Los años oscuros en Tefía, centro de reclusión franquista para homosexuales y condenados por “vagos y maleantes”
“La conquista de derechos y libertades no es algo definitivo y tenemos que estar alerta siempre”. Es la lección que extrae Miguel Ángel Sosa tras sus años de entrevistas a personas que sufrieron la represión franquista por su orientación sexual o su identidad. El escritor canario es pionero en contar la historia de quienes tuvieron que soportar ser internados en La Colonia Agrícola de Tefía, en Fuerteventura, y que plasmó en su novela Viaje al centro de la Infamia. “Solo faltaban los hornos crematorios”, le describió Octavio García, uno de los internos en este lugar, ya fallecido en 2018, que llegó a comparar su vivencia con los campos de concentración nazis por los trabajos forzados a los que era sometido y las penurias que pasó. Su historia y la de otros como Juan Curbelo Oramas le sirvieron al escritor de base para recrear la dureza que allí se vivió. Años más tarde, el actual director general de Diversidad del Gobierno de Canarias, Víctor Ramírez, también investigador sobre la represión en las disidencias sexuales y el movimiento LGTBI, aportó una investigación tomando como base los testimonios de la novela y buceando en los archivos históricos. Ahora, la historia de este símbolo de represión será convertida en serie de ficción de la mano del guionista Miguel del Arco y ya ha comenzado el rodaje.
Miguel Ángel Sosa llegó a la historia del centro de Tefía por un recorte de prensa. Nunca había escuchado hablar de esta prisión, pese a dedicarse a la historia. “El silencio fue lo que más me llamó la atención”, afirma. Entonces, se había propuesto escribir sobre cómo habían vivido en Canarias las personas homosexuales durante el franquismo, pero si algo le marcó, fueron las entrevistas que pudo hacer para documentarse. Con el peso de esos testimonios, la novela que entonces pensaba escribir se transformó en otra que contó el horror de lo vivido en el centro. Señala que a Octavio García en un principio le costó abrirse, pero poco a poco se fue liberando hasta el punto de que le permitió poner su nombre real en el texto. Otra de las víctimas de esta represión, Juan Curbelo Oramas, le pedía que sacara a la luz esta terrible historia y formuló una frase que se le quedó marcada; que él es “homosexual, pero no ningún delincuente”. “Piensa que fueron muchos años de su vida, lo trataron mal, de forma vejatoria y que te encierren en un sitio sin haber hecho nada, solo por ser homosexual…” lamenta el escritor recordando esas entrevistas.
Ramírez (autor del libro Peligrosas y revolucionarias. Las disidencias sexuales en Canarias durante el franquismo y la transición) indica que la Ley de Vagos y Maleantes fue aprobada durante la II República “con el objetivo de rehabilitar y proteger a la sociedad de aquellas personas que tenían determinadas circunstancias por las que se consideraba que podían llegar a ser consideradas un peligro público”. La norma hacía así referencia a personas sin hogar, sin trabajo, en contexto de prostitución… En teoría, se pretendía rehabilitar a estas personas consideradas como “marginadas sociales”, pero fue utilizándose como instrumento de represión y endureciéndose durante el franquismo. En plena dictadura se reformó esta ley, de manera que los homosexuales empezaron a ser considerados como “peligrosos sociales” dentro de la ley de vagos y maleantes. Contra las personas homosexuales además se utilizaba el Código Penal para reprimirlas a través del delito de escándalo público. Para “rehabilitarlas” pasaban por centros de trabajo o colonias agrícolas, donde realizaban trabajos muy duros como picar piedra.
Durante los años de funcionamiento, al igual que en otras colonias agrícolas, en Tefía las personas internas realizaron muchos trabajos forzados. Les obligaban además de a picar piedra en una cantera, a levantar muros, hacer pavimentos... Todo ello con muy escasa alimentación, “casi los mataban de hambre”, destaca Ramírez. Es por ello que algunos internos en estas circunstancias se vieron reflejados en los campos de concentración alemanes. El hambre, las palizas, los insultos, la humillación… era la tónica que describen. Miguel Ángel Sosa también subraya el hambre que se pasaba según las palabras de los propios entrevistados. En el caso de Octavio García, el escritor rememora que le gustaba mucho leer y que sabía cómo había funcionado el exterminio nazi, de ahí que hiciera esa comparación. También destaca de él la oportunidad que tuvo años más tarde de sentirse apoyado por los colectivos LGTBI que se dieron cita en un homenaje en Tefía, donde también se animó a contar su historia.
