Investigadores del Instituto Tecnológico de Canarias (ITC) han puesto en marcha un proyecto basado en la construcción de plantas de desalación que funcionan con energía solar o fotovoltaica, proyecto que se ha consolidado en Túnez y que es relativamente nuevo en Marruecos.
Estos dos proyectos, señala en una entrevista el jefe del Departamento de Aguas del ITC, Baltasar Peñate, forman parte de una serie de proyectos de Investigación y Desarrollo (I+D) que lleva a cabo el instituto para construir plantas de desalación con energías renovables como las que funcionan a partir de energía eólica.
Son cinco las plantas desaladoras con energía fotovoltaica que ha construido el ITC, una en Túnez y cuatro en Marruecos.
La planta tunecina de Ksar Ghiléne, financiada por la Agencia Española de Cooperación Internacional (AECI) y el Gobierno de Canarias, recordó Peñate, es una desaladora que lleva dos años en funcionamiento y que está supervisada y controlada al cien por ciento por población local formada por el ITC.
Peñate afirmó que estos proyectos llevan, además de la construcción de la instalación, un trabajo previo de estudios en los que se busca, entre otras cosas, una zona sin red eléctrica y sin “visos de que se vaya a instalar”, y que esté cerca del agua del mar o salubre.
Además, añadió, el proyecto incluye la formación de la población local para la gestión de las plantas de desalación fotovoltaicas.
La planta de Túnez genera 50 metros cúbicos al día y tiene un campo fotovoltaico de 10,5 kilovatios por pico (kW/p).
Dispone además, al igual que las cuatro plantas de Marruecos, de una batería que permite mantener la generación de energía en la planta por un máximo de dos días de autonomía, cuando las condiciones climatológicas son adversas y no hay sol que nutra a la planta.
La planta de desalación tiene una media anual en el sistema de funcionamiento de seis o siete horas de producción en invierno, que puede llegar a diez en verano.
Las cuatro plantas desaladoras alimentadas por central solar fotovoltaica en Marruecos, señaló Peñate, se localizan dos en Essaouira y dos al sur del país, en Tiznit, y forman parte de un proyecto europeo financiado con fondos Meda, destinados a los países mediterráneos, y por fondos de la Comunidad Autónoma.
Tres de estas plantas, explicó el jefe del departamento de Agua del ITC, producen 1.000 metros cúbicos a la hora, lo que se traduce en 5.000 litros de agua al día, y cuentan con un campo fotovoltaico de 3 kilovatios por pico (kW/p).
La cuarta genera 500 metros cúbicos a la hora, lo que supone entre 2.500 y 3.000 litros al día, y tiene una potencia de 2,5 kilovatios.
El uso del agua desalada, informó Peñate, es para abasto público, y es difícil determinar a cuánta población va a satisfacer este agua en el caso de Túnez, ya que, señaló el investigador, la ciudad Ksar Ghiléne tiene 300 habitantes pero dispone de un oasis al que se trasladan turistas, ganaderos y trabajadores, por lo que “es complicado determinar una cifra”.
En el caso de las cuatro plantas de Marruecos que funcionan desde hace dos, se podrán beneficiar del agua desalada por energía solar unas 2.000 personas.
El proceso por el cual se desala el agua con energía solar, añadió Peñate, es a partir de la ósmosis inversa, es decir, el agua de mar o salada entra en la planta y pasa por un filtro que separa el agua de las impurezas que pueda contener como arena u otros residuos.
Posteriormente, el agua filtrada es bombeada para subir la presión de ésta, ya que para que se produzca la ósmosis es necesario que el agua tenga alta presión.
Una vez separada la molécula de agua pura de las sales, que suele tener una presión de 60 bares en el caso del agua de mar, y de entre 10 y 15 bares en el caso del agua salubre, el agua producto pasa al depósito de salida para ser utilizada como de abasto, mientras que la salmuera o sal de rechazo se devuelve al mar, al que llega con el doble de salinidad que cuando fue recogida.
La salmuera, dijo Peñate, es un vertido y en el caso de la planta de Túnez se mezcla con agua del oasis y se utiliza para el regadío de la vegetación colindante a éste, mientras que en el caso de Marruecos se han instalado balsas en las que el agua residual se aposenta, con el objetivo de que se evapore y quede la sal en las balsas.
Aunque no es una experiencia piloto, ya que en Canarias el ITC ha realizado plantas experimentales en las Islas, sí que son las primeras plantas de prácticas reales que el Instituto Tecnológico de Canarias construye en esos países.
Además, recuerda Baltasar Peñate, el ITC colabora con otros socios europeos para crear plantas experimentales desalanizadoras que funcionan con energías renovables en países como Grecia y Turquía.