69 personas afectadas por la COVID-19 permanecen ingresadas en las Unidades de Cuidados Intensivos de Canarias. De la ventilación mecánica y la sedación a las que son sometidas, con el fin de mitigar la insuficiencia respiratoria grave, derivan otras dificultades como la debilidad muscular extrema o la disminución de su capacidad funcional. El papel de la fisioterapia en estas circunstancias se vuelve determinante. “Nuestro fin es devolver al paciente la fuerza muscular que le permita respirar por sí mismo y hacer que pueda volver a sentarse o ponerse de pie”, explica Manel Almazán, profesional del Hospital Universitario de Gran Canaria Doctor Negrín. De esta forma, la intervención de estos sanitarios agiliza tanto su recuperación como su salida de la UCI.
A pesar de que el virus sea desconocido, la fisioterapia cuenta con herramientas previas para hacerle frente. “Es nuevo y muy contagioso, pero la función que pierde el paciente por estar 30 días en cama con ventilación mecánica es muy similar a la de alguien que ingresa por una neumonía provocada por causas distintas al coronavirus”, explica Patricia Madrid, fisioterapeuta del Hospital Insular de Gran Canaria. Si bien, cada día y cada paciente suponen un aprendizaje continuo para los profesionales. “Nos vamos encontrando con situaciones que nos hacen actuar de una manera, vemos la evolución del paciente, analizamos y volvemos atrás. Así, si se presenta un caso parecido, podremos actuar con mucha más fiabilidad y éxito”, detalla Inma Vinuesa, del Hospital Universitario Nuestra Señora de Candelaria, en Tenerife.
Las referencias y la información que comparten los países que comenzaron a sufrir la pandemia antes que España, así como otras comunidades autónomas del país, también son un recurso del que echan mano los sanitarios, apunta Antonio Linares, del Hospital Universitario de Canarias. “En mis 27 años de trayectoria nunca había visto tanta unión. Esto nos está activando muchísimo a todos y poniéndonos las pilas”, coincide Inma Vinuesa.
La intervención de los fisioterapeutas en la atención a los pacientes críticos comienza unos diez días después de que el enfermo ingrese en la UCI. Una vez que las personas abandonan los cuidados intensivos, deben continuar con el tratamiento en planta. Lo mismo sucede cuando reciben el alta y regresan a sus hogares, ya que las secuelas “severas” que arrastran los pacientes que superan el coronavirus son multiorgánicas. “El paciente tendrá que estar en rehabilitación para recuperar las características del aparato cardiorespiratorio y hacer ejercicio físico”, explica Vinuesa.
El perfil de la persona condiciona la capacidad de superación del impacto que deja el virus en ella. En el caso de quienes han padecido neumonías en el pasado, las consecuencias “pueden ser bastante graves”. En cambio, los deportistas “parten con ventaja” frente a una posible atrofia muscular. Almazán insiste en que influye la vida previa del paciente más allá de la edad. “Hay personas con 80 años que se mantienen bien físicamente y se recuperan más rápido”, indica. Sin embargo, el daño que provoca la enfermedad no sigue siempre un mismo patrón. La sanitaria del Hospital Nuestra Señora de Candelaria recuerda el caso de un hombre de unos 40 años contagiado por coronavirus que ingresó en la UCI: “Hacía triatlón, corría por el Teide, pero tras la enfermedad no podía siquiera moverse de la cama”.
“Nos llaman héroes, pero siempre hemos estado”
La incorporación de fisioterapeutas a los equipos de atención de pacientes críticos de coronavirus no fue inmediata. La incertidumbre sobre la disponibilidad de Equipos de Protección Individual (EPI) para todo el personal que trabaja en intensivos retrasó su inclusión. “Primero se esperó a ver el volumen de contagiados que ingresaban en los hospitales y comprobar su evolución”, apunta Manel Almazán. Las complicaciones que surgían tras las ventilación mecánica evidenciaron la necesidad de que los fisioterapeutas respiratorios comenzaran a entrar. “Es un trabajo que hacemos habitualmente”, coinciden los profesionales.
Aún así, no ha sido hasta esta crisis de salud pública cuando han sentido que se les reconozca como sanitarios, igual que al personal médico o de enfermería. “Dicen que somos héroes, pero es un trabajo que hemos hecho toda la vida”, reivindica Almazán. El gran número de personas a las que atender y el material de protección que deben emplear marcan la diferencia. “Hay veces que estamos hasta cuatro horas con los EPI. Es inaguantable. Te aprisiona la cabeza, se te caen las cosas de la cara y no puedes tocarte. Además, es angustioso para el paciente, que lo único que ve en esas circunstancias es a una persona vestida como un extraterrestre”, relata Vinuesa. Sin embargo, ahora “no le cabe otra cosa en la cabeza”: “Estoy convencida de que puedo ayudar a esas personas”.
El fisioterapeuta del Hospital Doctor Negrín confía en que esta crisis permita replantear el “sistema de actuación”. “Espero que se haga una inversión en la sanidad pública acorde a lo que pueda demandar el futuro. Puede llegar otra epidemia más letal en cuestión de años y hay que estar preparado en cuanto a recursos humanos y agilidad gubernamental para dar las respuestas adecuadas”. Para él, la solución pasa por fundamentar las actuaciones en la ciencia y no en una perspectiva política que caduca cada cuatro años.