Nadie en el Partido Popular de Canarias se atreve a dar una explicación razonable a la purga sufrida por el que era hasta este martes su presidente regional, Asier Antona. La dirección nacional del partido puso en remojo su cabeza a partir de que fracasaran los dos accidentados intentos de alcanzar un pacto de gobierno autonómico con Coalición Canaria tras las elecciones de mayo, y su definitiva rendición se produjo el lunes, cuando aceptó la salida que le ofreció Pablo Casado: una suerte de defenestración por elevación consistente en sacarlo de Canarias para darle poder orgánico nacional. Porque desde ahora, este político palmero de 42 años, curtido pese a su edad en mil batallas, ha pasado a integrarse en el equipo más allegado al presidente nacional y lo hará con competencias sobre la política autonómica del partido, es decir, sobre los pactos que hayan de firmar las diferentes organizaciones regionales. Como la canaria, por ejemplo.
A Asier Antona la dirección nacional de su partido solo le dio esa opción: ser senador por la Comunidad Autónoma de Canarias, pasar a formar parte de la dirección del Grupo Popular en la Cámara Alta y tomar nuevas responsabilidades en los órganos directivos del partido. Pese a lo atractivo de la oferta, lo que quería el expresidente popular era quedarse haciendo política en Canarias, mucho más ahora, cuando iba a poder presenciar en primera línea cómo iba a encajar Coalición Canaria su primera legislatura en la oposición después de tres décadas sin poder en ninguno de los siete cabildos insulares, sin sus dos ayuntamientos más señeros (La Laguna y Santa Cruz de Tenerife) y con su líder mordiendo la lona por una derrota en toda regla y dos imputaciones penales que le han obligado a guarecerse temporalmente en el aforamiento que presta el Senado ante el Tribunal Supremo. Un aforamiento, por cierto, que el PSOE lleva meses estudiando suprimir para que solo pueda ser utilizado por aquellos diputados y senadores que sean investigados por actos cometidos en el ejercicio de esos cargos, no por los que provengan de una concejalía o de una alcaldía, como es el caso.
Antona se emocionó muchas veces este martes cuando él mismo pulsó el botón de auto-desactivación de la política autonómica. Presume de haberse recorrido estos dos últimos años todos los municipios de Canarias, de haber estado en todas las sedes del PP, de haberse aprendido los nombres de cada afiliado con los que se haya tropezado. Lo aplaudieron respetuosamente en el Parlamento tras unas emocionadas palabras de despedida que su otro compañero de extradición al Senado, Fernando Clavijo, se negó a pronunciar antes de salir de allí con más pena que gloria. Y lo aplaudieron por la tarde en la sede del PP en Santa Cruz de Tenerife, donde se escenificó el relevo a las manos de Australia Navarro, la nueva presidenta que accede al cargo sin ganar un congreso y después de haberse prestado a una operación que no ha gustado a la inmensa mayoría de los afiliados: la de aceptar sustituir a Antona al frente de la presidencia del Gobierno cuando Coalición Canaria, in extremis, decidió retirar a Clavijo para que Ciudadanos se integrara en el pacto por la derecha.
Navarro deberá someterse ahora a las decisiones que emanen de la Secretaría de Política Autonómica que va a desempeñar precisamente Asier Antona, al que muy probablemente nunca se le ocurrirá proponer a ningún presidente regional del partido una operación como la que su sucesora aceptó sin comunicárselo previamente.
El área de Política Autonómica, dependiente de la Vicesecretaría Territorial, es de las que más poder detenta porque influye sobre todas las autonomías y las ciudades autónomas. Por ella han pasado muchos pesos pesados del PP, como Javier Arenas, o el antecesor de Antona, Juan José Matarí, un histórico del partido que ahora pasa a la reserva tras la profunda renovación que este martes ejecutó Pablo Casado.
Nadie logra responder en el PP canario a la pregunta de qué hace dirigiendo la política autonómica del partido alguien que es defenestrado precisamente por no alcanzar un pacto impuesto desde la central de Génova 13. Alguien, además, que no apoyó a Pablo Casado en el congreso nacional en el que se alzó con la presidencia nacional.
Puede que no haya una sola respuesta. Es posible que Casado valore la trayectoria de Asier Antona dentro del partido y en las instituciones y que por eso lo quiera en la nueva dirección nacional. Pero también es posible que Antona estorbara en la organización de Canarias para la renovación territorial que él mismo debe diseñar y ejecutar a partir de ahora. O sencillamente se trate de una combinación de ambas cosas providencialmente sobrevenidas para poder ocultar detrás todas ellas que se trata de una ofrenda que Pablo Casado tributa a José Manuel Soria para que lo deje tranquilo ya.