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Fernando Clavijo, el presidente de Canarias que resucitó cuando casi nadie lo esperaba

Carlos Sosa

11 de julio de 2023 02:03 h

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Fernando Clavijo fue el primer sorprendido por los resultados electorales de mayo pasado. Y no porque su partido saliera triunfador o hubiera mejorado en su apoyo ciudadano respecto a 2019. Todo lo contrario. Desde que él es el líder de Coalición Canaria (CC) ese respaldo no para de caer. Por eso dedicó gran parte de la pasada campaña electoral a preparar una salida airosa que le permitiera a CC acceder al poder en cualquiera de las fórmulas de acuerdo posibles, incluida una con el PSOE, al que tendió la mano ofreciéndole un pacto con mucha anticipación en la línea que le venían reclamando sus apoyos mediáticos y empresariales. 

Con 120.000 votos menos que el ganador de las elecciones, el socialista Ángel Víctor Torres (que se lo recuerda un día sí y el otro también), Clavijo vuelve a la presidencia del Gobierno gracias a un pacto con el Partido Popular, que ha accedido a formar un Ejecutivo de coalición que quedará supeditado a los votos que pudiera necesitar Alberto Núñez Feijóo a partir de las elecciones del 23 de julio y a la representación que Coalición Canaria pueda obtener en el Congreso de los Diputados. Todo puede cambiar en 14 días.

Clavijo es visto por sus allegados como un tipo correoso, perseverante, muy trabajador, disciplinado, metódico, puntual… virtudes necesarias para acompañar a la ambición política, sobre todo cuando no se tiene retorno a la vida de ciudadano corriente. Tiene su propio manual de resistencia, “como el de Pedro Sánchez”, resaltan quienes lo conocen, pero sin necesidad de recorrerse toda la geografía archipelágica para ganarle las primarias de 2015 a su oponente interno, Paulino Rivero, al que derrotó gracias a una maniobra todavía no aclarada que viró a su favor los votos de los militantes de la diáspora latinoamericana, tan lejos siempre excepto cuando hacen falta.

También tiene un carácter difícil, dicen quienes compartieron con él sus últimos cuatro años en Presidencia del Gobierno (2015–2019). Es muy dado al grito y a la humillación y ya se está notando en las deserciones que se están produciendo en los servicios relacionados con el cargo que va a ocupar, desde los escoltas hasta funcionarios gubernamentales.

Pese a perder de nuevo las elecciones frente al PSOE y acercársele peligrosamente el Partido Popular, Fernando Clavijo ha visto salvada su supervivencia política, que estaba directamente condicionada a tocar poder al precio que fuera, bien como socio principal o como actor secundario. La estrepitosa caída de Unidas Podemos en Canarias y la pérdida de dos escaños del PSOE le han facilitado las cosas. Porque en su partido hay facciones que habían puesto en remojo su cabeza. Por ejemplo, Asamblea Majorera (AM), la pata de Coalición Canaria en Fuerteventura, la más progresista de todas las secciones insulares del partido, hace tiempo que se revuelve contra la derechización de CC, que se ha acentuado con Clavijo. O la Agrupación Palmera Independiente (API), que salva esta bola de partido gracias a la capitalización que ha sabido hacer de la crisis de la erupción volcánica a través de asociaciones de damnificados convenientemente controladas por esta histórica fuerza que nació al calor de la defunción de la UCD.

El PP y Casimiro Curbelo

El de nuevo presidente de Canarias salva de nuevo su carrera política in extremis. Y el PP de Canarias, que conoce perfectamente sus defectos como socio, ha visto la oportunidad de ofrecer a Feijóo una nueva plaza que teñir de azul, al menos hasta después de las generales. Al ser la única alternativa a la supervivencia del líder de CC, el presidente de los populares canarios ha sacado buena tajada, pero eso sí, obligando a incrementar el Gobierno en dos consejerías y con ello los gastos operativos. Y eso a pesar de que vuelve a tratarse de un Gobierno cuatripartito, como el que va a relevar, pero ahora con CC, el PP, la Agrupación Herreña Independiente y de nuevo la ASG de Curbelo.

El pacto que pretende gobernar Canarias los próximos cuatro años pasa por el respaldo imprescindible de la Agrupación Socialista Gomera (ASG), de Casimiro Curbelo, que obliga a los dos principales firmantes a lo que se ha dado en llamar “cruce de cargos”, que no es otra cosa que otorgar a ASG direcciones generales estratégicas, como la de Infraestructuras Educativas (la que adjudica las obras en los colegios públicos), la de Puertos Canarios o la empresa pública de viviendas Visocan, todas ellas con una fuerte carga inversora y licitadora. 

Al contrario que el PP, Casimiro Curbelo tiene fe ciega en Fernando Clavijo, al que en alguna ocasión ha calificado de amigo. No dudó el líder gomero en pasarse con toda su mochila al bando de la derecha canaria sin que todavía hubiera finiquitado la legislatura en la que sus tres escaños (fruto de los 6.215 votos que obtuvo en la isla) lo convirtieran en socio clave. También el PSOE, junto a Nueva Canarias y Podemos, le otorgaron todo lo que pidió, empezando por la poderosa y millonaria Consejería de Turismo y terminando por la empresa Gesplan, un escandaloso coladero de contrataciones clientelares de habitantes de La Gomera.

