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LA IMPORTANCIA DE RECORDAR. FRANCESC BOIX Y EL CAMPO DE CONCENTRACION DE MAUTHAUSEN-GUSEN

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El día cinco de mayo del año 1945, un pelotón del escuadrón de reconocimiento número 41 dependiente, éste, de la décimo primera División Armada del tercer ejército norteamericano, al mando del sargento primero Albert J. Kosiek, llegó hasta las puertas del campo de concentración de Mauthausen-Gusen. Una vez allí, los soldados desarmaron a los pocos guardias y “kapos” que aún permanecían en el recinto, para, luego, abandonarlo y reunirse con el grueso de su unidad. El resto de las tropas norteamericanas llegó hasta el campo un día después, momento en el que los prisioneros supervivientes les recibieron con una gran pancarta escrita en castellano. 1

Todo esto se logró con la plena y consciente complicidad del régimen nacional católico del general Francisco Franco y, en especial, del cuñado de su mujer, el ministro de la Gobernación -reconocido por su germanofilia y filonazismo durante la Segunda Guerra Mundial- Ramón Serrano Suñer. Este último fue quien asumió toda la responsabilidad, frente a los representantes del Reich Alemán, para lograr que los refugiados españoles que permanecían en la vecina Francia terminaran siendo deportados a los mataderos humanos diseminados por buena parte del continente europeo.

Tal y como se detalla en el libro Los últimos españoles de Mauthausen, escrito por Carlos Hernández de Miguel: Entre el 16 y el 25 de septiembre de 1940, Serrano Suñer visitó Berlín y se reunió con Hitler, Himmler y Heydrich, jefe del Departamento Central de Seguridad del Reich (RSHA). El día en el que el ministro de la Gobernación franquista abandonaba Alemania, Heydrich difundió una orden muy específica titulada “Tratamiento en los territorios alemanes y exteriores de los antiguos combatientes rojos españoles”. En ella se decía: “Por orden del Führer (...) de entre los combatientes rojos de la guerra de España, por lo que a los súbditos españoles se refiere, procede directamente su traslado a un campo de concentración del Reich”. A partir de ese momento, los españoles que permanecían en campos de prisioneros de guerra, donde se respetaba la Convención de Ginebra, fueron seleccionados y enviados a los campos de la muerte. 4

Francesc Boix Campo (Barcelona, 14 de agosto de 1920 - París, 4 de julio de 1951) fue uno de aquellos españoles deportados hasta los campos de concentración y exterminio creados por el Reich alemán. En su caso, tras ser apresado durante la invasión de Francia por las tropas germanas, se le confinó en el campo de prisioneros de guerra Stalag XI-B, en Bad Fallingbostel, lugar donde aprendió a hablar el idioma de los invasores. El 27 de enero del año 1941 se le envió al campo de concentración de Mauthausen-Gusen y se le registró con el número 5.185. Una vez allí, declaró que su profesión era la de fotógrafo y que sabía alemán, dos circunstancias que le permitieron ser testigo de las atrocidades cometidas por quienes estaban empeñados en imponer su ideología exterminado a todos aquellos que se interpusieran en el camino y, en el camino, tomar pruebas documentales de ello.

Y es el mismo Francesc Boix Campo el protagonista principal del álbum gráfico, Le Photographe de Mauthausen, publicado, éste, por la editorial belga Le Lombard, en el año 2017 y, posteriormente, por la editorial española Norma, un año después. El fotógrafo de Mauthausen, obra del guionista Salva Rubio, el dibujante Pedro J. Colombo y la colorista Aintzane Landa ya se analizó en esta misma sección, durante el mes de noviembre del año 2018 (12 y 17.11) y a lo largo de dos artículos; uno dedicado a la figura del fotógrafo español y el segundo en el que se recogían las palabras del guionista Salva Rubio.

Ahora, coincidiendo con el setenta y cinco aniversario de la liberación del campo de concentración, me he puesto en contacto con el dibujante y con la colorista de la obra gráfica para que me cuenten más cosas sobre la creación de una obra fundamental dentro del mercado editorial histórico actual, y que debería servir para que la sociedad española no se olvide de lo importante que es aprender de las experiencias del pasado, para así no volver a cometer los mismo errores en el presente.

© Eduardo Serradilla Sanchis, Helsinki, 2020

Textos © Salva Rubio, 2020

Dibujos © Pedro J. Colombo y Aintzane Landa, 2020

Edición española © Norma Editorial, 2020

El día cinco de mayo del año 1945, un pelotón del escuadrón de reconocimiento número 41 dependiente, éste, de la décimo primera División Armada del tercer ejército norteamericano, al mando del sargento primero Albert J. Kosiek, llegó hasta las puertas del campo de concentración de Mauthausen-Gusen. Una vez allí, los soldados desarmaron a los pocos guardias y “kapos” que aún permanecían en el recinto, para, luego, abandonarlo y reunirse con el grueso de su unidad. El resto de las tropas norteamericanas llegó hasta el campo un día después, momento en el que los prisioneros supervivientes les recibieron con una gran pancarta escrita en castellano. 1

Todo esto se logró con la plena y consciente complicidad del régimen nacional católico del general Francisco Franco y, en especial, del cuñado de su mujer, el ministro de la Gobernación -reconocido por su germanofilia y filonazismo durante la Segunda Guerra Mundial- Ramón Serrano Suñer. Este último fue quien asumió toda la responsabilidad, frente a los representantes del Reich Alemán, para lograr que los refugiados españoles que permanecían en la vecina Francia terminaran siendo deportados a los mataderos humanos diseminados por buena parte del continente europeo.