DANA, dimisión y reconstrucción
Están a punto de cumplirse los primeros cinco meses desde que se produjo el desastre de la DANA, casi ciento cincuenta días en los que ni uno solo se ha dejado de hablar acerca de lo sucedido, lo que se podía haber evitado y también de como salir de una catástrofe de tamaña magnitud. Se han escrito multitud de artículos en la prensa, se han dedicado horas y horas en programas de televisión con todo tipo de miradas y las redes están constantemente salpicadas por comentarios, opiniones, denuncias y propuestas para salir del aturdimiento colectivo que todavía pervive.
Algunas conclusiones se pueden extraer a pesar de la confusión. El juzgado de Catarroja está haciendo una importante labor, a un ritmo y una velocidad a la que estamos poco acostumbrados cuando de causas judiciales se trata. El momento es la instrucción, pero la jueza deja pocas dudas acerca de algunas de las cuestiones que más dolor han causado: la responsabilidad claramente corresponde a la Generalitat, de ahí la gravedad si se demuestra que sus máximos responsables no cumplieron con su trabajo o no estuvieron a la altura de las circunstancias; los daños causados eran imposibles de prever, pero las victimas que se produjeron podían haber sido menos si se hubiera actuado con diligencia y, por último, por lo que vamos sabiendo de la instrucción, la información de la que se disponía era más que suficiente para determinar que se trataba de una situación de extrema gravedad, algo que viene corroborado por mil fuentes que durante la fatídica jornada del 29O estuvieron alertando de lo que estaba pasando.
Este proceso tiene un principio y tendrá un final, a estas alturas existen ya indicios suficientes como para entender que el cabreo generalizado de los afectados y de la mayoría de los valencianos, está más que justificado.
Hay respuestas que llegan muy tarde, una huida hacia adelante como se ha estado intentando por parte del president de la Generalitat pierde sentido, no se sostiene. Cada vez resulta más obsceno un comportamiento que ralla en la perdida de la realidad por parte de alguien que debería tener claro que es necesario restañar esa herida, para que pasemos página de una tragedia y no gastemos energías en algo que no aporta absolutamente nada y solamente persigue salvaguardar a aquel que tenía, y que tiene, el máximo deber y la máxima responsabilidad con los valencianos. Un ejercicio de esta obligación tiene que ver con ponerse durante unos instantes frente al espejo, escuchar lo que dice la calle, también asumir las opiniones de aquellos que están estudiando lo que ha ocurrido y, sobre todo, situarse en la piel de los más afectados, que identifican claramente una negligencia grave y que esa forma de actuar pudo costar vidas humanas, algo que vienen manifestando reiteradamente.
Sin esta mirada, sin este gesto de compromiso con los valencianos, va a resultar muy difícil dar el paso siguiente, el más necesario en estos momentos, hacer una recuperación acorde con la magnitud de lo sucedido, en la que todo el mundo pueda participar y aportar aquello que facilite construir un futuro de ilusión frente a la tragedia vivida. El tacticismo no solamente es obsceno con respecto a lo que ya no tiene reparación, es una forma terrible de dificultar una reconstrucción que merece la presencia de aquellos que se aproximen a ese proceso con la voluntad de ofrecer y no de esconder. Para acabar, volvemos al titular, DANA, dimisión y reconstrucción, por ese orden.
0