Si hacemos caso a la mayoría de las encuestas publicadas en estos dos primeros meses de 2018, España se desplaza electoralmente hacia la derecha. Y lo hace de forma acelerada. Mientras el PSOE se estanca o crece casi imperceptiblemente y Unidos Podemos retrocede, Ciudadanos aumenta sus expectativas electorales alimentándose fundamentalmente de antiguos votantes del PP, pero también atrayendo a una parte de los que en 2016 apoyaron a PSOE e incluso a UP.
Las dos grandes formaciones de la derecha compiten en sus propuestas y medidas. Y no lo hacen mirando a la moderación o al centro político. Nada de eso. Ciudadanos descubrió en la crisis de Cataluña que su radicalismo frentista rendía más créditos en papeletas que la moderada, al menos verbalmente, intervención de Rajoy. Y, a partir de ahí, pelean en extremismo. Ocurre con la prisión permanente preventiva o con los derechos lingüísticos de las nacionalidades con idioma propio.
Y amenaza con contaminar todo el debate político. Ahora toca un populismo de derechas que juega, sin inmutarse, con el dolor de las víctimas en un país de criminalidad baja y de penas más duras que la media europea. Y olvidando que se trata de prevenir, fundamentalmente, de descubrir, detener y juzgar a las personas que cometen delitos. De educar para combatir sin fisuras el machismo que está detrás de tantas violaciones y asesinatos, una violencia de género que, paradójicamente, trivializan algunos de los que impulsan o justifican la prisión permanente revisable, la cadena perpetua disimulada.
Se trata de prevenir, como decía, pero de intentar reinsertar también; al menos eso dice la Constitución Española: “Las penas privativas de libertad y las medidas de seguridad estarán orientadas hacia la reeducación y reinserción social”. Además, está suficientemente demostrado que aquellos estados que cuentan con un sistema penal más agresivo, como los que aplican la pena de muerte, no reducen con ello los crímenes.
La derechización afecta también al sistema judicial. Se aplica la prisión preventiva -sea a titiriteros o a políticos independentistas catalanes- de forma más que cuestionable, cuando esta solo debe implementarse en casos muy determinados. Se condena con multa a un joven por suplantar con su rostro a la cara de Cristo… Se atisba un presente y futuro de restricción de libertades en medio de una absoluta pasividad social.
El movimiento progresista de las elecciones de 2015 y, en menor medida de 2016, se ha frenado. Las estrategias que planteaban un asalto a los cielos sin masa crítica ni alianzas suficientes han naufragado; y ni estamos en las vísperas de proceso constituyente alguno ni, tampoco, en la fase final del denominado régimen del 78. Más bien hay muchas más posibilidades de encontrarnos inmersos en una contrarreforma que suponga un retroceso social y una neocentralización que nos acerque, tiene poca gracia la cosa, a un modelo más restrictivo que el de la Carta Magna que tanto se desprecia por insuficiente.
No creo que las izquierdas estatales asuman valientemente su responsabilidad en lo que ocurre. Están muy ocupadas en sus cuitas internas y en sus batallas para ocupar un espacio político que se reduce: PSOE y UP podrían hoy conseguir conjuntamente 130-140 escaños frente a los 156 de las generales del año 2016. Por una vez va a resultar muy preciso afirmar que los ganadores, si los hubiera o hubiese, obtendrían una más que pírrica victoria.
Las condiciones que se dieron en medio de la crisis económica y, también, de la institucional y partidaria, con los casos de corrupción y el descrédito de la política, puede que no se repitan en mucho tiempo. Y la desmovilización del espacio progresista presenta síntomas alarmantes. No es un caso exclusivo de España. Ya hemos visto como en Francia y otros países el populismo más xenófobo ha logrado atraer el voto de sectores sociales que antes apoyaban a formaciones de izquierdas.
