Hace meses, un amigo de María del Mar Legarza falleció sin hacer constar la voluntad de donar su cuerpo a la ciencia. Esta tinerfeña, madre y autónoma, tenía claro desde los 15 años que también quería ser donante, y tras este suceso se dio un poco más de prisa. En diciembre se acercó al departamento de Anatomía de la Universidad de La Laguna (Tenerife) y con 46 años se hizo donante de cuerpo. Lo que nadie le contó es que sería criticada por ello. “Me han dicho que estoy loca. Que soy una egoísta porque cuando muera le estoy prohibiendo el duelo a mi hija”, explica estupefacta. Su hija, que cursa primero de Medicina, siempre la ha apoyado en su decisión.
El beneficio para estudiantes y profesionales de la medicina de practicar con órganos y tejidos reales es tan obvio que no existe debate sobre ello. En el ámbito del transporte, la Universidad de Zaragoza ha anunciado que ensayará accidentes de tráfico con cadáveres para estudiar la tolerancia humana a los impactos. Si donar un órgano salva una vida, donar el cuerpo salva muchas. Pero ello no borra una realidad más profunda, relacionada con la creencia de que el difunto debe ser enterrado o incinerado.
“La inmensa mayoría tiene reparos”, señala Legarza. “Hay quien tiene problemas con el entierro, porque si no hay cadáver, no le pueden llorar”. Pero considera que la vergüenza y el sentimiento de intimidad también cuentan. Ella, que se confiesa atea, reconoce que esto influye en su actitud. “Pero que me llamen egoísta, cuando es todo lo contrario...”.
Cerca de 5.300 personas se han apuntado en Canarias al registro de Manifestaciones Anticipadas de Voluntad, que recoge estas donaciones desde su puesta en marcha hace siete años, aunque la mayoría corresponden a los tres últimos. La Universidad de La Laguna (ULL), que recibe peticiones básicamente de la isla de Tenerife, registró 73 en 2011, casi tres veces más que en 2008.
Este incremento es general y algunos, como en la Universidad de Valencia, lo achacan a la crisis, ya que el coste de un sepelio supera los 2.000 euros. Para otros, está relacionado con las campañas de publicidad como la del carné de donante de cuerpo y el trabajo con centros de mayores, trabajadores sociales y consulados.
El catedrático de Anatomía de la ULL y director de este departamento hasta hace unos meses, Agustín Castañeyra, es de la segunda opinión: “El trabajo de publicidad que hemos hecho en zonas turísticas desde que existe el departamento ha sido muy importante”, explica. “Muchos extranjeros residentes en Canarias saben que la familia no se hará cargo del traslado a su país, así que deciden donar”, añade. Esta facultad de Medicina cuenta en la actualidad con 80 nichos, una cifra que Castañeyra considera suficiente.
Al contrario de lo que sucede con la Organización Nacional de Transplantes, en esta clase de donaciones cada región lleva sus cuentas por separado. Los lugares donde más cuerpos se donan son Madrid y Barcelona, por su tamaño, pero también País Vasco y Elche, este último precisamente por la cantidad de extranjeros residentes. Gracias a esto, ha quedado atrás la costumbre de utilizar para la investigación los cadáveres que no eran reclamados por familiares.
“Este es el lugar donde la muerte se alegra de socorrer a la vida”. Es la frase del cartel situado sobre la puerta de entrada al laboratorio de Anatomía de la ULL. Un técnico -prefiere que no aparezca su nombre- se encarga de recibir los cadáveres por una puerta trasera, para garantizar el anonimato. Luego los perfunde con formol a través del sistema circulatorio y los deja sumergidos en una solución también a base de formol durante un largo tiempo.
En la sala de disección pueden verse, en algunas mesas, distintos órganos preparados para la siguiente clase. En un despacho adjunto se reconstruye una osamenta llegada del cementerio, y en un recipiente con líquido se conserva un útero con un bulto que resulta ser un cáncer.
“La muerte es todavía un tema tabú”, comenta este prosector. Tanto que ha llegado a suceder que la familia de un donante se haya negado a ceder el cadáver. Porque es la familia, en última instancia, la que debe llamar a la funeraria, que traslada el cuerpo hasta el departamento de Anatomía.
Instituciones privadas como la Sociedad Anatómica Española, además de las facultades de Medicina, se encargan de promover la donación de cuerpos, que no cuenta de momento con el prestigio de la donación de órganos. Pero gracias a personas como María del Mar Legarza, los estudiantes no se ven obligados a acudir a cementerios para buscar huesos de fosas comunes, como recuerda ella misma, que explica cómo un tío suyo que estudió Medicina en Cádiz tenía que recurrir a este sistema.
Como todas las madres, María del Mar habla con su hija sobre lo que aprende en la universidad. Una de las cosas que ha aprendido es que el corazón es mucho más grande que el tamaño del puño, al contrario de lo que dice la cultura popular. “Mi hija tenía miedo de que, si muero pronto, me vea en una clase. Pero me han dicho que los cadáveres pasan primero por un tratamiento que lleva un proceso largo. Y nunca les destapan la cara”.