Silenciadas, discriminadas o maltratadas por el hecho de ser mujer. Cada 8 marzo se celebra su día para recordar al mundo que la lucha por la igualdad entre hombres y mujeres aún no se ha alcanzado. A lo largo de la historia hemos visto cómo mujeres transgresoras y dueñas de sus vidas han sido ocultadas y menospreciadas por la sociedad. Personajes reales y de ficción nos regalaron sus proezas pero también nos recuerdan que la injusticia hacia las mujeres es antigua. Los libros de texto escolares encumbran a los hombres conquistadores y nunca nos preguntamos si hubo alguna mujer entre los aventureros. Nos aprendimos a Cortés o Pizarro pero hubo una extremeña ignorada, Inés Suárez, que fundó lo que hoy conocemos como Chile. La primera premiada por el Nobel de Física, Marie Curie, tuvo que comenzar sus estudios superiores de manera clandestina por el hecho de ser mujer. Y en el siglo XIX, Gustave Flaubert, con su célebre obra Madame Bovary, buscó a través de su protagonista cuestionar la sociedad prejuiciosa del momento en la que el hombre era dueño y señor del espacio más ínfimo de la mujer.
En nuestros días, la discriminación no ha desaparecido solo que las formas y maneras han cambiado. El progreso social también ha traído nuevos mecanismo para controlar y violentar, por lo que la dimensión práctica se ha modificado pero su trasfondo sigue perpetuándose generacionalmente.
La discriminación laboral es un hecho creciente. Según la última Encuesta de Población Activa (EPA) las mujeres sufren una mayor tasa de desempleo (24,7%) que los hombres (22,8%), los trabajos más precarios son para ellas y lejos de alcanzar la paridad, la brecha salarial se acentúa. En este sentido, UGT presentó un informe en el que se detalla que esta diferenciación se sitúa en torno al 24%, siendo superior a la media europea. Y en los datos aportados por el Instituto Nacional de Estadística referentes a 2011, el salario anual frecuente en mujeres representó el 78,4% del salario anual frecuente en hombres.
Por otra parte, los consejos de administración de las empresas apenas están compuestos por mujeres. Las que se encuentran en los órganos directivos de las empresas del Ibex35 suponen un bajo 16,8% mientas que tres de estos grupos ni siquiera tienen una sola directiva. El techo de cristal es esa barrera invisible que impide a muchas mujeres ascender en el escalafón profesional. No hay leyes que amparen esta práctica sino que se asienta en prejuicios e ideas preconcebidas acerca de la mujer. Por eso vemos pocas ejecutivas o presidentas de una empresa. A ello se suman las dificultades impuestas para poder compaginar la vida laboral con la personal; muchas mujeres después de finalizar su jornada deben realizar las tareas domésticas y esto produce, en algunos casos, estrés y pérdida de ocio y descanso.
Rosalía Rodríguez es profesora de Sociología en la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria y experta en materia de género, reconoce que “la discriminación positiva será necesaria mientras a los hombres se les suponga y las mujeres tengan que demostrarlo”. La Ley de Igualdad aprobada en 2007 persigue, entre otros ámbitos, la denominada democracia paritaria. Recoge que en los grandes órganos del Estado la representación de cada sexo no puede superar el 60% ni ser menor al 40%. Pero por ejemplo, en el Congreso de los Diputados, de 350 parlamentarios, 139 son mujeres, de manera que no se alcanza el valor estipulado, quedándose en un 39,7%.
“Para ser víctima solo hace falta ser mujer”
El año pasado en Canarias se atendieron a 13.264 mujeres por violencia de género, según el Instituto Canario de Igualdad. En los datos recabados de este año y que corresponden al mes de enero, se produjeron 1.047 llamadas al 112, mientras que en el mismo mes del año anterior fueron 1.005, de modo que se ha producido un incremento del 4,1%. Como afirma Ángeles García, presidenta de la ONG Mujeres Solidaridad y Cooperación, “cualquier mujer es susceptible de ser víctima de violencia de género”. No responde a ningún perfil, no se enmarca dentro de aspectos económicos, religiosos, de etnia ni académicos, “solo hace falta ser mujer”, afirma Elena Máñez, presidenta del Instituto Canario de Igualdad.
Ángeles García detalla que la violencia no comienza por un golpe. Se empieza por menospreciar a la mujer, aislándola, minando su autoestima o haciéndole creer que su palabra no vale. Después llegan los golpes. “Los maltratos psicológicos son mucho más peligrosos, aunque es cierto que con el físico se puede terminar en la muerte, pero el psicológico es la muerte en vida”. El miedo también las envuelve “hay mujeres con el agresor ya fallecido y siguen teniendo el miedo en el cuerpo, así que imagina el tiempo que han estado sometidas al maltrato”, afirma Ángeles. En su asociación tratan especialmente a mujeres que han padecido violencia de género, las escuchan desde el primer momento sin cuestionarlas, informándolas para que ellas tomen la decisión más adecuada. Aquí se les ofrece asesoramiento psicológico, laboral y jurídico y atienden a los menores que también han padecido la violencia hacia su madre.