Centro Izquierda
Sin embargo, el electorado español sigue situado en un moderado centro izquierda, aunque es cierto que con una cierta evolución hacia posiciones más conservadoras en los últimos años, como muestran los informes de Centro de Investigaciones Sociológicas (CIS). Así, en una escala de 1 a 10 en que 1 es la extrema izquierda y 10 la extrema derecha, se ha pasado del 4,57 de enero de 2014 al 4,73 del reciente informe de enero de 2018.
Evolución del posicionamiento ideológico izquierda-derecha
Son posicionamientos que están muy alejados de las ubicaciones que los encuestados consideran que corresponden al PP y Ciudadanos. Al primero lo colocan en un 8,13, derecha pura y dura, y Ciudadanos se le acerca, con 6,76 (era 6,50 en enero de 2017). El PSOE, con un 4,49, es el que “más se parece” al perfil medio de los españoles y españolas, pero no resulta suficiente para su mejoría en expectativas electorales. Mucho más lejos queda Podemos, con un 2,18.
Valoración partidos en el eje izquierda-derecha
Se muestra un abismo entre un país de centro izquierda y unos sondeos electorales que apuntan a un amplio triunfo de la derecha. A lo que debe estar contribuyendo una enorme desafección del electorado progresista y una huida de votantes de PSOE y Podemos hacia la abstención.
Otro tanto sucede con la ofensiva neocentralizadora. Si hacemos caso a los datos del CIS en enero de 2014 un 32,8% apostaba por un estado central o por recortar las competencias autonómicas. Hoy lo plantea un 28,5%, cuatro puntos porcentuales menos que entonces. Sin embargo, el discurso nacionalista español y contrario a los nacionalismos periféricos del partido de Rivera parece ganar adeptos en las expectativas ante las urnas.
Estado autonómico
La mayoría de la muestra, un 37,9%, dato similar a los años anteriores defiende el Estado autonómico en sus actuales formulaciones; un 15,8%, el más alto de la serie en estudios (2014-2018) aboga por más descentralización. Y un 10,6%, dato superior al del 2014 (9%), se muestra favorable al derecho a decidir de las comunidades autónomas.
Y otro tanto sucede con el sentimiento identitario. La inmensa mayoría, un 56,6% en el CIS correspondiente a enero de este año, compatibiliza sin problemas sentirse español e identificarse con su comunidad autónoma, el dato más alto de la serie. Los que se sienten solo españoles o más españoles que integrantes de su nacionalidad o región suponen un 21,7%, dato no muy distinto del de enero de 2014 (22,4%). Los que se identifican más con su comunidad son el 10,7%, tres puntos menos que en 2014, y los que solo lo hacen con su autonomía alcanzan el 6,3% prácticamente igual que hace cinco años (6%).
Evolución del sentimiento identitario españolista
Los parámetros que adornan a las formaciones más conservadoras del espectro político -situadas a la derecha, más centralistas y con una mayor identidad españolista- no parecen haber crecido en el ultimo quinquenio. Pero sus perspectivas electorales sí, aunque con un significativo trasvase entre las dos derechas: los naranja ganan lo que los azules pierden. Lo que puede apuntar a que se viene produciendo una enorme desorientación y desmovilización de las izquierdas que, da la impresión, van a ser oposición durante un largo período.
El último CIS da a las dos derechas una suma del 47%, apenas dos décimas más de lo que conjuntamente sacaron en junio del 2016 (46,8%). Mientras que las izquierdas estatales PSOE y Unidos Podemos, que llegaron al 43,8% en aquella cita con las urnas hoy se moverían, según el CIS, en torno al 42,1%.
En definitiva, un país moderado puede verse gobernado por políticas que recuperan el aznarismo más duro, el de su segunda legislatura, la de la mayoría absoluta, la de la guerra de Irak y la insuperable soberbia. Lo que supondrá más liberalismo económico, menos libertades públicas y un centralismo que nos puede devolver a los balbuceantes inicios del proceso autonómico. Agárrense que vienen curvas. Pero solo a la derecha.