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Alexis Ravelo: “Sufro escribiendo, pero aún así no puedo evitar hacerlo”

Eva González

Las Palmas de Gran Canaria —

De niño, su afición por la lectura le permitía evadirse de la “monótona y aburrida” vida de barrio. Queriendo imitar a los autores que leía, se convirtió en escritor. Hoy Alexis Ravelo cuenta con más de 10 novelas a sus espaldas, microrrelatos, cuentos y ensayos que le han permitido incluso conocer personalmente a algunos de sus “ídolos”, compartir con ellos y debatir en mesas redondas sobre literatura o psicópatas, según lo que toque, seguir aprendiendo, ponerse retos, sufrir narrando escenas de violencia y disfrutar cuando pone en juego a los personajes que él considera colaborativos y solidarios. Su sueño consiste en continuar como está. Trabajar en sus novelas, vivir donde vive y escribir. Asegura que lo que más valora de los tres premios con los que ha sido reconocido en los últimos años, es que puede dedicar más tiempo a la literatura. En sus novelas trata las desigualdades, la corrupción, la violencia física y del sistema. Utiliza el humor y crea escenas y personajes cotidianos con naturalidad. Su doble intención es que el lector se lo pase bien y además se haga preguntas sobre la condición humana.

Hijo de Josefa “la modista” y de José Ravelo del Rosario, marinero que luego fue recepcionista del Hostal Leonor, en la calle La Naval. “Yo era un pibe de Escaleritas, el más joven de tres hermanos. Los libros me ayudaban a salir del mundo en el que vivía y a la misma vez, a entenderlo. Un mundo no muy divertido, sin lujos ni muchas posibilidades”. Recuerda los bocadillos de aceite y azúcar. “Seguramente, me acordaría con más alegría si no hubiera sido la única opción de merienda la mayoría de los días. No había otra cosa”.

No sabe exactamente por qué empezó a escribir. Hace memoria, “supongo que lo decidí porque era un gran lector y quería imitar a los que contaban historias. A los 19 años me lo empecé a tomar en serio, asistí a un taller en el entonces llamado Centro Insular de Cultura (CIC), lo impartía el poeta y traductor Mario Merlino. Él me hizo ver que tenía cierto talento y me animó a escribir. Empecé a hacer mis primeros pinitos, poco a poco. Trabajé mucho tiempo en una revista literaria, La Plazuela de las Letras, que montamos entre varios; Antonio Becerra, Pedro Flores y Carlos de la Fé”.

Trabajando en lo que salía, la mayoría de las veces en la hostelería, siguió en contacto con la literatura. Sobreviviendo y escribiendo. Después tuvo la suerte de empezar a trabajar en la mítica Sala Cuasquías. Allí estuvo trece años seguidos, hasta hace seis. Alexis explica por qué lo denominó una suerte. “No sólo era camarero, organizaba eventos, participaba en cuenta cuentos y muchos de los clientes eran algunos de los buenísimos escritores que tenemos o hemos tenido por aquí. Además de escuchar buena música, disfrutar de los conciertos, pude entablar conversaciones con Manolo Padorno o Carlos Álvarez, que de alguna manera fue mentor mío. Él fue quien puso los medios para que la revista La Plazuela de las Letras saliera adelante”. Reconoce que le costó mucho demostrar que no era un camarero que escribía sino un escritor que trabajaba de camarero.

P. -¿Cómo lo demostraste?

A. Escribiendo.

A los congresos y festivales hay que ir, pero es más importante saber lo que pasa en tu calle

Considera una de las mayores satisfacciones de su trayectoria literaria haber conocido personalmente a autores a los que ya leía. Recuerda una grata sorpresa que se llevó en BCNegra 2013, festival de novela negra de Barcelona. “Coincidimos José Luis Ibáñez Ridao, José Luis Correa y yo. Durante el cóctel de bienvenida previo a las mesas y conferencias, Pepe Correa y yo tomamos por asalto a Petros Márkaris para hacernos una foto con él. Fue muy amable. Y en nuestro mal inglés le explicamos que éramos canarios, él nos preguntó, de qué isla y le dijimos que de Gran Canaria, y nos dijo: ”Denle recuerdos a Antonio Lozano“. Resultó que había estado aquí, en el Festival del Sur Encuentro Teatral Tres Continentes en Agüimes, cuando el escritor era bastante menos conocido en Europa”.

