El grabado soliforme de Yeje, coloquialmente denominado Quesera de Masca, fue el primer yacimiento de Tenerife que se vinculó a la cosmovisión de los guanches. Treinta años antes de que se realizara una investigación arqueoastronómica, la universitaria Carmen del Arco, hoy catedrática de Prehistoria y profesora honoraria de la Universidad de La Laguna (ULL), visitó el enclave y lo cuenta en el prólogo de La memoria de lo sagrado (Bilenio, 2024). “En nuestro grupo estaba Domingo Martínez de la Peña, profesor de Historia del Arte, y comentó que era un signo relacionado con la heliolatría”. Científicos del Instituto de Astrofísica de Canarias (IAC) han confirmado la conexión del grabado con el Sol. Masca y otros conjuntos ceremoniales de los municipios de Buenavista del Norte y Candelaria son los protagonistas de esta última entrega de la trilogía dedicada a la arqueoastronomía de la mayor de las Islas Canarias. Como escribieron los cronistas de la Conquista, el culto al Sol, la heliolatría, era uno de los pilares de la religión de los guanches.
1994. La Revista de la Academia Canaria de la Ciencia publica La astronomía en Canarias antes de la conquista: el calendario prehispánico. Fue el primer artículo sobre arqueoastronomía que se publicó en el Archipiélago en una publicación arbitrada –somete sus artículos a la revisión de expertos-. Firmado por cinco autores, hemos entrevistado a dos de ellos para realizar esta trilogía sobre los astrónomos del pasado de Tenerife, Juan Antonio Belmonte y César Esteban, astrofísicos del IAC y pioneros de la astronomía cultural en España.
Lo primero que hicieron los investigadores cuando llegaron a la famosa Quesera de Masca –debe su nombre a que el fondo del molde que usaban las productoras de queso artesanal es un círculo con radios simétricos- fue medir las direcciones de los radios. “Uno de ellos”, explica Belmonte, “marca claramente la dirección del Pico de Garajonay”, en La Gomera. “Ya fuera porque así se grabó o por casualidad”, otro de los radios del soliforme “marca exactamente la dirección del Roque de los Muchachos”, en La Palma. Son los puntos más elevados de esas islas que se divisan desde esta privilegiada atalaya del oeste de Tenerife, a 800 metros sobre el nivel del mar.
El siguiente paso fue afinar las medidas, corregir la declinación magnética para que los datos de la brújula fueran precisos y realizar cálculos. Muchas integrales. Sin matemáticas es imposible la arqueoastronomía. Y tras este trabajo, los astrónomos concluyeron que no fue casual la dirección de los radios. “Nos dimos cuenta de que el Sol del solsticio de verano se ponía por encima del Roque de los Muchachos y el del solsticio de invierno se ponía por encima de Garajonay”. Los radios, explica Belmonte, “definen dos líneas y el único punto de Tenerife en el que se cruzan es desde la Quesera de Masca”.
Esta trabajo científico certifica que la Degollada de Yeje (ver la foto de portada) tenía una significación especial en la cosmovisión de la cultura prehispánica. La estación solar no es el único exponente de su carácter ritual. Hay tres cazoletas junto al grabado y un supuesto pisciforme. También hay otro conjunto de cazoletas con canales –manifestación rupestre usada para libaciones, ritos de los que dan cuenta las crónicas-. Es un espacio, sentencia Juan Antonio Belmonte, “sacralizado y lo que le sacraliza es una cueva funeraria” en la parte superior del yacimiento. Desgraciadamente, la tumba fue expoliada. Cerca del enterramiento hay cruces grabadas en la roca, una prueba de la cristianización de un antiguo lugar sagrado para los aborígenes.
El camino guanche para llegar a la estación solar tiene unas connotaciones especiales para el astrónomo. Después de pasar por un tramo muy estrecho del sendero, con una caída vertical de 200 metros por ambos lados, se va vislumbrando la cresta del Teide. Cuando se ve íntegramente el pico, miras al suelo y ahí está el soliforme. “Hicimos cálculos para ver si detrás del Teide ocurría algo”, explica Belmonte, “y nos dimos cuenta que la luna de agosto, la luna llena del Beñesmer, sale por detrás del Teide si la observas desde la degollada de Yeje”.
A propósito de este yacimiento con aparentes evidencias heliolátricas, Miguel Martín González, uno de los pocos profesores de Historia que se ha especializado en la cosmovisión de la cultura indígena, apunta en su libro La memoria de lo sagrado, Antiguos Canarios, “que la Quesera de Masca introduce un ritual de orientaciones con determinadas fases lunares con las cimas de La Majada y Los Topos de la Mesa: las dos lunas llenas de invierno, en sus paradas mayores y menores durante sus respectivos lunasticios, se manifiestan sobre estas dos elevaciones” del Macizo de Teno.
El Risco del Perro
También en el Parque Rural de Teno, municipio de Buenavista del Norte, se encuentran dos farallones rocosos con grabados de cazoletas y canales y varias formaciones geológicas que han llamado la atención de un grupo de profesionales estudiosos de la cultura prehispánica, entre las que destacan una especie de dolmen y una “caprichosa formación rocosa, elemento clave del conjunto”, que los autores del hallazgo denominan “ventana solar”. Este yacimiento es Risco del Perro y está descrito en el único artículo que se ha escrito hasta ahora sobre este lugar, publicado en 2018 por ICDigital, la revista austriaca del Institutum Canarium.
