colgarse, como así lo atestiguan documentos históricos, en los acantilados de los cuchillos de Jandía.

A finales del siglo XVI, el ingeniero militar cremonés Leonardo Torriani, enviado a las islas en misión de servicio por Felipe II, declara, en su conocida Descripción de las Islas Canarias, que “se recogen aquí 8.000 pesos de orchilla, que se embarca para España, para Italia y para Francia”, y de forma parecida se manifiestan por los mismos años los historiadores Abreu Galindo y Gaspar Fructuoso. Pero la recogida abusiva y sin orden de la orchilla acabó por hacerla casi desaparecer de los lugares más fáciles de alcanzar. Las aproximadamente trece especies que tenemos en Canarias tardan alrededor de seis años en alcanzar su estado adulto.

Con la posterior colonización castellana, la exportación de orchilla se convirtió en uno de los sectores económicos más importantes de la isla. Como dato curioso mencionar que, a finales del siglo XV, se recogían en Fuerteventura unos 75.000 kilos de orchilla al año. La sobreexplotación y el lento crecimiento del liquen hicieron que esa cifra descendiera. Aun así, en el siglo XVIII, la recolección anual de orchilla, en Fuerteventura, estaba en los 30.000 kilos.

La recolección de la orchilla en lugares de fácil acceso no requería especial habilidad o preparación para llevarla a cabo. La técnica para su recogida en estas condiciones se reducía a desprender la planta valiéndose de un cuchillo o instrumento similar, lo que comportaba el que junto con las hojas se arrancara o se dañara la costra basal con la que estaba adherida a la roca, impidiéndose con ello que el liquen pudiera reproducirse.

Ante este escenario, se crearon ordenanzas, incluso con penas corporales como en La Gomera: “Que no cojan la tal orchilla con rascadera so pena que el que así la cojera le den sien asotes por las calles públicas, y el que lo tal isiere incurra en pena de falsedad y se las sigue conforme a la ley”.

La recolección se hacía con mucho cuidado. Había que desprender los filamentos del liquen de su costra sin dañar la base. Para ello se valían de una especie de peine con el que extraían las hojas de la orchilla. Si la base se estropeaba ya no volvería a crecer el liquen en ella. Los majoreros se granjearon una merecida fama de buenos recolectores de orchilla. Eran demandados de otras islas para que fueran a recolectar este preciado liquen. 

Los orchilleros de Tejate

Después de siglos continuados de explotación orchillera, los majoreros aprendieron no solo a recolectarla de forma correcta, sino a cosecharla, levantando estructuras verticales dirigidas a la brisa en aquellos lugares donde la experiencia ha confirmado la idoneidad del lugar para su reproducción más eficaz y sin dañarla.

Lo primero era buscar la mejor zona, que tuviera un buen gradiente de humedad, por lo general en malpaíses, o en lugares en los que cualquier otro cultivo era totalmente inviable. Después se levantaba un gran número de muros con las mismas piedras del malpaís. A veces estos muros tomaban formas algo laberínticas. En apenas 5 años, que es el tiempo mínimo para que se desarrolle totalmente la orchilla, ya se podía recoger como cualquier otro cultivo. 

A día de hoy es posible encontrar restos de orchilleros en la isla. Sin ir más lejos, en el malpaís de Majada de la Lengua, en la Oliva, todavía quedan vestigios del orchillero y de la casa donde se almacenaba el liquen, en el Coto del Coronel, Malpaís de La Arena.

En Fuerteventura se crearon lugares específicos para cultivar orchilla. Estos enclaves son fácilmente identificables, pues son espacios un tanto extraños para nuestra visión actual, que algunos historiadores han querido ver en ellos figuras relacionadas con el mundo arqueoastronómico, como en los orchilleros de Tejate, lo cual no tendría mayor importancia si este tipo de afirmaciones, sin contrastar, no perjudicara a familias que han vivido y viven en un territorio que sólo el majorero es capaz de hacer producir, con tanta escasez y penuria, que dudo mucho que tuvieran tiempo de reproducir dibujos estelares y constelaciones diversas.  

Quizá, por casualidad, o porque esta teoría es acertada, en una reciente y breve visita al entorno de Tejate, encontré un objeto de hierro (ver la foto bajo este párrafo), que mucho se asemeja a los objetos utilizados para los fines referenciados.

Otra prueba del uso del malpáis para producir la orchilla la encontramos en Acuerdos del Cabildo de Fuerteventura (1605-1700). 771. Legajo 5, f.144,17 enero 1689. Villa de Betancuria. A pie de página se puede leer: “123  La orchilla es un liquen que crece sobre la piedra volcánica y del que se extrae la orcina, materia colorante muy apreciada en aquellos tiempo. Constituyeron los orchilleros o terrenos destinados al cultivo de la orchilla, una de las riquezas de Fuerteventura, siendo una de las posesiones preferida por los primeros señores de la isla. Los herederos de D. Fernando Mathias Arias y Saavedra tenían arrendadas en 1709 los orchilleros de su propiedad en 600 reales al año. Aún hoy se ven antiguos orchilleros abandonados en la zona norte de la isla, la más propicia para este producto.”