Alexis destaca entre los escritores que ha conocido en los festivales a los que ha sido invitado a Andreu Martín, novelista, guionista de cómic y de cine, considerado como uno de los maestros de la novela negra española. “Yo leía una saga juvenil, Flanagan, que él escribía junto con Jaume Ribera. Imagínate qué sorpresa”.

En las Jornadas de Novela Negra en Arona, Tenerife, participa todos los años coordinando los talleres infantiles. Allí conoció a Lorenzo Silva, Eugenio Fuentes o Raúl Argemí. “Como a la mayoría de encuentros de novela negra solemos asistir, nos vamos encontrando. La verdad es que acabas haciendo buenas amistades”. Asegura que aunque reconoce que el mundo de los escritores está lleno de egos enormes, en el ambiente de la novela negra percibe más sencillez y no tanta grandilocuencia.

Una cosa de estos encuentros, que se habla entre los propios escritores y de la que Alexis se queja, es la irrupción de las narrativas femeninas, no entiende esa separación, “dentro de la novela negra las mujeres tienen tanta o tan poca calidad como los hombres, no va en el sexo, no sé por qué tienen que poner la mesa femenina”.

La corrupción, el fenómeno de la violencia en la novela negra, la relación de la violencia física y la violencia estructural suelen ser temas que se tratan y se debaten en estas mesas de escritores.

“Yo, en mis novelas, no puedo dejar a un lado la política, aunque no aluda directamente a personas públicas con nombre y apellido, la intención es claramente social y política”.

Otro tema que está en boga, es que hoy no hay una novela negra pura, no hay una novela enigma pura, de ficción pura, sino que los géneros se van hibridando y mezclando.

Reconoce que hay temas por los que no se siente atraído, “Se habla mucho de los psicópatas y asesinos en serie. Por mor de la industria editorial han irrumpido en las narrativas españolas una serie de autores que no son escritores profesionales, que incurren en estos temas. Abogados, fiscales, policías, jueces e incluso delincuentes, que no han dedicado su vida a escribir, y quizás no sienten esa pasión o no viven la literatura de una cierta manera suelen hablar más de este tipo de temas tangenciales que de literatura. ¡Ojo!”-exclama, “en algunos casos encuentras buenísimos escritores como es el caso de Vítor del Árbol, mosso d´escuadra”.

“Pero si”. Se reafirma, “a veces echamos de menos que la cuestión se centre un poco más en lo literario”. A mí me interesa por ejemplo el tema de la política y la violencia. Me interesa cómo van cambiando los estilos, la escisión entre fondo y forma, entre estilo y tema. De todos modos, en este tipo de festivales, que siempre tienen una dimensión de espectáculo, no pasa nada porque se hable a veces de temas extraliterarios, ya tenemos luego el rato de copas para hablar de literatura. Los organizadores tienen en cuenta que el morbo atrae al público“. Reflexiona. ”Pero claro, yo, como autor, entre ofrecer lo que el público demanda o lo que el escritor considere que debe aportar a la literatura, me quedo con lo segundo“.

“Muchas editoriales han terminado dirigidas por un técnico de marketing y esos sí que no tienen nada que decir en cuanto al contenido de una obra”

En todo caso, -comenta Alexis, “mucho mejor que esto lo decida el escritor a que lo decida un editor. Mucho peor sería que lo decidiera un agente de marketing. Un editor, a lo mejor, podría tener algo que decir, pero el problema es que muchas editoriales han terminado dirigidas por un técnico de marketing y ellos sí que no tienen nada que decir en cuanto al contenido de una obra”.

