Los investigadores Jonathan Santana Cabrera, Javier Velasco Vázquez, Amelia C. Rodríguez Rodríguez y María del Cristo González Marrero, junto con la investigadora del Museo Canario Teresa Delgado Darias, han publicado un artículo de investigación en la revista internacional especializada de referencia Journal of Osteoarchaeology, sobre este tema, según informa la Institución educativa.
Así, en el artículo, que se titula Los pasos de la Conquista Europea del Atlántico: Evidencias osteológicas de Guerra y Violencia en Gran Canaria (Siglo XV) se presenta el estudio de los restos óseos del individuo localizado en Agaete como una muestra temprana de los episodios de violencia interpersonal entre europeos e indígenas, que se multiplicarían por ambos lados del Atlántico a partir de ese periodo.
Los científicos constataron que el individuo estudiado es un varón fallecido entre los 20 y 30 años, y que la datación radiocarbónica sitúa su fallecimiento entre los siglos XIV y XVI.
Este periodo coincide con el aumento de la presión europea sobre Canarias, el proceso de conquista armada de Gran Canaria y el establecimiento del régimen colonial en el Archipiélago entre 1483 y 1526.
La conquista de la Isla implicó múltiples episodios violentos. La presencia de una caballería y una infantería dotadas del armamento habitual de las huestes bajomedievales (espadas, lanzas, ballestas, etc.) implicó, en buena parte de las ocasiones, una ventaja fundamental sobre los antiguos canarios.
A pesar de la importancia que los documentos etnohistóricos conceden a los encuentros armados, existen escasas evidencias arqueológicas que reflejen aquella situación.
Uno de los pocos indicios puestos en relación con estos acontecimientos, y que ya era conocido desde los años 30 del siglo XX, ha sido la presencia de varias heridas de arma blanca identificadas en un individuo procedente de una sepultura colectiva prehispánica (del Río Ayala y Doreste, 1935).
Hasta el momento, este caso solo había sido analizado parcialmente, por lo que las lesiones, en su conjunto, nunca habían sido objeto de un análisis pormenorizado que permitiese su valoración en el contexto histórico que representó la conquista de Gran Canaria.
13 heridas en el esqueleto
Por su parte, el individuo presenta en su esqueleto un total de 13 heridas, que van desde el cráneo hasta la cintura pélvica, afectando a diferentes unidades óseas: Todas las lesiones identificadas pueden clasificarse como heridas cortantes, muy probablemente atribuibles a golpes propinados con espadas.
Para los investigadores, sin duda, el análisis de los restos refleja un episodio extremadamente violento en el que uno o varios atacantes le infligieron importantes lesiones con la ayuda de un armamento completamente diferente al empleado habitualmente por las poblaciones indígenas de Gran Canaria.
La localización y la gravedad de las heridas -en especial las de la cabeza y cuello- llevan a concluir que el asalto provocó su muerte inmediata. Están ausentes las heridas defensivas en el material analizado, a diferencia de lo descrito en otros ejemplos arqueológicos, lo que en este caso puede ser un buen indicador de la velocidad y contundencia del ataque, de la muy probable presencia de varios agresores y de las escasas posibilidades de defensa efectiva que tuvo la víctima.
Además, en el caso llama la atención la completa ausencia de lesiones en la extremidad inferior.
Puede deberse a que, al contrario de los castellanos que utilizaban elementos de protección que cubrían normalmente la mitad superior del cuerpo de los contendientes, los indígenas de Gran Canaria luchaban desnudos o sin más protección que su indumentaria habitual, por lo que la ausencia de estos dispositivos de protección explique podría explicar que todas las heridas se repartan por la mitad superior del cuerpo, afectando a diferentes regiones anatómicas y provocando un daño considerable.
Con todo, importantes lesiones identificadas en el húmero y en el flanco izquierdo del torso sugieren que el individuo estudiado podría haber portado un escudo, similar a los de madera que usaban los aborígenes de Gran Canaria.
La trayectoria y localización de algunas de las heridas hace pensar que parte de los golpes de espada pudieron dirigirse a desguarnecer al canario mediante acometidas al brazo izquierdo, en el que quizás portara el citado escudo.
Por otra parte, algunas de las agresiones debieron de ser infligidas desde un plano superior a la víctima. Una circunstancia que podría explicarse por la reiteración de los ataques una vez que el individuo ya se encontraba abatido o, probablemente, por el uso de caballería en las contiendas, lo que también explicaría que la mayor parte de las lesiones se sitúe en el tercio superior del cuerpo.