La ley que impera en aquellas favelas de Brasil que son gobernadas por el crimen organizado es ajena al orden gubernamental. Allí la ley no distingue, menores y adultos, hombres y mujeres, reciben el mismo trato, una suerte de Ley del Talión, el ojo por ojo. La violencia ejercida por estos grupos supone un círculo vicioso de venganzas y luchas por el manejo de la droga que no termina.
Ojo por ojo
Como en el Código de Hammurabi del siglo XVIII a.C., los grupos organizados de las favelas aplican la ley del ojo por ojo sin contemplación, pero sin el refinamiento que se presupone en la Babilonia donde se creó esta estela negra de 2,25 metros que unificó los códigos de leyes babilónicos. En el Brasil de las favelas, la ley no está escrita en piedra, está dictada por las mafias.
Lo más común, recibir un disparo en la mano si te encuentran robando en la favela. Varios videos muestran a los reos llevando el castigo con una actitud estoica. Recibir un balazo en la mano es, sin embargo, una pena con la que uno tendría que sentirse relativamente bien. La ley de las favelas cuenta con sentencias mucho más duras.
Un ejemplo de sus juicios, el de una joven de 17 años que presuntamente habría sido, en la jerga, una rata, una chivata para la policía. En escena, la joven sentada en la acera y dos de sus jueces, uno le corta el pelo con unas tijeras, el otro, con una máscara blanca como la de Anonymous, tapándole el rosto le dice: “a outra mão”, la otra mano. En el suelo, sangre. La joven, pone la otra mano en el suelo. El enmascarado, con un madero bastante contundente le aplasta la mano contra acera. Repetidas veces golpea las manos de la joven hasta quedar destrozadas. Le dicen: “você tá pensando que você vai correr?”, ¿estás pensando que vas a correr? (de ellos). Después, tras romperle la camiseta, le obligan a quitarse la parte de abajo. Tiene que ser el otro agresor quien le quite la falda porque ella no puede, tiene todos los dedos rotos. Desnuda, le gritan: “Corra! Pra lá, pra lá! Corra pro campo… Vá pra lá, rapariga…”, ¡Corre! ¡hacia allí, hacia allí! Corre hacia el campo… Ve hacia allí chica. Mientras corre, le lanzan palos, le dan patadas y es golpeada. La gente del barrio no dice nada, solo observa. Finalmente, la joven consigue alcanzar una carretera principal y salir del barrio.
Esto sucedió en el barrio de Santo Amaro, en Recife, capital del Estado de Pernambuco, en marzo de 2017.
La lucha de las facciones, entre presidios y favelas
La lucha atroz por el control de los barrios, las cárceles y la droga se da entre infinidad de bandas, algo más de 80 según fuentes del país. La principal de ellas es el llamado PCC (Primeiro Comando da Capital). Creado en 1990 en prisiones de Sao Paulo, con presencia a lo largo de la mayor parte de las principales provincias.
El CV (Comando Vermelho), Comando Rojo en español, es el más antiguo, creado los años 80 en Río de Janeiro, hoy en día con presencia en 13 de los 27 estados de Brasil.
La FDN (Familia do Norte), con gran control sobre la zona del Amazonas.
Al sur, el PGC (Primeiro Grupo Catarinense), con control sobre la droga que fluye desde Paraguay, Bolivia y Perú.
Los conflictos y alianzas entre bandas se suceden en las cárceles y fuera de ellas. En la última gran revuelta, presos de las facciones del PCC y de la FDN se enfrentaron en una reyerta que dejó 56 muertos. Los videos filtrados mostraban los cuerpos mutilados y decapitados de las víctimas.