“En mi caso, no encuentro demasiadas dificultades en este tema”. Alexis habla con cariño de sus editores porque asegura que respetan mucho su trabajo, incluso se han arriesgado a publicar cosas no comerciales, tampoco cree que sea un caso aislado. “No todos los editores van de este palo, con los que yo interacciono hacen su trabajo y no intentan hacerse ricos, quieren seguir descubriendo autores”. “Yo también sigo esa filosofía, soy de ir paso a paso, prefiero mantener mi independencia, si hace falta para comer, pues doy talleres”.

“La violencia existe y precisamente porque nos da miedo, es importante retratarla”

Alexis escribe sobre cosas que le disgustan y creo que el disgusto coincide con el de muchos lectores. “Hay que hablar de lo que nos da miedo, el sistema es violento, y contar lo que ocurre y a lo que tememos es interesante y necesario”. En sus novelas hay escenas de violencia, en las que no es difícil tener que apartar el libro por unos momentos, algunas se hacen duras de leer, son crudas y realmente capaces de conmover al lector. Sobre ello comenta el autor, “cuando entra en juego la violencia no me corto, tiene que ser desagradable, no entiendo a los escritores que describen la violencia de un modo glamuroso o divertido, el único que puede describir la violencia de esa manera es quien no ha visto la violencia de cerca, no me parece real ni creíble”. A la violencia hay que llamarla por su nombre y aunque reconoce sufrir mucho con este tipo de narraciones, tras las que puede pasar varios días sin escribir, se siente compensado con las escenas solidarias en las que intervienen personajes humildes y menos ambiciosos que muestran su parte tierna, como le ocurre a Eladio Monroy, que le lleva a diario el periódico a un vecino, o ayuda casi sin medios a buscar trabajo a un colega. Sin ánimo de destripar ninguna de sus novelas, sí adelanto que encontrarán un humor socarrón que ameniza y divierte, realismo, intriga, personajes y lugares que reconocerán paseando por las calles de Gran Canaria.

Ravelo se siente orgulloso de su trabajo, aunque dice que nunca consigue contar ni todo ni de la forma que le gustaría. Al pedirle que escoja la novela que más le gusta de las que ha escrito dice, “siempre estoy más orgulloso de la última novela, pero si tengo que elegir alguna hablaría de Los días de Mercurio”. Una novela escrita en primera persona, que empezó siendo de 300 páginas y quedó en 170. Ambientada en los años 50 en una pequeña ciudad inventada entre Aragón y Cataluña en la que se esconde un “maqui”, con un supuesto nombre, Pedro. Nunca vamos a conocer su nombre real. Mientras espera a que se pase el temporal para poder pasar la frontera, empieza a trabajar en un bar, y vive una tórrida historia de pasión con la mujer del dueño, una chica de 19 años que se ha casado para comer caliente. Para conseguir dinero y poder fugarse con ella, extorsiona al jefe de Falange que es homosexual. Lo cual significa abrir la puerta del infierno. “Estoy orgulloso porque hice algo que no había hecho antes. En cada novela intento hacer algo nuevo, cada novela es un reto, aunque trabaje con parámetros que ya conozco, intento superarme en fondo, en estilo…Me planteo el trabajo como un aprendizaje, así puedo ofrecer algo nuevo a los lectores. Esa es la razón por la que de momento Eladio Monroy está aparcado. Esa serie tiene unos personajes con unos parámetros determinados de los que no puedo salir. Tiene un tratamiento lineal del tiempo y está contado en tercera persona focalizada en el personaje. Yo no descarto mañana sacar a Eladio Monroy de su jubilación y meterlo en líos, pero de momento necesito experimentar y crear de diferentes formas. Si no aprendo cosas nuevas, no progreso y si no progreso, dejo esto”.

“Nunca debes crear un personaje que seas tú, con la polla más grande”

El oficio de la escritura es una labor de aprendizaje de la que puede salir beneficiado el lector o no. Dependiendo del caso. Alexis lee a malos y buenos, asegura que de todos se aprende. De los primeros, a saber cómo no se hacen las cosas y de los segundos, a saber cómo se crean buenas historias. Entre los imprescindibles nombra a Jorge Luis Borges y a Julio Cortázar, “mira, de hecho llevo El Aleph encima, lo releo y vuelvo a él constantemente”.