El señalamiento, la identidad y la clase social
El actual director general de Diversidad insiste en que en el centro de Tefía no solo estuvieron internas personas homosexuales. De las 300 o 350 personas que estuvieron ahí, se estima que fueron unas 20 las condenadas por su orientación o por su identidad sexual. No obstante, solo entre el año 1954 y 1970 se abrieron 192 expedientes a homosexuales en Canarias, y 70 acabaron en condenas. Por tanto, no solo eran recluidas en la Colonia Agrícola de Tefía (que se mantuvo abierta desde 1954 hasta 1966), sino en otras prisiones de Gran Canaria, Tenerife o La Palma. Miguel Ángel Sosa añade que por ser homosexual existía una doble condena, que era la de estar apartado del resto de reclusos para no “pervertirles”. La disidencia sexual estaba entonces muy perseguida y condenada por sectores como la Iglesia y la propia sociedad. Ramírez añade que las identidades sexuales no eran concebidas como actualmente y que a las mujeres trans no se las reconocía como tal, eran consideradas “hombres con una homosexualidad extrema” por lo que eran encerradas en estas prisiones también. En este punto, recuerda que durante el franquismo y la transición ellas solían visibilizarse encabezando muchas de las manifestaciones pese a ser de las personas más perseguidas y vejadas.
La clase social indica que también influía mucho en estas condenas. “Las personas condenadas en general provenían de clases sociales más desfavorecidas y eran las que más sufrían la represión. Las clases sociales más altas tenían más recursos económicos para defenderse en su caso y eran menos perseguidas en este sentido también”, destaca Ramírez. Además, otro aspecto a tener en cuenta es que, una vez finalizado el tiempo de reclusión, estas personas eran obligadas a vivir en un municipio distinto al habitual. “La salida de la prisión implicaba un señalamiento de que habían sido condenados por vagos y maleantes y muchos de ellos con conocimiento de que era por homosexualidad en una época donde la orientación sexual disidente o las identidades de género disidentes eran muy señalizadas socialmente porque eran un pecado para la Iglesia, una enfermedad mental para la psiquiatría y un peligro social para el Estado”, destaca el director general de Diversidad.
El investigador también indica que esta cuestión podía afectar a la vida familiar y al ámbito laboral ya que si estaban trabajando anteriormente les era difícil volver a sus trabajos habituales y añade que, en muchos casos, especialmente las personas disidentes sexuales de estratos sociales económicamente más bajos, como eran las más reprimidas, sus trabajos eran muy precarios. En muchos casos, se vieron abocadas a vivir de pequeñas acciones delictivas o de la prostitución. En los años 70, en el caso de las mujeres trans o de algunos hombres dedicados al mundo artístico o del espectáculo el “travestismo” fue una salida, pero en la mayoría de casos soportando condiciones deplorables. En la democracia, en el caso de las mujeres trans, siguieron siendo perseguidas y acosadas.
Tefía, ahora en una serie de ficción
Tanto el director general de Diversidad del Gobierno de Canarias como el escritor Miguel Ángel Sosa coinciden en que es positivo que se esté rodando una serie basada en estos hechos y que llevará el nombre de Las noches de Tefía. Explican que sí que han mantenido una reunión con el guionista y que, aunque la historia y los personajes son ficción, el trasfondo de lo que se vivió en esa prisión para personas condenadas por la ley de vagos y maleantes es real. “La narración en sí misma no es histórica pero sí lo que sufren los personajes”, resume Víctor Ramírez. Por su parte, el escritor también se encuentra entusiasmado con esta serie.
Atresmedia confirmó a finales de abril que ya el rodaje había comenzado en Tenerife, con un reparto encabezado por Marcos Ruiz, Patrick Criado, Miquel Fernández, Jorge Perugorría y Roberto Álamo. La serie, creada por Miguel del Arco, dramaturgo, guionista y director de escena, contará con un total de seis capítulos.
La urgencia de rescatar la memoria histórica
Víctor Ramírez subraya que el rechazo a las investigaciones sobre memoria histórica no es tan actual ya que el PP también se ha opuesto varias veces, lo que ocurre es que ahora Vox ha “maximizado” esa oposición a esta norma. “La recuperación de la memoria histórica es fundamental, es parte de nuestra historia y de nuestra cultura. Lo que está oculto hay que sacarlo a la luz”. En el caso de la disidencia sexual y de género “no se había abordado o muy poco desde el ámbito académico por lo menos en Canarias”, recuerda. Por ello, tanto su trabajo como el de Miguel Ángel Sosa ha sido un intento de sacar a la luz esa historia escondida y silenciada muchas veces por la vergüenza de los protagonistas, estigmatizados y señalados por su entorno durante años, lo que provocó que muchos de ellos no quisieran dar testimonios en su momento, algo que se pierde definitivamente. “Ser homosexual en los años 50 era para muchos sectores de la población considerado como algo sucio, feo, era bastante perseguido en general y había mucho rechazo social, de ahí el olvido”, añade Miguel Ángel Sosa.
Desde la Dirección General de Diversidad del Gobierno de Canarias se está elaborando un proyecto de recuperación de la memoria histórica de las disidencias sexuales y de género, para lo que se están recogiendo testimonios de personas LGTBI mayores que vivieron tanto el franquismo como la transición hasta los años 80 o 90. Para ello, se están grabando en vídeo sus testimonios con el objetivo de que queden para la posteridad y puedan formar parte de los archivos históricos “para que no se pierdan esas historias de vida” y puedan ser consultadas por historiadores, investigadores, docentes… “Es una forma de darles valor a sus vidas y de reparación al menos moral”.
3