La última campaña de excavaciones en La Fortaleza, el yacimiento más antiguo de Gran Canaria, han hecho aflorar unas estructuras tumulares desconocidas en las Islas, pero que tienen su espejo en culturas del norte de África: son, quizás, el anuncio de que se está entrando en un cementerio.
que durante los últimos cinco siglos se han afanado por sembrar con cebada esos campos del interior de la caldera de Tirajana, retirando las piedras que se interponían ante su arado.
Y quizá fue la agricultura lo que salvó a esas estructuras de acabar formando parte de las paredes de una casa o de un muro del campo, especula el director de las excavaciones, Marco Moreno, de la empresa Tibicena Arqueología, porque la costumbre de arrojar las piedras retiradas de los cultivos sobre los montones de rocas que ya estaban ahí antes hizo que quedaran ocultas, tapadas, casi intactas.
Se trata de estructuras circulares, levantadas con piedras acarreadas desde lugares lejanos de la caldera de Tirajana y labradas con esmero, hasta el punto de que algunas parecen sillares, cortadas a escuadra. Y están solo a unos pasos de la Fortaleza Chica, la parte de este yacimiento prehispánico de Santa Lucía donde se encuentra una de las necrópolis más relevantes de la isla.
Los arqueólogos ignoran por ahora su función. Se refieren a ellas como cenotafios, palabra que designa en los cementerios (los actuales y los antiguos) a las tumbas vacías, casi honoríficas.
La Fortaleza de Santa Lucía fue asociada hasta hace bien poco a la batalla de Ansite, el risco donde fueron sitiados los últimos aborígenes de Gran Canaria por las tropas castellanas durante la Conquista; el roque mítico donde el 29 de abril de 1483, tras desdeñar la mediación del último guanarteme de Gáldar, Tenesor Semidán, para que depusieran su resistencia, el guerrero Bentejuí se arrojó al vacío al grito de “Atis Tirma” (“¡Por ti, tierra!”).
Por eso, durante mucho tiempo se llamó a este lugar La Fortaleza de Ansite, nombre que sigue presente en la cartelería de la zona. Los arqueólogos que trabajan en ese yacimiento creen que ese episodio, que es historia recogida en las crónicas, no ocurrió ahí, sino justo enfrente, en las imponentes paredes verticales del macizo de Amurga, al otro lado del barranco, donde existe un lugar sagrado.
Pero aunque la arqueología más reciente le haya quitado épica a la Fortaleza, también está subrayando con cada año que pasa su valor: es el yacimiento más antiguo de Gran Canaria, con signos de haber estado habitado desde el siglo IV hasta el XVI, contiene el primer granero colectivo conocido de la isla, posee una de sus necrópolis más importantes y, sobre todo, presenta un ejemplo completo de cómo era aquella sociedad aborigen, la de los vivos y la de los muertos.
“Creemos que La Fortaleza nos va a permitir entender cómo se organizó territorialmente la isla de Gran Canaria en tiempos indígenas, desde el siglo III o IV en adelante”, resume Moreno.
Por eso, los arqueólogos consideran que las estructuras ahora descubiertas refuerzan su valor. No se conoce ninguna otra igual en toda Canarias, sus únicas referencias están en el norte de África, en las culturas bereberes de las que descienden los canarios.
Entre las piedras que las conforman, han encontrado un hueso de cabra y un fragmento de madera que ayudaran a datar la fecha en que se construyeron o, al menos, el momento en que estuvieron en uso. Su función, en cambio, está aún abierta a la especulación.
Sus descubridores se inclinan por pensar, por ahora, que son el equivalente en tiempos prehispánicos a las esculturas de los ángeles que presiden la entrada de los cementerios: anuncian que uno entra en suelo sagrado, que allí descansan los restos de sus ancestros.
Este miércoles, ha recibido la visita del alcalde de Santa Lucía de Tirajana, Santiago Rodríguez, y consejero de Presidencia del Cabildo de Gran Canaria, Teodoro Sosa, que en nombre de ambas instituciones se han comprometido a seguir apoyando la recuperación del legado histórico que atesora la caldera de Tirajana.