Esteban Velázquez, el activista social jesuita expulsado de Marruecos

Iago Otero Paz

Las Palmas de Gran Canaria —

El canario Esteban Velázquez ha saltado a la palestra mediática estos días después de que Marruecos le expulsara de su territorio, en donde este jesuita nacido en Las Palmas de Gran Canaria en 1947 era el responsable en Nador de la Delegación de Migraciones del Arzobispado de Tánger y prestaba asistencia sanitaria y seguimiento médico de inmigrantes heridos en los saltos de la valla de Melilla o con problemas de salud, que son frecuentes cuando viven en el monte, además de proporcionarles comida, mantas y prendas de abrigo.

Velázquez entró en 1964 en la Compañía de Jesús y se ordenó de presbítero en 1976. No es un sacerdote al uso ya que una de sus características es su constante activismo social. De hecho en 1975 estuvo en la cárcel debido a reivindicaciones relacionadas con la libertad sindical.

Emigró a El Salvador en la década de los 80, donde estuvo trabajando durante siete años en un país que vivía por entonces una guerra. Su primer contacto con el país centroamericano fue en 1984, cuando estuvo atendiendo a los refugiados y participó en actividades por la paz en la capital, San Salvador. Se fue del país en 1986, pero en 1989 volvió para atender, tanto pastoral como humanitariamente, a la población civil y a la guerrilla, con la que convivía en la zona de guerra de Morazán. Estuvo en este país hasta 1993 y debido a su actividad fue obligado a salir del país dos veces por decisión de su orden religiosa y por presión episcopal, además, en una de ellas fue también expulsado gubernamentalmente. Fue mencionado para el premio J.M. Bandrés de los derechos humanos debido a su labor en El Salvador.

En 1993 volvió a Las Palmas de Gran Canaria donde estuvo hasta 2007 en diferentes tareas pastorales, pero también en numerosos movimientos sociales de estudio o acción relacionados con la solidaridad internacional, globalización, interculturalidad, el diálogo interreligioso o las migraciones. En 2015 recibió el Roque Nublo de Solidaridad Internacional que entrega cada año el Cabildo de Gran Canaria como reconocimiento por todas las iniciativa que ha auspiciado en la defensa de los derechos de los más desfavorecidos.

En 2007 se muda a Sevilla, ciudad en la que vive hasta el año 2012. En la capital andaluza promueve la organización de ámbito estatal Iniciativa Cambio personal, Justicia Global (CPJG), que promueve diferentes actividades formativo-sensibilizadoras de espiritualidad y ética para la justicia social y también anima la creación de redes con el mismo fin como la Red del Foro Social Español de Espiritualidades y Éticas.

Fue en octubre de 2012 cuando se trasladó a vivir a Nador. Allí trasladó la Iniciativa CPJG y fue nombrado director del Centro de Formación profesional Baraka y responsable de la Delegación de Migraciones del arzobispado de Tánger en Nador. Pero sobre todo, destacó porque la Delegación sustituyó hace tres año el trabajo que realizaba Médicos Sin Fronteras, que abandonó su labor humanitaria en el país en 2013 porque no se respetaban los derechos humanos, sobre todo el de los subsaharianos.

En Marruecos solía visitar los campamentos del monte Gurugú, donde los inmigrantes esperan para intentar llegar a España. También acudía al hospital Hassani de Nador después de un intento de salto, rodeado de decenas de inmigrantes con brazos y piernas rotos, contusiones, golpes y brechas. Velázquez enviaba a su equipo a buscar ropa, gestionaba con el personal del hospital una radiografía, repartía zumo y galletas y despedía a los que iban camino del sur metidos en un furgón policial, tal como explica Desalambre.

Desde el pasado 11 de enero está en Melilla ya que cuando intentaba volver a Nador cruzando la frontera, le detuvieron en el puesto de control y le requisaron la tarjeta de residencia marroquí. Cuestionado sobre esto, ha preferido no hablar con Canarias Ahora con el fin de no agravar la situación.