Un anciano de 88 años pasa cinco días en un pasillo de urgencias del Insular: “No podemos aceptar esto, es una aberración”
“No podemos aceptar esto. Es una aberración”. Antonia Rosa Martel denuncia que su padre, un médico jubilado de 88 años, ha pasado casi cinco días en los pasillos de las urgencias del Hospital Insular de Gran Canaria. Ingresó la mañana del pasado viernes por una infección urinaria. A mediodía, un facultativo del servicio llamó a su familia para informarle de que debía quedar hospitalizado. Sin embargo, no había cama en planta a la que derivarlo, por lo que ha tenido que esperar en una camilla en urgencias hasta que este martes ha sido trasladado al área de tránsito a la espera de que se libere una plaza.
“Estamos desesperados, en vilo”, afirma Martel. Cuenta que en todo este tiempo solo lo pudo ver el domingo y media hora. El resto de días las visitas se habían suspendido. “Estaba en un pasillo, enfrente de unos ascensores y, por suerte, había unas ventanas. Detrás de la de mi padre, había como unas cinco camillas por un lado y cinco en el otro. Es terrible tener tanto tiempo a una persona en esas condiciones, nadie se merece eso. No se les puede visitar, no pueden ver la televisión, entretenerse... Están arrimados horas y horas. Y hay algunos que han estado más que mi padre”, comenta.
Martel relata que en este tiempo sí ha podido hablar con su familiar por teléfono. “Le presté un móvil. Ha estado llamándome desesperado pidiendo que, por favor, lo sacaran de ahí. Estamos indignados. No hablo solo por mi padre, sino también por la gente que estaba allí. Había ancianos, gente joven también y nos pedían que dijéramos algo. El personal es muy amable, nos animan a hablar, dicen que no es puntual, que es la tónica habitual”.
Hace justo un año, 22 facultativos del servicio firmaban una dura carta en la que alertaban de que la seguridad clínica de los pacientes estaba “gravemente comprometida” por una sobreocupación asistencial que rozaba el 200%. “No queremos trabajar menos, sino asistir con dignidad a los enfermos”, decían en aquel momento, con alrededor de 75 pacientes esperando en urgencias por una cama en las plantas de hospitalización.
Doce meses después, el problema, lejos de mejorar, se ha cronificado. Fuentes sanitarias señalan que este martes había 104 pacientes en urgencias pendientes de ingreso, con los pasillos de nuevo llenos. Los profesionales insisten: no se trata de un pico puntual provocado por el incremento de la demanda asistencial debido a los casos de gripe A, como sostiene la dirección del centro, sino que es un problema estructural de saturación del complejo que se manifiesta en las urgencias con el hacinamiento de los pacientes.
Las protestas se han sucedido en los últimos años en distintas formas sin que, hasta la fecha, los gestores hayan sido capaces de encontrar una solución efectiva y duradera. Los sanitarios han explicado con insistencia, a través de escritos, manifiestos y declaraciones públicas, que los colapsos en urgencias se deben a una conjunción de factores.
Por un lado, al envejecimiento de la población, al cada vez más elevado número de pacientes de avanzada edad y con pluripatologías que requieren una mayor asistencia no solo en el ámbito sanitario, sino también en el sociosanitario. El consejero de Sanidad del Gobierno canario, Blas Trujillo, afirmaba hace unas semanas en el Parlamento regional que había más de 300 mayores ingresados en los hospitales de las Islas pese a tener el alta médica, bien porque sus familias no pueden hacerse cargo de su atención en sus domicilios o por la falta de plazas en residencias y los problemas de acceso al sistema de Dependencia.
A ello se le unen las carencias del centro, tanto de espacio físico como de personal. El área de urgencias no es capaz de drenar el volumen de pacientes que llega debido a la falta de camas en las plantas de hospitalización. El área de tránsito habilitada tras las protestas de finales del año pasado ha sido insuficiente para aliviar los colapsos.
El Servicio Canario de Salud (SCS) sigue confiando la solución de los males que aquejan a las urgencias en particular y al complejo en general a la ampliación del hospital en la parcela que ocupaba el Colegio Universitario de Las Palmas. Sin embargo, siete meses después de que el Cabildo de Gran Canaria formalizara con Sanidad la cesión del edificio, “no se ha movido ni una piedra”, afirma uno de los sanitarios consultados. El Consejo de Gobierno autorizó el pasado 21 de septiembre un gasto de 2,3 millones de euros para las obras de derribo del viejo inmueble.
Otro de los factores al que aluden los profesionales es, precisamente, la falta de personal. La gerencia del centro cuenta con una plantilla volante de Enfermería a la que va desplazando por servicios en función de las necesidades, lo que permite incrementar el número de efectivos en los momentos de mayor colapso de urgencias. Aún así, la sobrecarga de trabajo es muy elevada. “No hay día que no salga de la guardia sin pensar si me he dejado algo atrás, son demasiados pacientes, es angustiante”, señala uno de ellos. El escenario se complica en el caso de los profesionales médicos, ya que son menos. En cinco años se marcharon de este servicio 36 facultativos adjuntos ante una situación que algunos calificaban de “insostenible”, como la de tener que asumir hasta 50 pacientes por guardia.
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