No puede decirse con rigor que Juan Fernando López Aguilar iniciara este martes su campaña electoral. Viene trabajándola desde hace tiempo, quizás desde el día que se sentó en los bancos de la oposición en el Parlamento de Canarias y descubrió que no le gusta la política que se hace aquí. “Hay que sacudirla, y la mejor manera es sacudirla desde fuera”, dijo ante un restringido grupo de comensales que le invitaron a almorzar este martes en el Real Club Náutico de Gran Canaria.
La conversación fue privada, pero el candidato socialista al Congreso de los Diputados por Las Palmas y líder del PSC, cuidó mucho su discurso y ha autorizado reproducir una parte de lo dicho. A su alrededor, además de un periodista, se sentaba una docena de ciudadanos miembros del grupo de opinión Tamarán, con una clara tendencia grancanarista y, en apariencia, bastante alejados del ideario del PSOE. No obstante, el ex ministro logró entusiasmar a la concurrencia en momentos cumbre, especialmente los que tuvieron relación con la reforma electoral (“no habrá ninguna reforma del Estatuto que no pase por la reforma electoral”), cuando elogió la apertura de la oficina parlamentaria del Cabildo o la conveniencia de que esa Corporación puentee al Gobierno de Canarias y trate de entenderse directamente con el de España.
Comió poco el candidato, y quizá se le enfriaron los pimientos de piquillo que pidió de primer plato (menú del día, a elegir entre otros dos entrantes, desechó las endivias y las judías pintas) en un reservado con vistas al Muelle Deportivo, en el Club Náutico. Pero aprovechaba el momento en que se le formulaban las preguntas para dar cuenta de una muy correcta merluza rebozada y, de postre, de un zumo de naranja natural. Un poco de vino y mucha agua acompañaron sus numerosas y prolijas intervenciones que, a tenor de lo dicho por sus anfitriones, no les aburrieron en absoluto.
No rehuyó ni una sola pregunta, y para cada una de ellas tenía una respuesta multidireccional, referida ora a lo que ha hecho el Gobierno de España alrededor de la pregunta planteada, ora a lo que no ha hecho el Gobierno de Canarias, o si finalmente era menester, a lo que él cree que debe hacerse. De este modo, no quedaron sin abordar en profundidad desde la Alianza de Civilizaciones, hasta el futuro energético de España y de Canarias, pasando por la corrupción, “la farsa” del grupo parlamentario de Coalición Canaria, la inmigración, los menores, la delincuencia organizada o la irrupción de la Iglesia en el debate político español.
Quizá fue en este punto donde saltaron más chispas entre el candidato y sus selectos contertulios, alguno de los cuales se llegó a declarar católico prácticante y hasta con vocación de santidad, o directamente “superfacha, y lo digo para que nadie se lleve a engaño”, dicho en el momento de los puros habanos, cuando el socialista pidió un ron Arehucas seco que apenas probó.
López Aguilar sostuvo la doctrina oficial de su partido en referencia al papel que está desempeñando la jerarquía católica, a la que acusó directamente de estar manifestándose con la única intención de atacar al Gobierno de Zapatero, y no para defender sus principios de familia tradicional, educación piadosa o contra la ampliación de los supuestos de interrupción del embarazo.
Fue especialmente ácido con el PP, aún a sabiendas de tener cerca a conocidos militantes o simpatizantes de ese partido, y señaló a una “derecha extraparlamentaria mediática y empresarial” como responsable de la deriva cada vez más reaccionaria del partido de Aznar. O de Rajoy, que a veces se confunden los liderazgos. Pero reconoció que llegó a barajar en alguna ocasión para gobernar Canarias un pacto PSOE-PP, pero el odio de José Manuel Soria frente a todo lo que sea socialista le hizo desistir de la tentación siquiera de plantearlo.
¿Crispación? Eso lo harán los demás, vino a resumir López Aguilar. Crispación es, según el ejemplo que puso a los presentes, que cualquier dirigente del PP pueda pasear tranquilamente por La Gomera o por Dos Hermanas (Sevilla), donde el PSOE obtiene el 60% del respaldo del electorado, y cualquier conocido socialista (puso como ejemplos a Blanco, a Fernández de la Vega y a Diego López Garrido) no pueda hacerlo por la calle de Velázquez sin temor a que lo insulten. O lo agredan en una manifestación contra ETA, como hicieron con José Bono, recordó.
Desprecia el tipo de política que se hace en Canarias, el funcionamiento contaminado de las instituciones y de sus órganos y esa resignación tan canaria de que cualquier tipo de gobierno insular tenga que pasar por ATI, “accionista mayoritario de la marca Coalición Canaria”. Por eso es partidario de sacudir los cimientos de “esta política que no me gusta, como no me gusta el Gobierno que tenemos”. El meneo pretende darlo desde fuera, desde la esfera de la política nacional, a la que regresará después del 9 de marzo pero sin abandonar la referencia de Canarias.
“Me he formado y entrenado para una misión de Estado que comprende España y la esfera internacional”. Y con varias de sus respuestas lo demostró de sobra. Su manejo de la política internacional al relatar con detalle el diseño de la Alianza de Civilizaciones, qué países islámicos luchan denodadamente contra la Yihad o cuáles le tienen declarada la guerra a Bin Laden, dejó sorprendidos a unos cuantos de sus compañeros de mesa. Mucho más cuando se refirió con precisión a numerosos países del Magreb y otros del África subsahariana, sin dejar de tocar cualquier palo de la política nacional y europea.
No disimula su pasión por los asuntos ambientales y por el empeño de su partido de conseguir para 2020 o 2025 que el 40% de la energía que se produzca en España provenga de fuentes renovables, especialmente energía eólica y fotovoltaica, pero con especial atención al hidrógeno. “Te recomiendo que leas La economía del hidrógeno, de Jeremy Rifkin”, le dijo a un ingeniero industrial especialista en asuntos energéticos, tras oponerse frontalmente a la opinión de varios de los comensales partidarios de volver a la energía nuclear. El petróleo se acabará en 2050, “y déjame que te diga que los recursos de uranio también están muy limitados en el planeta”, argumentó tras recordar que los residuos nucleares están activos un millón de años, es decir, “para la eternidad”.
Abandona el patio de colegio de Teobaldo Power para irse a lo que calificó un verdadero Parlamento, el nacional. Recuerda con gracia y con cierto desagrado que sólo ha tenido problemas por su afición a dibujar mientras escucha en el colegio y en el patio de colegio. Dibujó desde siempre, y en el Claret lo dejaron tranquilo a los trece años cuando vieron que en realidad no estaba distraido, que las buenas notas lo acreditaban. Nadie se metió con él en la Universidad por dibujar en clase, ni en el Consejo de Ministros, ni en la Carrera de San Jerónimo, donde incluso han incorporado algunos de sus dibujos al diario de sesiones. Hasta el Rey le ha dicho en alguna reunión que le dibuje algo. Ha sido en Canarias, en el Parlamento, donde esa afición se ha convertido para sus adversarios en una falta de respeto. Va a sacudir cimientos. A ver lo que cae.