Los autores de ese trabajo, firmado por el biólogo Gustavo Sánchez y otros dos profesionales interesados por la arqueología, Santiago López y Emilio Rivero, describen una piedra muy parecida al cráneo de un perro; mide 3.5 metros de largo y 1.6 de alto, “tiene un ojo tallado y presenta una cazoleta en la parte posterior, en la nuca” de la cabeza. De ahí el nombre del conjunto. En enterramientos aborígenes de Gran Canaria y Tenerife se han encontrado restos de canes junto a los humanos.
Los autores del artículo aluden a una especie de dolmen supuestamente de factura guanche. Se trata, dicen, de “un monolito de dos partes: una superior a modo de tapa y la base. En conjunto forman una estructura grande, tubular, de unos 2.5 metros de largo por uno de alto. Este quizás sea uno de los elementos más atractivos del lugar ya que no se han encontrado dólmenes en Canarias”.
Por las fotos suministradas a este periódico por los propios autores del artículo –el autor del reportaje no ha visitado este lugar-, el dolmen tiene la apariencia de ser una única piedra que fracturó la propia naturaleza; la línea que separa los bloques dibuja perfectamente las curvaturas tras la posible fractura; también se aprecia una fisura que recorre en vertical ambos bloques, circunstancia que sería imposible si fuera piedras independientes. Por último, a diferencia de los dólmenes que han sido documentados en otros lugares del planeta, perfectamente tallados, la parte superior es irregular, sin aparentes indicios de que fuera tratada artificialmente, mientras que la inferior está totalmente anclada a la montaña. Al plantearle estas cuestiones, Gustavo Sánchez es sincero: “Es difícil precisar que fuera tratado por los guanches; posiblemente la piedra estuviera allí, pero sí creo que algunas partes sí fueron talladas aunque no puedo probarlo”.
Respecto a la“ ventana solar” que citan los autores del artículo, afirman que “debido” a su “orientación se comprueba in situ, en la madrugada del 21 de junio de 2018, que este conducto o ventana tiene por objeto captar el disco solar al salir del mar el día del solsticio de verano. Estamos ante un observatorio solar cuya finalidad sería registrar, de manera precisa, la salida del astro rey”. Pero si se trata de una caprichosa formación, como dicen, ¿puede ser un marcador solar? ¿Han realizado mediciones para afirmar que se trata de un observatorio? Sánchez reconoce que sus conclusiones son producto de la observación, la misma que usaron los aborígenes (ver el capítulo 1º de esta trilogía) para realizar determinados grabados de carácter astronómico. Lo que sí le gustaría a este biólogo y estudioso de la cultura guanche es que “nuestro artículo sirva para que investigadores de la comunidad académica ampliaran nuestro trabajo”. Seis años después de su publicación, el yacimiento ni siquiera está catalogado. Como opina la comunidad científica de Tenerife, “el Cabildo insular no muestra interés por investigar la cultura de sus primeros pobladores”.
Al margen de lo contado hasta hora, de lo que no hay duda, a tenor del material fotográfico al que hemos tenido acceso, sí hay pruebas claras de las huellas prehispánicas, como canales, cazoletas y triángulos, en el yacimiento de Risco del Perro. Otra prueba más de que estos farallones tenían un carácter religioso o cultual para la sociedad prehispánica, como defienden los autores de la publicación del Institutum Canarium, es la cruz cristiana grabada en la roca, con el propósito de desacralizar un lugar sagrado para los guanches. Esta práctica es común en otros recintos arqueológicos del Archipiélago y de la Península Ibérica.
Barranco La Tapia
Frente a las dudas que suscita el relato sobre Risco del Perro, el trabajo realizado en la estación de grabados de Barranco de La Tapia sí está sustentado en una investigación científica, realizada por el astrofísico del IAC César Esteban y la también astrónoma Montserrat Delgado, cuyos resultados se publicaron en la revista Tabona. El pasado 17 de septiembre visitamos este yacimiento del municipio de Candelaria (este de Tenerife) con Esteban. Lamentablemente, la construcción de una carretera quebró esta estación de canales y cazoletas de tamaño considerable antes de su destrucción.
El estudio se realizó el 9 de mayo de 2002. El objetivo principal no era el yacimiento propiamente dicho, porque no está en un lugar de especial relevancia paisajística, sino “probar un método que estábamos desarrollando para medir posiciones precisas sobre imágenes”; concretamente, “comprobar si podían existir elementos en el horizonte del yacimiento que pudieran señalar momentos singulares de las trayectorias del Sol o la Luna sobre la bóveda celeste”. Ese método ahora no es necesario porque hay aplicaciones informáticas para ello. No obstante, “salieron cosas interesantes”. Por ejemplo, “vimos que el horizonte en la dirección en la que se pone el sol en los equinoccios coincidía con la parte más baja de la Caldera de Cho Marcial, la caldera que domina el Valle de Güimar”. En la zona central “es donde se pone el sol en las fechas de los equinoccios”, explica Esteban.
Si no es un lugar de impacto visual ni tampoco llamativo desde una óptica astronómica, ¿por qué los guanches eligieron este emplazamiento para construir esta área ritual?, nos preguntamos. El científico del Instituto de Astrofísica de Canarias, que después de treinta años de experiencia en el campo de la astronomía cultural también piensa como un arqueólogo, responde que “existen otros sitios donde las relaciones astronómicas son tan claras que no hay duda de por qué decidieron un emplazamiento”. En Barranco de La Tapia no lo tiene “tan claro; por lo tanto, es probable que hubiera otros motivos”. Y esas otras razones, reflexionan en voz alta el astrónomo y el reportero, también con algunos trienios dedicados a la divulgación del patrimonio cultural, podría ser que este espacio ritual está junto a un barranco que posiblemente llevara agua hace mil años, al menos de manera estacional, en una zona de tradición agrícola y ganadera.