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Las mujeres indígenas de Chiapas: de esclavas en la colonización a pilares de la economía familiar

Natalia G. Vargas

Las Palmas de Gran Canaria —

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En las grandes fincas de Chiapas, México, hubo por cada cacique más de una mujer indígena esclava hasta el siglo pasado. “Las que él decidía eran de su propiedad. Trabajaban en sus casas, cuidaban de sus hijos e hijas y hasta sus cuerpos eran usados para su placer”, explica la activista mexicana Yolanda Castro Apreza. Más de cien años después, la opresión resiste, aunque con otro rostro. El clasismo, el racismo y el machismo entregan a las indígenas todas las papeletas para vivir en la sombra, una suerte impuesta que empeora aún más si perteneces al colectivo LGTB. Sin embargo, tras la puerta de cada hogar una mujer se endeuda para costear el éxodo de su marido a Estados Unidos, y dobla el número de prendas tejidas para venderlas y sostener a su familia.

Yolanda Castro es activista del movimiento feminista y LGTB en Chiapas. Nieta de una indígena, dirige la asociación K’inal Antsetik (Tierra de Mujeres). Este sábado 21 de septiembre estará en Gran Canaria para dibujar los obstáculos que debe sortear una mujer homosexual, feminista e indígena en su lugar de nacimiento. “En la época de la colonización las mujeres eran violadas sistemáticamente. En la actualidad, la discriminación laboral, educativa y también social nos obliga a seguir luchando”, narra. Los trabajos de servicios están reservados para ellas. El personal de limpieza de los hoteles de la turística y conocida ciudad mexicana de Tulum está integrado al completo por mujeres indígenas que, además, viven a una hora o más del punto de trabajo. “Va a buscarlas el autobús temprano y pueden llegar a casa de noche”, concreta Castro. “Además, dentro del hotel también serán discriminadas. Es la lógica del capitalismo”.

En las escuelas el contexto es similar. “Hay un racismo muy pronunciado, más aún cuando ellas usan su vestimenta. Desde el Gobierno se les ha exigido que dejen de usar su vestido y que utilicen los uniformes que el propio Estado regala. Son políticas que no respetan”, explica la activista. Según un estudio de la Comisión Interamericana de Derechos Humanos, solo una de cada diez mujeres indígenas que acceden a la educación logran terminar sus estudios. En gran parte de los casos se debe a que son las mujeres las que sostienen la economía familiar. En los últimos años, las migraciones de hombres, principalmente a Estados Unidos, han potenciado el dato. “Son ellas las que juntan el dinero y se endeudan para que el esposo o su hijo se vaya. Las tejedoras trabajan día y noche para hacer más prendas, venderlas y pagar la deuda que deja el marido”, subraya Castro.

Con el paso del tiempo, cada vez son más las mujeres que deciden migrar. Sin embargo, en el lugar al que llegan también quedan expuestas a sufrir más de una triple discriminación por ser mujeres extranjeras y, además, indígenas. Un contexto en el que el feminismo “debe huir” del eurocentrismo. “El conocimiento o las teorías feministas que cobran más fuerza son las europeas. Como si fueran las únicas epistemologías válidas y no las que se están construyendo en el sur”, lamenta Castro. “Deben incluirse todas las miradas”, apunta. Asimismo, lamenta que los estereotipos y los cánones de belleza distingan entre las mujeres indígenas y las foráneas. “Hay relaciones de poder, clasismos y racismos que aún tenemos interiorizados y que tenemos que borrar”, reconoce.

Alarma de género

1.199 mujeres han sido asesinadas en México entre enero y mayo de 2019. Esta devastadora cifra pone en cuestión la eficacia de la Ley mexicana por una Vida Libre de Violencia contra las Mujeres. “Ninguna institución aplica esta ley como debe para impartir justicia hacia las mujeres”, señala Castro. En aquellos estados o municipios donde se registran más feminicidios, el país declara la alarma de género. Un método que tampoco ha logrado frenar esta lacra. “No te sientes segura. En las calles no solo te puedes enfrentar a esta situación, sino también al gran nivel de secuestros que se dan tanto a hombres como a mujeres”. Sin embargo, la movilización en las calles es cada vez mayor y la participación de los jóvenes es creciente.

En materia LGTB, la ley permite a las personas transexuales modificar su documento de identidad. Mientras tanto, en las comunidades indígenas “se corre el riesgo” de que te expulsen y pierdas ese modelo colectivo. “Ser activista por cuestiones de identidad u orientación sexual no está bien visto”, revela Castro. A pesar de ello, estos derechos sociales no presiden la agenda política. “El actual presidente, Manuel López, hace lo que se puede. La corrupción política ha dejado una fuga de dinero impresionante. Entonces él no ha tenido mucha fuerza ni contundencia para hablar de los derechos de la comunidad LGTB, y menos de la comunidad lésbica indígena. Hay otras demandas para él más importantes”, critica.

Yolanda Castro participa estará este sábado en el centro de la cultura de Tamaraceite, a las 11.00 horas, en el marco de las jornadas Prácticas y luchas de mujeres indígenas, feministas y lesbianas en Chiapas, organizadas por la asociación Mujeres Visibles.