En 1991 se produciría uno de los hechos notables de la escena rock de las últimas 30 décadas. La entonces desconocida banda Pearl Jam asaltaba la escena internacional con la publicación de Ten, su álbum debut que desde un primer momento le abrió las puertas desde Seattle, cuna del movimiento grunge del que fue una de las formaciones abanderadas, a prácticamente cualquier rincón del planeta donde el rock tenga presencia.
Aquel fue el nacimiento de lo que terminó por ser uno de los grandes grupos de rock de todos los tiempos. Hoy, nueve álbums de estudio más tarde y casi 30 años después de su presentación oficial, Pearl Jam sigue girando por medio mundo llenando pabellones y estadios y recibiendo casi por aclamación la bendición tanto de la crítica como del público. Entre el rock clásico y el punk, la banda americana se ha mantenido firme durante todo este tiempo en su filosofía musical, en la que cabe también con brillantez la experimentación musical en la que se mantienen firmes y su sólido compromiso ante el combate político y social.
Así, como una banda veterana que sin embargo sigue irradiando la misma fuerza e hipnotismo que en sus inicios, Pearl Jam se ha dado un salto a Europa en este inicio de verano para llevar a cabo una exitosa gira en la que han colgado el cartel de “no hay billetes” en casi todas sus actuaciones programadas.
El pasado 12 de junio, siendo un martes, iniciaron este nuevo recorrido por el viejo continente con un concierto en Holanda, en el magnífico recinto del Ziggo Dome de Ámsterdam. Lleno absoluto, como también lo hubo al día siguiente, en el mismo espacio, y con un público entregado que disfrutó de uno de los mejores directos que se puede presenciar en la actualidad en el panorama rock internacional.
Pearl Jam ofrece un espectáculo tan sobrio como potente. Una puesta en escena clásica y solvente, sin grandes estridencias y con las muchas veces energía arrolladora de sus canciones con las que han crecido ya varias generaciones de amantes del rock. Así, ayudados por la magnífica acústica del recinto elegido para la actuación, los estadounidenses ofrecieron un excelente concierto durante algo más de dos horas. Dos horas largas. Y el público lo disfrutó y se lo agradeció. La conexión entre lo que pasaba arriba del escenario y lo que se vivía abajo fue absoluta. Sus grandes éxitos fueron coreados de principio a fin por los más de 15.000 espectadores que vieron como el rock puede ser tan verdadero como cercano guiados por una suerte de antihéroes que de lo sencillo hacen oro.
Vale que la voz de Eddie Veder no tiene la misma fiabilidad de años anteriores (como anécdota comentar que pocos días después de este inicio de gira europea Pearl Jam aplazó su concierto en Londres a causa de una afonía severa de Veder), pero la banda suena tan potente y compacta como siempre y el resultado final, en sus directos, sigue siendo indiscutible.
Con más de 60 millones de discos vendidos, con auténticas joyas como el ya nombrado Ten o su continuación Versus (entre muchos otros) la fuerza de esta formación originaria de Seattle sigue siendo sus directos. En este, en el primero de los 15 conciertos programados en esta presente gira europea, enlazaron un total de 26 canciones, desde Long Road, con la que abrieron el espectáculo, hasta Indifference, con la que echaron el cierre ante una audiencia rendida.
Canciones como Low Light, Coduroy, Do The Evolution, Even Flow, Red Mosquito, Not for you, Daughter, Betterman, entre muchas otras, formaron parte de la estructura de la parte central del concierto.
Pearl Jam es un grupo vivo, con repertorios que pueden cambiar notablemente de una día para otro. Así como grupos como Guns and Roses llevan girando casi dos décadas (entre cambios de formaciones e idas y venidas de su cantante Axel) prácticamente con el mismo listado de canciones y los mismo bloques de desarrollo, Veder, Ament , McCready y compañía hacen y deshacen casi a tiempo real, conciertos muy distintos de una ciudad a otra. Por poner sólo un ejemplo de lo que sucedió en sus dos días de actuaciones en Ámsterdam: los que asistieron a la segunda cita sí tuvieron la oportunidad de presenciar en directo la brillante versión del tema originario de Neil Young, Rocking in a free world.
En ese discurrir de alternancia puede suceder que se dejen fuera del repertorio su última creación, el Can’t deny me, que es nada más y nada menos que la última canción hecha pública en los últimos cinco años. Su último trabajo de estudio, Lightning Bolt, fue publicado en 2013. Pues para aquella cita del 12 de junio ni rastro de esta canción, como tampoco aparecieron otras de los temas que definitivamente les han hecho grandes a lo largo su historia como banda, Rearviewmirror y Animal. Un día después, estas tres canciones sí sonaron.
Por muchas de esas canciones que ellos deciden dejar tocar en sus directos muchas formaciones de rock podrían matar. El día que se decidan a armar un repertorio con sólo lo mejor de sus grandes éxitos (con todo lo subjetivo que pueda ser esta premisa) darán vida posiblemente uno de los mejores conciertos de rock de la historia. Y ojo, en estas casi tres décadas de conciertos es prácticamente nulo el momento en el que sientes que la energía está decayendo. Pearl Jam es un gigante, del primero al último tema.
Los estadounidenses arrollan ahora con la excelencia de una madurez bien llevada; otro reflejo igual de exitoso de aquella energía incendiaria con la que se abrieron al mundo con la publicación y posteriores conciertos de su disco Ten. No hay grietas recriminables en la banda y la voz de Veder aguanta el envite sustentado también por su carisma y su cercanía con el público. Otro detalles más: casi en la práctica totalidad de países que visita, el cantante interactúa con el público, no sin las lógicas dificultades, en su idioma natal. Lo hace con el portugués de Brasil, con el castellano de Chile y lo hizo en esta ocasión para su público en Holanda.
Se agradece que Pearl Jam sean fieles a sus impulsos primerizos y así incluyan en su repertorio muchos de los temas con los que apuntalaron su grandeza allá en la década de los noventas. Escuchar en directo en pleno año 2018 creaciones maravillosas como Black produce sensaciones cercanas al éxtasis; y así se lo reconoció el entregado público que asistió al Ziggo Dome, con una comunión absoluta con la banda en cada uno de los más 400 segundos que duró esta canción.
El primer amago de despedida del escenario llegó después de la interpretación de Betterman, otro de los temas sublimes de Pearl Jam. Lo que vino después fue el perfecto punto y final para un concierto que ya había cumplido de manera sobrada con las expectativas. Los últimos 25 minutos quedaron para Yellow Moon, Footsteps, Jeremy, Why Go, Porch, Black, Alive, Fuckin Up e Indifference. ¡Gracias!
El resto de la noche quedó para las fiestas temáticas que se multiplicaron en los bares alrededores de Ziggo Dome justo en esas horas en las que el concierto, ya en forma de recuerdos, se fue sedimentando poco a poco en las entrañas, justo en esas horas posteriores en la que todos los asistentes al concierto caímos en la cuenta de manera natural que después de ese 12 de junio éramos un poco más felices.