De un lado Edmund Nehrkorn, alias Niemann, espía alemán de la Abwehr, la organización de inteligencia militar alemana; del otro, Thomas Alfree Weir, ingeniero estadounidense que trabajaba para la Oficina de Estudios Estratégicos (OSS, en inglés). Son los dos principales espías que operaron y se midieron en Canarias bajo el manto de la supuesta neutralidad española durante la Segunda Guerra Mundial.
Sus actividades y presencia en las islas son el objeto de estudio de dos artículos académicos publicados por la investigadora posdoctoral del Departamento de Ciencias Históricas de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) Marta García Cabrera, quien a través de una compleja labor de investigación ha descifrado y aglutinado nombres, actividades y presencias de ambos bandos en el archipiélago.
En una entrevista con EFE, García Cabrera expone que en Canarias, pese a ser un emplazamiento neutral no directamente involucrado en las contiendas, las actividades de inteligencia, espionaje y contrainteligencia se llevaban a cabo de forma encubierta y clandestina bajo tapaderas diplomáticas y empresariales, a través de compañías portuarias, marítimas y comerciales.
Actividades navales y uso del petróleo, intereses de EEUU
Especialmente para los estadounidenses, el puerto de La Luz en Las Palmas de Gran Canaria y la refinería de Tenerife centraban buena parte de los intereses y esfuerzos en materia de inteligencia.
Los estadounidenses consiguieron establecer en Canarias la figura del observador de petróleo, que ejercía el propio Thomas Weir, y que el gobierno español había permitido a cambio de que Estados Unidos siguiese suministrando petróleo a España. A través de este puesto, Weir ejercía de manera indirecta actividades de inteligencia y espionaje.
“La historia de Weir es de película, con un final nada feliz, pues muere a causa de una enfermedad que contrae en Tenerife en 1944 y por la que tuvo que ser evacuado de manera drástica. Fue despedido de la isla de forma heroica, con un montón de gente aplaudiendo en el aeropuerto de Los Rodeos. Murió en 1945 ya en Estados Unidos y fue condecorado de manera póstuma con una medalla de mérito por su contribución a la vigilancia de las actividades alemanas en el Atlántico”, apunta la investigadora de la ULPGC.
También operó el oficial norteamericano Harry Clifton Jordan, cuya figura como observador naval en el Puerto de La Luz cumplía un rol estratégico y militar directo.
“El objetivo era controlar las actividades navales alemanas, tanto a través de los movimientos portuarios en los puertos de Las Palmas y Santa Cruz y llevar el control del suministro de petróleo para que no llegara a manos alemanas y sirviera para abastecer a submarinos, no tanto en Canarias sino en el Atlántico”, expresa García Cabrera.
Así, las redes de informantes controladas por los agentes norteamericanos aportaron datos cruciales sobre el espionaje y el contrabando de información alemán, al tiempo que impulsaban estrategias de contrainteligencia para neutralizar las actividades del Tercer Reich.
En los últimos años del conflicto, también se recopilaron registros exhaustivos sobre la comunidad alemana en las islas, facilitando los complicados procesos de repatriación y desnazificación que marcaron los esfuerzos finales de posguerra.
Nehrkorn, Niemann, Nemo o 'Nadie'
Estados Unidos hace su despliegue en Canarias entre finales de 1941 y principios de 1942, con la intención no solo de controlar las actividades navales, el petróleo o los movimientos portuarios sino evitar que las redes alemanas campasen a sus anchas en esta zona del Atlántico.
Por entonces, y durante el desarrollo de la guerra, el espía Niemann, que en alemán significa Nadie y al que también llamaban Nemo, era experto en redes de subversión y controlaba todo un engranaje de agentes, subagentes y redes de colaboradores que llegaban desde Canarias al norte de África, con actividad en zonas como Cabo Juby, Ifni o Fernando Poo.
“Niemann contaba con una red de inteligencia, espionaje, subversión y sabotaje, cuatro de los aspectos más importantes que normalmente llevarían cuatro personas distintas, pero él se encargaba de todo”, subraya García Cabrera.
La investigadora agrega que Estados Unidos se mostró “bastante ansioso” a partir de 1944 por detener las actividades de la red de Niemann en el Atlántico y el norte de África.
La ventaja competitiva de los alemanes
“No podemos decir que la inteligencia estadounidense o la inteligencia aliada en general en Canarias haya sido tan decisiva como para decantar la guerra, ni se evitó tampoco la continuidad en los suministros y aprovisionamientos que Alemania desarrollaba en el Atlántico, pero sí que dejaron de gozar de la comodidad que tenía el Tercer Reich hasta ese momento con la connivencia española, de manera que se redujo considerablemente las facilidades con la que los alemanes actuaban”, resume García Cabrera.
Añade asimismo que los alemanes contaban con una amplia red formada por su comunidad extranjera, una ventaja competitiva con la que también contaban los británicos.
“Tanto británicos como alemanes contaban con una comunidad extranjera histórica. Los alemanes contaban con ciudadanos que también llegaron durante la Guerra, muchos de ellos sin relación con la contienda, pero otros que sí la tenían, mientras que la presencia de ciudadanos estadounidenses en el archipiélago era insignificante. Se reducía a un grupo de ciudadanos de zonas como Miami o Puerto Rico”, detalla la historiadora.
Señala además que los vínculos y relaciones que podía tener la comunidad norteamericana con autoridades locales eran menores en comparación con el gobierno alemán o el británico.
“Pero es verdad que Estados Unidos hace un esfuerzo bastante considerable por solventar esas desventajas iniciales y colocarse como una de las potencias aliadas líderes o líder en la gestión de la actividad de inteligencia”, resume.
El caso de Hubbard
En esa batalla soterrada que principalmente libraron Niemann y Weir destaca el caso de Lillie Mae Hubbard, una de las piezas más importantes del engranaje de inteligencia norteamericano en las islas.
Fue la secretaria y asistenta personal del cónsul estadounidense en Las Palmas de Gran Canaria, Clifton Reginald Wharton, y bajo esa cobertura diplomática estableció en las islas importantes contactos y redes sociales que favorecieron la organización de las redes de información estadounidenses durante la guerra.
Se trata de una de las primeras mujeres afroamericanas en servir con carrera diplomática y contó con una amplia trayectoria en numerosos consulados y embajadas por el mundo.
“Al margen de asistir al cónsul, también ejerció una actividad de inteligencia o de recogida de información y sobre todo de preparación de las redes locales a través de sus círculos sociales, que eran muy fuertes. Era una persona que se prodigaba bastante en otras comunidades y sobre todo con otras mujeres”, señala la investigadora.
Añade asimismo que el papel de Hubbard es destacado porque, como mujer, rompe con el estereotipo de Matahari, pues se trata de una época sobre la que, en el ámbito de la inteligencia y el espionaje, se tiene la concepción de que las mujeres servían con su cuerpo y no con su cerebro.
“No estamos hablando de una Matahari que bailaba y conseguía información, sino una mujer con una carrera diplomática muy fuerte que logró tejer una red muy grande en Canarias y sirvió de forma inteligente durante la guerra”, expone la investigadora.
García Cabrera ha realizado estas dos investigaciones, publicadas en las revistas War in History y German History, con el apoyo de las ayudas Margarita Salas para la Recualificación del Personal Docente e Investigador del Ministerio de Universidades y el Fondo Social Europeo – Next Generation.