Sobre lo que no se debe hacer tiene también sus referentes. “De Dan Brown aprendí que si no puedo describir, no soy capaz, mejor estoy con la boca cerrada, no lo hago. Stieg Larsson me enseñó a no crear personajes poco verosímiles. A veces queremos crear un personaje que sea como nosotros, es decir, el autor crea un personaje igual a él y además le quita los defectos, lo equilibra y eso no funciona, el lector no es tonto, no cuela. Al final, estamos tratando la condición humana en toda su complejidad y lo perfecto no nos lo creemos. Por eso nunca debes crear un personaje que sea tú, con la polla más grande. Cuando un lector empieza un libro quiere saber qué le ocurre al personaje, si este es perfecto y sin problemas, el lector perderá todo el interés”.

“No todo el mundo sirve para este oficio”

“El escritor tiene la obligación de tener los pies muy en la tierra. Nuestro oficio es contar historias para que otros seres humanos puedan conocerlas”. Ravelo entiende tener los pies sobre la tierra como estar al día de lo que pasa en tu barrio, en tu ciudad. “Hay autores que cuando los lees notas que están encantados de conocerse y van tuteando a los ángeles, ajenos a la realidad del día que se vive en su calle, pienso que se alejan de lo que deberían hacer”. Vuelve a poner como ejemplo a Cortázar, “sus novelas están llenas de plasticidad, de cosas cotidianas. Tenía los pies tan puestos en la tierra que cuando ya era un abuelo, en vez de quedarse en su casa tranquilito se fue a la selva de Nicaragua a alfabetizar. Quería estar cerca de la sociedad, de las personas. Era un hombre muy cercano al mundo”.

Alexis está seguro que si alguien es escritor nada le va a impedir escribir. “Ese dicho de ten un niño, escribe un libro y planta un árbol ha hecho mucho daño, todo el mundo piensa que puede hacerlo. Y no todo el mundo puede escribir. Hay que tener un cierto talento y un cierto olfato. No te puedo decir qué exactamente pero una especie de maridaje con el lenguaje, un cierto gusto para unir las palabras, ese gusto lo tienes o no lo tienes. Lo demás se puede aprender, incluso hay técnicas para aprender a imaginar”.

Habla de un ejercicio de larga paciencia. “Antes de escribir hay que vivir y hay que leer mucho. Y leer con otra mirada, aprendiendo, y siempre teniendo los pies en la tierra, en realidad es difícil. No es leer y escribir, se trata de una labor que implica un cierto esfuerzo y un grado de insatisfacción, nunca vas a hacer en el papel lo que tienes en tu cabeza, nunca vas a encontrar la fórmula perfecta para contar aquello que quieres contar. Yo no me lo paso bien escribiendo, en el proceso de escritura sufro bastante, es muy satisfactorio después, pero en el proceso desgasta, llena todo el tiempo, cuando no estás delante del ordenador y estás con tu pareja viendo una serie estás pensando en el trabajo, tienes largas peleas con el lenguaje para dar con la fórmula de aquello que quieres contar, y todo eso genera un cierto estrés. Yo no entiendo a los que dicen que se lo pasan bien escribiendo, hay veces que encuentras una frase y ahí sí merece la pena. Pero yo, por lo menos paso cuatro horas delante del ordenador para sacar tres páginas como mucho. A pesar de todo, no puedo evitar hacerlo”.

En este momento está revisando una novela que no es negra, la escribió en 2011 y se publicará en mayo del próximo año.

Por otro lado está escribiendo una novela sobre la guerra civil en la isla de La Palma, la Semana Roja y el tema de los alzados. Un tema que han tratado pocos historiadores, y le gustaría reivindicar.

Alexis Ravelo ha sido reconocido en los dos últimos años con el XVII Premio de Novela Negra Ciudad de Getafe en 2013 por La última tumba, el Premio Dashiel Hammett a la mejor novela negra publicada en el mismo año por La estrategia del pequinés y el Premio Mejor Novela VLC NEGRA 2015, por Las flores no sangran.