Actividades en las redes
Como ya vimos con el problema del narcoterrorismo en México, estas bandas suben los videos de sus actividades a internet para meter miedo a grupos rivales o frenar los deseos de dar chivatazos y traicionar a la propia banda. Uno de los más famosos, es el de Déborah Bessa, de 19 años, sucedido el pasado enero en Rio Branco, Acre, al noroeste de Brasil. En el video, 3 hombres encapuchados y una joven arrodillada en medio de la selva. Uno de ellos sujeta a la chica por el pelo, saca un machete y le empieza a cortar la cabeza mientras otro se abalanza y apuñala a la víctima en el estómago repetidas veces. Finalmente enseñan la cabeza a la cámara lanzando insultos y amenazas. En una entrevista a la salida de juicio, uno de los relacionados con el crimen afirmó de Déborah: “acabou com a vida de muitas outras pessoas também… era uma mulher, mas era uma mulher muito perigosa, você está entendendo?”, acabó con la vida de muchas personas también… Era una mujer, pero era una mujer muy peligrosa, ¿usted está entendiendo?
Videos como este y los anteriores son la nueva propaganda de estos grupos. El uso de redes sociales es aprovechado para dar salida a amenazas, comunicados y crímenes de las bandas organizadas que operan en las favelas, haciendo ostentación de armas, mujeres, dinero y drogas.
El funk, el sonido de las favelas
En los barrios se arremolina la gente en torno a unas fiestas de funk que son ahora símbolo musical de las favelas, con gran atracción turística. Pese a su carácter controvertido, dado que algunas de sus letras hacen apología de la violencia de las bandas, acabaron siendo consideradas como movimiento cultural por la Asamblea Legislativa de Río de Janeiro en 2009.
Nacido a finales de los años 80 en Río de Janeiro, el funk se ha ido consolidando durante las pasadas décadas hasta hoy. Con letras que exaltan la sexualidad y bailes de tendencia obscena, este funk es el himno de algunas de las principales favelas. El llamado baile de favela es, además, destino obligado para los turistas que busquen experimentar la música local y la vida diaria de los barrios más humildes. Pese a ello, es también objeto de críticas por esa apología de la violencia con la que los grupos organizados atraen a la juventud de los barrios más desfavorecidos, en donde la alta criminalidad hace de las bandas un refugio. Drogas, sexo, armas, amenazas a grupos rivales, miseria y, en definitiva, aspiración al dinero y al poder, son un canto por desgracia muy oído en este género musical, reflejo de la mala situación en la que se encuentra la población de algunas de las principales favelas conflictivas de Brasil, como Rocinha, en Río de Janeiro, o Paraisópolis, en Sao Paulo.
Tras la consolidación del funk como género musical y la aceptación gubernamental como movimiento cultural, el ambiente que gira en torno a estas fiestas sigue siendo objeto de controversia. Las presuntas asociaciones de algunos de los principales personajes del panorama artístico a las bandas, no hacen sino ensombrecer este movimiento musical, al que no pocas veces se asocia con el crimen organizado.
La respuesta gubernamental al régimen
El problema de las favelas que se extienden por Brasil es la falta de control y rigor. Muchas de ellas carecen de agua, tendido eléctrico, desagües y de los medios básicos de una vivienda digna. Estas barriadas han ido desarrollándose por el extrarradio de las ciudades y sus laderas de manera precaria y anárquica. Aquellas que no están pacificadas son controladas por las mafias de la droga. Los disparos son comunes y la gente joven cae fácilmente en sus redes.
El pasado febrero, el ministro de defensa brasileño Raúl Jungmann anunció órdenes de registros para barrios enteros. Los habitantes de la zona temen la actuación militar porque el resultado puede ser aún peor. Las características del trazado urbano de las favelas, hacen de la lucha entre fuerzas del orden y las bandas una caza del gato y el ratón laberíntica imposible de llevar a cabo, dejando a su rastro solo muerte. El último ejemplo, en octubre del pasado año en la favela Rocinha, donde varios días de enfrentamientos sembraron el caos.
El problema de las favelas es complejo. La desarticulación de las bandas resulta casi imposible, la complicidad del gobierno y los sobornos complican aún más la situación. La solución, pese a las dificultades, pasa por la regularización de los barrios, la formación y la educación de la juventud y, sobre todo, por tirar abajo una la cultura de la droga y el poder que alimenta a las bandas y hace de la violencia y círculo vicioso difícil de parar.