Cuando los días posteriores al 11-S Estados Unidos acusó a la red Al Qaeda en Afganistán de estar detras de la masacre, Steve McCurry (Filadelfia, 1950) se preguntó qué sería de aquella niña afgana que fotografió para National Geographic en 1984, en un campamento de refugiados, durante la invasión soviética. Una instantánea -arriba, junto a McCurry- que con el tiempo se convirtió en una de las imágenes-icono del siglo XX.
El empeño del fotoperiodista por localizarla sin saber siquiera su nombre -Sharbat Gula-, dio sus frutos unos meses después, con ayuda de un equipo de la misma revista. La encontró en la frontera afgano-pakistaní, pero las duras condiciones de vida y los años habían pasado factura. “La sorpresa fue grande”, confiesa McCurry. Sharbat ya no mostraba ese pelo oscuro y brillante, la mirada era más triste y el pañuelo de tonos escarlata había sido sustituido por el riguroso burka. No fue fácil, pero consiguió captar su rostro descubierto. De aquella niña tímida y bonita solo quedaba el verde intenso de sus ojos.
Muchos años y cientos de viajes después de aquel día de 1984 -“una mañana cualquiera”, según comenta-, este fotógrafo con aspecto de buena persona y mucho sentido del humor expone una selección de 101 imágenes de los últimos 27 años en la sede de Cajacanarias, en Santa Cruz de Tenerife. La muestra podrá verse hasta el 29 de junio y resume una obra que el propio autor, multipremiado y miembro de la prestigiosa cooperativa Magnum Photos, explica. “La mayoría de mis cuadros se basan en las personas. Busco el momento de descuido, el alma esencial que asoma, la experiencia grabada en el rostro de una persona. Trato de transmitir lo que es ser esa persona, atrapada en un paisaje más amplio que supongo que podríamos llamar la condición humana”.
Pregunta. Hablando de grandes fotógrafos, ¿si Cartier-Bresson fuera un Cadillac y Robert Cappa un 4x4, qué coche sería usted?
Respuesta. ¿Que cuál me gustaría conducir? (risas). No tengo coche desde 1978. Pero para mí sería algo más funcional. No suelo pensar en coches, sino en cómo llegar al lugar que quiero de manera confortable.
P. ¿Qué significa para usted que la gente pueda ver sus fotografías?
R. Veo el mundo de una manera particular, y de esta manera puedo comunicar cosas que quiero compartir. Parte de lo que hago es reporterismo, informar a la gente de determinadas situaciones, culturas... Que a mí me haya fascinado algo, por ejemplo en el Tíbet, y pueda compartir y mostrar eso y la gente lo entienda... Dices, no fui tan malo, eso es lo que he visto y la gente puede contarlo. Es una realidad extraordinaria, y todo esto forma parte de nuestro planeta. Es importante grabarlo, preservarlo, recordarlo, porque todas estas culturas van a desaparecer, y es importante que quede una memoria de que todo eso existió.
P. Con una vida así el tema familiar será complicado...
R. Actualmente no pienso en ello. No es un problema para mí.
P. ¿No tiene familia?
R. No estoy casado. Tengo hermanas, primos, pero no tengo familia propia.
P. ¿Cuántos viajes ha hecho?
R. No tengo ni idea... Cientos, quizá más, quizá miles (risas).
P. Y dice que va a seguir viajando, por ejemplo a India.
R. Por supuesto. Viajo todo el tiempo, y quizás sin saber a dónde estoy yendo (risas).
P. La mayoría de su trabajo se centra en Asía. ¿Por qué?
R. Hay una interesante mezcla de culturas y religiones en un espacio muy pequeño. Afganistán está muy cerca de India, que está muy cerca de Bangladesh? Eso produce unos contrastes muy extraños en áreas muy pequeñas. Hay una proximidad increíble entre culturas ancestrales, estilos de vida, ricos y pobres... Visualmente es una parte muy rica del mundo.
P. Su manera de ser tan cercana, ¿es usted así o se debe a haber viajado tanto por el mundo?
R. Creo que es mi personalidad. Quiero decir, puedo separarme de mi experiencia. Pero tiene que ver con ser curioso y tener interés por la vida y por la gente, por cómo somos de similares y de diferentes. Al final somos muy parecidos, y eso me fascina.
P. ¿Puede recordar el momento y el lugar de cada una de sus fotografías?
R. En el 99% de los casos sí, totalmente.
P. Muchas de sus imágenes proceden de lugares en guerra. ¿Es más fácil tomar buenas fotografías?
R. Uno de los aspectos más importantes de las guerras es que la gente se olvida de lo superficial, y lo imprescindible termina aflorando. Ese momento entre la la vida y la muerte expresa mucho. Pero además mis fotografías tienen que tener propósitos periodísticos, esté trabajando para una revista o un periódico. El propósito es contar la historia, explicarlo. Necesitamos saber sobre Siria, sobre Libia... Necesitamos estar informados porque quizás podamos ayudar. Debemos hacer algo. Y la única manera que tenemos de entender una situación, de aprender sobre ella, es a través de gente como tú, que pueden contar la historia. Sin los reporteros no podemos saber qué está pasando de verdad. Por eso para el periodismo es fundamental contar la historia.
P. ¿Viajaría usted a Homs...
R. Por supuesto -responde el fotoperiodista de manera instintiva-.
P. ?la ciudad Siria asediada por el ejército y los paramilitares?
R. Por supuesto. Pero mi vida ahora es diferente que hace 20 o 30 años. Por es difícil para mí responder. La responsabilidad es una parte importante del trabajo, y este es un momento diferente de mi vida. Si fuera otro momento, por supuesto que iría para documentar lo que ocurre.
P. Le pido que elija una fotografía y un fotógrafo que le haya impresionado.
R. De Cartier-Bresson no eligiria una, sino cincuenta. Creo que es uno de los más grandes fotógrafos que han existido.