Clavijo ha transigido también, naturalmente. Como transigió en 2016 cuando rompió abruptamente el pacto con el PSOE año y medio después de dar comienzo la legislatura para derechizar su gobierno y poner en manos de las grandes patronales consejerías estratégicas como la de Sanidad o la de Economía. Al frente de la primera colocó al vicepresidente de la asociación nacional de clínicas privadas, y al frente de la segunda, a un ejecutivo de la patronal industrial de Canarias, en la actualidad presidente de la Confederación Canarias de Empresarios (CCE).

No tiene buena fama en el cumplimiento de sus acuerdos con los dos grandes partidos nacionales. Públicamente ha usado en varias ocasiones la palabra “medianeros” para referirse a los dirigentes locales del PSOE o del PP, dependiendo de cada momento, por supuesto. Ha preferido negociar directamente con Madrid, primero con Pedro Sánchez, cuando le tocó tener que pactar con el PSOE en 2015 para romper en 2016, y luego con el PP, cuando tuvo que recabar su apoyo para gobernar en solitario con su respaldo parlamentario. Se hizo asiduo de los despachos nobles de Génova, 13, la sede popular, en los tiempos en los que eran habitados por Pablo Casado y Teodoro García Egea, que maltrataron hasta límites intolerables a sus líderes regionales con tal de darle el poder sin éxito a Fernando Clavijo tras las elecciones de 2019. García Egea llegó a proponer que se apartara al cabeza de lista de su partido –Asier Antona– para hacer al nacionalista vicepresidente del Gobierno con la número dos de los populares, Australia Navarro, como presidenta florero. Lo impidió la posición irreductible de Ciudadanos, que puso bola negra a Clavijo por encontrarse entonces incurso en dos casos corrupción política.

Clavijo salió mal parado de aquellas negociaciones, y en lugar de dedicarse a ejercer  de jefe de la oposición, puesto de relumbrón que le pertenecía por ser el líder de la segunda fuerza más votada en la nacionalidad canaria, prefirió marcharse al Senado como representante de la Comunidad Autónoma. Huía de ese modo de los dos juzgados de instrucción de la ciudad de La Laguna, en la que reside y de la que fue alcalde, que le perseguían por los llamados caso Grúas y caso Reparos, ambos de su etapa municipal. Su aforamiento en el Supremo resultó ser una gran inversión para él porque en la Sala de lo Penal que preside el canario Manuel Marchena le archivaron sin miramientos (sin llamarlo a declarar y sin escuchar a las partes personadas) las dos causas.

En ellas aparecía un Fernando Clavijo demasiado poco respetuoso con la legalidad vigente en el momento de los hechos, cuando era, primero, concejal de Seguridad, y luego alcalde de La Laguna. Hay testimonios en el sumario que demuestran que ejerció presiones sobre la empresa privada que gestionaba la grúa municipal para colocar a personas de su confianza y cómo luego maniobró para que éstas se hicieran con ella para su explotación comercial. Y, en el caso Reparos se demostró que prorrogó casi un centenar de contratos de servicios públicos con la oposición del interventor municipal, esquivado los preceptivos concursos públicos y provocando graves perjuicios a los intereses municipales, entre otros y de modo destacable, al servicio de limpieza, permitiendo a la concesionaria ahorrarse una millonada en la renovación de la flota al aliviarle las condiciones y sin necesidad de volver a licitar.

Pero el caso que no llegó al Supremo que más escándalo generó a su alrededor se tuvo que archivar por la desaparición de varias piezas clave del sumario, en concreto los autos de intervenciones telefónicas en las que se escuchaba al concejal Fernando Clavijo maquinar en relación con los negocios de la noche lagunera cuando era el responsable de Seguridad. La causa, conocida como caso Corredor, que incluye en su balance un asesinato por ajuste de cuentas, fue archivada justo cuando comenzaba la campaña electoral de 2015 –ya con él como alcalde desde 2008 en sustitución de la histórica Ana Oramas– por la imposibilidad de la jueza que se hacía cargo del juzgado de reconstruir un sumario que había incluso desaparecido del sistema informático procesal Atlante, gestionado por la Consejería de Presidencia y Justicia del Gobierno de Canarias, durante todo el tiempo de la instrucción en manos de Coalición Canaria.

Ideológicamente es difícil encuadrar a Fernando Clavijo (La Laguna, 1971) porque en 2009 se sabe que era independentista (La Provincia 22/02/2009), o al menos partidario de que Canarias fuera un estado libre asociado, modelo portorriqueño, sin desdeñar la independencia del Archipiélago. La querencia soberanista la mamó en casa a través de su padre, un respetado miembro del MPAIAC que llegó a ser jefe del Servicio de Protección Civil de Canarias. De su madre, bibliotecaria y muy culta, heredó el amor por la lectura, especialmente por los libros de historia, particularmente con todo lo que tenga que ver con las dos guerras mundiales. A este economista que ejerció poco como tal, le gustan los juegos de estrategia y se leyó Juego de Tronos antes incluso de que existiera la serie televisiva. Se le nota.