Con la ventaja de no arrastrar ninguna muerte por la COVID-19 y después de un mes y medio de confinamiento, el 4 de mayo La Gomera, El Hierro y La Graciosa sirvieron de avanzadilla para el resto de España en la desescalada pasando a la Fase 1. Estas tres islas canarias se adelantaron a otros territorios, pudiendo organizar reuniones de hasta diez personas en domicilios y, en el caso de los comercios, abrir sus terrazas al 50%. Este lunes, dos semanas más tarde, dan el siguiente paso hacia la “nueva normalidad” y avanzan en la segunda etapa del plan del Gobierno de España. Disfrutar de un baño en el mar, ofrecer servicio en mesa dentro de un restaurante o reencontrarse con 15 personas son algunos de los nuevos alivios permitidos. Sin embargo, el aislamiento de estos territorios y el cierre de sus conexiones con el exterior los aboca a una especie de “burbuja” que deja la reactivación de su economía en manos de la población local, al mismo tiempo que protege a sus residentes de una pandemia que sigue golpeando a la población mundial.
La Gomera, el punto del país en el que se registró el primer positivo de coronavirus, ha arrancado la jornada con cautela y esperanza. Según los datos de la Cámara de Comercio, un 10% de los establecimientos ha abierto sus puertas. Muchos de ellos, en especial del sector de la restauración, retomarán la actividad en junio. La empresaria gomera Yolanda Siverio, propietaria del restaurante Cuatro Caminos en la capital, San Sebastián de la Gomera, ha decidido esperar para garantizar la máxima higiene en su negocio, quitando la mantelería, las cortinas y los cojines. “También vamos a separar las mesas, a colocar una mampara en la barra y un gel para que todos los clientes se desinfecten a la entrada”.
El párroco de Valle Gran Rey, Arturo Hernández, enfrenta con positividad el cambio de fase, que amplía a veinticinco el número de personas que pueden participar en los velatorios al aire libre y a quince en espacios cerrados, sean o no convivientes. También la población podrá entrar en grupos de diez o quince personas a la actividad pastoral: “Lo más importante siempre será mantener la distancia social”.
En el caso de El Hierro, con poco más de 11.000 habitantes, esta es una de las medidas de protección que más falla. “La gente en los núcleos más transitados no la mantiene ni de lejos”, asegura el herreño y agricultor Samuel Acosta. Por el contrario, la población más envejecida, la mayoritaria en esta Isla, vive la rutina con estrés, incertidumbre y miedo al virus.
Muchos comercios de la Isla han permanecido cerrados. Los centros turísticos, según ha informado Efe, como el Lagartario, el Poblado de Guinea, el centro de interpretación del Árbol Garoé o el Mirador de La Peña han reabierto, “aunque de momento sea con la voluntad de que los herreños conozcan mejor su Isla”. Para el ecologista Samuel Acosta, este parón económico que sufre el Archipiélago debe servir para replantear un cambio de modelo, que diversifique la actividad regional. “No podemos volver a los empleos precarios de un turismo esclavizante”, reivindica. Además, apela a la precaución: “Si por el entusiasmo de reabrirnos al turismo hay un rebrote del virus, será como un incendio en un pastizal”. En esta línea, subraya los escasos recursos sanitarios con los que cuenta la isla no capitalina.
“El virus llegará”
En la provincia vecina, la isla más pequeña del Archipiélago, La Graciosa, vive sin grandes cambios la segunda fase de desconfinamiento. Hasta el momento, conserva su privilegio de ser el único punto de España libre de virus, pero sus vecinos no se confían. Marcial, miembro de la Asociación de Voluntarios en Emergencias y Rescate de Lanzarote, augura que, cuando reabran los puertos y se retomen las conexiones con el resto de la Comunidad Autónoma, la COVID-19 llegará. “Tenemos que ser realistas y estar preparados”, destaca.
Para controlar el estado de salud de las personas que entran y salen de la isla, en el puerto de Orzola, en Lanzarote, se toma la temperatura a los viajeros. Algunos gracioseros aseguran haber visto en los últimos días a individuos de la isla vecina desplazándose a sus segundas residencias en La Graciosa. “Solo los que están empadronados”, asegura la concejala delegada del Ayuntamiento de Teguise en la Isla, Alicia Páez, quien resalta que los lanzaroteños siguen en Fase 1 y, por tanto, solo pueden desplazarse libremente dentro de los límites insulares.
Los comercios que prestan servicios en la Isla son los mismos que en los últimos días: el restaurante El Marinero, el supermercado y la carnicería. Otros bares prestan servicio a domicilio. Una de las grandes novedades de este lunes ha sido la posibilidad de practicar la pesca deportiva. Esta actividad es histórica en el lugar, ya que La Graciosa forma parte de la Reserva Marina del Archipiélago Chinijo, creada en 1995 para garantizar la explotación sostenible de los recursos pesqueros.