Es difícil determinar sí los casos de maltrato han aumentado. “Siempre los ha habido, solo que ahora se están destapando más casos, la mujer ya no se calla y denuncia”, expresa Ángeles García. Antes la violencia hacia la mujer era conocida como crimen pasional y no escandalizaba a la sociedad, “sucedía en lo privado, en el interior de una pareja, y se creía que nadie tenía por qué actuar” recuerda Rosalía Rodríguez. Lo que es indudable es que existe una bolsa de maltrato oculta que se detecta por la media de años que tarda una mujer en denunciar a su agresor, que está entre 6 y 7 años, según el Instituto Canario de Igualdad. “Llegan muchas mujeres pero nunca habían denunciado, hay muchas que llevan toda la vida sufriendo violencia”, declara Elena Máñez. La directora recalca la importancia de que den el primer paso, que llamen al 112 -donde hay un servicio especializado para atender a las mujeres víctimas de maltrato- porque es el único modo de perder esa invisibilidad que las mantiene ocultas y sin poder acceder a las herramientas para su liberación.
Además, en nuestra comunidad, la situación se agrava debido a que la tasa de desempleo es más alta y muchas mujeres por miedo, por inseguridad o por incertidumbre no acusan a sus parejas.
A pesar de los datos desesperanzadores, Ángeles confiesa que la recuperación es posible pero el camino es largo y necesita de continuidad en el tiempo, “no podemos estar esperando una subvención porque si cortamos el proceso es una aberración”, se lamenta la presidenta de la ONG. Ella ha visto muchos casos en los que la mujer recobra una vida totalmente normalizada, “las secuelas son duras, te levantas con miedo pero es recuperable”.
La discriminación y violencia hunden sus raíces en la sociedad patriarcal que impera desde hace siglos. Rosalía Rodríguez señala que la historiadora y feminista Gerda Lerner sitúa el comienzo del patriarcado en Oriente Próximo y Asia Central hace 3.500 años y que fue reforzándose con la creación de elites militares y religiosas, por lo que este sistema nació incluso antes que la sociedad de clases y la esclavitud. En la actualidad, la dominación masculina abarca los ámbitos políticos, económicos y sociales. “A nivel social el patriarcado supone la centralidad del varón y lo masculino, frente a la mujer y lo femenino”, subraya Rosalía.
Elena Máñez considera que la situación actual de violencia se nutre además de un retroceso ideológico por parte del Gobierno que no lucha por las políticas de igualdad tratando de invisibilizarlas, como por ejemplo, suprimiendo la norma por la cual una mujer debe presidir la Comisión de Igualdad o modificando la ley del aborto. Además se está produciendo un renacimiento de productos culturales que rememoran los clichés del pasado en el que la mujer es una mártir por amor que debe salvar a su cruenta pareja. Mujeres que simbolizan sensiblería, debilidad y sumisión frente al varonil, aguerrido y dominador hombre. Estas ideas se sostienen en sagas y películas como Crepúsculo o 50 Sombras de Grey que han calado bastante en la adolescencia.
Nuevas formas de dominación
La irrupción de las nuevas tecnologías y las redes sociales ha supuesto la introducción de mecanismos de control a través del Facebook o el móvil. Lo preocupante es que un tercio de los jóvenes considera normal este tipo de comportamiento. Esta cifra se desprende del último informe sobre percepción de violencia de género del Ministerio de Igualdad. Desde la ONG Solidaridad y Cooperación reconocen que están empezado a tener casos de chicas jóvenes controladas por sus parejas mediante mensajes sobre su manera de vestir o lugares que frecuentan. “No olvidemos que el control es una forma de más de violencia y que lleva al micromachismo”, sostiene Ángeles. Esta teoría también la respalda Elena Máñez que asegura que se está incrementado la violencia en jóvenes y adolescentes, “si hay jóvenes que consideran que el control es normal estamos ante un modelo de relación perversa que puede aumentar la violencia contra ellas”.
El lenguaje y la percepción que tienen los demás de las mujeres también están condicionados por la cultura patriarcal. Expresiones como soltero de oro o solterona expresan esta disparidad. La cultura del consumismo y la publicidad favorecen la cosificación de la mujer ofreciéndola como un simple cuerpo. Desde pequeñas hay niñas que sufren insultos por su físico o las comparan con otras compañeras. “Esto también es una forma de violencia y hay que recordar que la mujer no es un cuerpo”, reitera Ángeles.
Una brecha digital y en las mujeres mayores de 45 años
Muchas mujeres por cuestiones personales y dificultades para acceder al mercado laboral vieron limitadas sus posibilidades de aprendizaje en este terreno. Por esta razón, el número de mujeres de esa edad y que no saben desenvolverse en el nuevo entorno tecnológico es mayor que el de los hombres. Este desconocimiento puede conducir a una cierta marginación y exclusión digital ya que vivimos en el era de la información y comunicación. Por ello el Instituto Canario de Igualdad financia un programa para combatir la desigualdad en el uso y acceso a internet y que organiza en colegios de diferentes localidades de las islas.
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