En 1995 Coalición Canaria demostró que es capaz de estar negociando dos pactos a la vez y en ambas mesas prometer a los interlocutores exclusividad, lealtad, fiabilidad, durabilidad y estabilidad por cuatro años. En aquella ocasión el engañado fue (como siempre hasta la fecha) el Partido Socialista Canario, que preparaba los fastos previos a gobernar en un repleto y expectante hotel-escuela de Santa Brígida al tiempo que José Carlos Mauricio sellaba un pacto con José Miguel Bravo de Laguna (PP) en el hotel Iberia de Las Palmas de Gran Canaria. Es normal que con los antecedentes trileros que adornan la trayectoria de Coalición Canaria desde su fundación en 1991 todo el mundo desconfíe de sus ofertas y de sus buenas intenciones, y mucho más si negocia desde una hasta ahora inédita posición de segunda fuerza política, con todos los elementos en su contra y con un fuerte olor a cadáver emanando a través de sus crujientes cuadernas.
Por eso Coalición Canaria se muestra ahora por primera vez a la desesperada, ofertando a los que quieran oír a sus dirigentes todo tipo de ventajas estratégicas e institucionales encaminadas básicamente a detener la catástrofe que se le avecina y que comenzó a fraguarse desde oriente a occidente y que amenaza con dejar al hegemónico partido con escasísima representación institucional, de norte a sur y de oriente a occidente.
El pacto que Clavijo ha ofrecido al Partido Popular no hay por dónde cogerlo, por mucho que pueda parecer la mar de atractivo a Asier Antona, el líder local de los populares. Pero lleva trampa. La ocasión que se le ha presentado al PP de liquidar, o al menos desgastar hasta límites cercanos a la inanición a quienes compiten en su mismo segmento ideológico en la isla de Tenerife, quedaría aparcada si a los populares se les ocurriera aceptar un acuerdo de Gobierno con CC, con Fernando Clavijo como presidente y algunos de los consejeros más nefastos de la historia confirmándose al frente de sus carteras.
Lo que trata de hacer Coalición Canaria no es ofertar pactos políticos de manera noble, entregando todo lo que pueda pedir el socio y mucho más. Metiendo una oferta explosiva de este calibre, lo que en realidad persigue el partido de momento en el poder es desestabilizar todas las negociaciones para intentar ganar en el río revuelto, o como mínimo, dañar las relaciones entre los socios que están a punto de desbancarle. Es una oferta envenenada incluso para el interior de Coalición Canaria, algunos de cuyos socios, particularmente los más progresistas del sector Asamblea Majorera, tendrán que verse en la imaginable tesitura de votar a un presidente del Partido Popular.
De igual modo, Antona queda en una situación comprometida ante los suyos, que le podrían reprochar no lanzarse a por una oportunidad así en un momento en el que su organización nacional ve cómo pierde poder autonómico sin fecha de recuperación a corto plazo.
Ni siquiera la hipótesis de que Clavijo dé un paso hacia el retiro dorado del Senado como representante de la Comunidad Autónoma, aforándose para el caso Grúas o lo que esté por venir, puede servir de bálsamo a la urticaria que podría suponerle al PP volver a dar oxígeno a una organización que languidece y que podría perder su espacio ideológico en favor de los populares.
La falta de concreción del líder de la Agrupación Socialista Gomera, Casimiro Curbelo, tampoco ayuda mucho a esclarecer el panorama. Curbelo ejerce de gomero cada vez que se le pregunta sobre la cuestión utilizando casi siempre los mismos recursos referidos a sus exigencias para la isla en la que se ha convertido en un líder invencible. Su reciente visita a la sede federal del PSOE en la madrileña calle de Ferraz sigue pesando más que la posibilidad de hacer presidente a alguien del Partido Popular de Canarias, y mucho menos sin que en la jugada salga especialmente bien parado el que se ha convertido para él en un amigo inseparable: Fernando Clavijo.
Ni que decir tiene que la cuarta variable de la ecuación, Ciudadanos, también habría de decir algo al respecto, por mucho que su socio de referencia sea el PP. Coalición Canaria sigue siendo para los naranjas un socio poco o nada apetecible.
Así las cosas, todo hace prever que el PP contestará este mismo jueves por la tarde que muchas gracias, pero que no, que no podemos acudir a las elecciones prometiendo cambios en las instituciones y luego, a la primera de cambio, modificar el criterio el modo y manera por el que cada uno accede a la Universidad.
Solo falta ahora que Coalición Canaria lance su órdago hacia Nueva Canarias, reclamando la ansiada (por algunos) reunificación del nacionalismo canario, y que proponga un pacto con los populares que dejara fuera a Casimiro Curbelo con el único fin de que el gomero se anime a sumarse a la mascarada. La solución, en horas.