Carla García, la grancanaria de 17 años que generó una aplicación para una ONG y sus 10.000 asociados

Macame Mesa

Las Palmas de Gran Canaria —

Si algo tiene claro Carla García es que lo suyo es la informática. A sus 17 años, la joven grancanaria ha obtenido el Premio Nacional de la Juventud de 2017 en la categoría de voluntariado y también ha sido una de las ganadoras del XXX Certamen de Jóvenes Investigadores celebrado recientemente en Málaga, por dos proyectos distintos que la han llevado desde el Archipiélago hasta Camboya.

El primero de los proyectos lo hizo con 16 años y consistió en generar una aplicación a la que pueden acceder 10.000 trabajadores y asociados de una ONG, mientras que para el segundo desarrolló un código basado en algoritmos genéticos que es capaz de generar la ruta más corta entre los miradores de Gran Canaria, aunque también resulta útil en otros procesos de optimización. Una ecuación que se acerca a la inteligencia artificial y que “es algo que ahora me está interesando, además de la eficiencia de los algoritmos”.

“Siempre que hemos tenido en casa un ordenador he ido a por él”, afirma sentada en una cafetería de Las Palmas de Gran Canaria que le queda al lado del instituto bilingüe al que acude. Sus planes pasan en la actualidad por centrarse en sus estudios, acabar el Bachillerato y comenzar una carrera fuera de España, previsiblemente en un país de habla inglesa.

Uno de los principales motivos por los que se plantea coger las maletas se centra en la motivación de los docentes por la asignatura que imparten y en los niveles asentamiento de empresas de desarrollo tecnológico existentes en el extranjero. Aunque valora especialmente el Instituto Universitario de Ciencias y Tecnologías Cibernéticas (IUCTC) de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) –donde aprendió a crear aplicaciones- y cree que en Barcelona se trabaja con tecnología puntera.

Su objetivo es claro: “intentar utilizar lo aprendido para desarrollar cosas que cambien el mundo”. De este modo surgió la aplicación que creó para su voluntariado en Camboya.

Recuerda que al ver que se aproximaba el verano, sintió la necesidad de emplear su tiempo en hacer algo útil, por lo que se puso en contacto con un intermediario que la conectó con la ONG internacional Idea, cuya misión se centra en “respaldar el cambio democrático sostenible”.

Una vez en Camboya le pidieron que hiciera una base de datos, a lo que ella respondió que además podía centralizar toda la información de la organización en una aplicación que facilitara el trabajo. “Fue muy gracioso, porque me dijeron que se la enseñara al día siguiente, cuando este tipo de aplicaciones tardas mucho más en llevarlas a cabo. Ahí es cuando te das cuenta de que no saben de lo que estás hablando”, señala.

Aunque el voluntariado que se centra en el trato directo con las personas resulta más conocido, la joven grancanaria cree que existe un campo muy amplio por desarrollar entre las nuevas tecnologías y su capacidad de ayudar a quienes más lo necesitan. De hecho, asegura que “lo que más me gusta de lo que hice es que es algo útil, algo que no solo va a ayudar a una persona, sino a los trabajadores que ayudan a esas familias”.

“Había gente que iba a cuidar niños y estaba más tiempo de lo que yo estuve. Creo que es algo útil, pero a corto plazo, porque esos niños van a crecer y se van a ir. Esos cuidados impactan al niño, pero no van a cambiar la sociedad del país”, sostiene.

Tras su experiencia, considera que a las ONG les queda mucho por caminar en esta materia, que avanza a pasos agigantados en países desarrollados, haciendo que la brecha entre ambos mundos sea aún mayor.

Sobre el programa que desarrolló para los miradores, afirma que la ruta ya está creada, pero de momento ninguna administración o entidad se ha puesto en contacto con ella para interesarse por su explotación.