Los motivos por los que Las Palmas de Gran Canaria ha frenado el avance de la pandemia

Toni Ferrera

24 de octubre de 2020 20:00 h

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Desde que el Reino Unido vetó a Canarias (27 de julio) hasta que la excluyó de su lista negra (22 de octubre) han pasado casi tres meses en los que el coronavirus cogió velocidad en el Archipiélago, alcanzó su máximo histórico y luego cayó en picado para convertir a las Islas en la comunidad autónoma con menor incidencia de la pandemia en España. 89 días de montaña rusa que se acentuaron en Las Palmas de Gran Canaria. Aquí la curva fue más empinada. Creció por encima de lo esperado y motivó la actuación del Gobierno autonómico. Ahora que toda España vive estremecida por la segunda ola, la capital de Gran Canaria gana posiciones para ser el primero de la clase en qué hay que hacer para frenar la expansión del virus y ganarse los elogios del Ministerio de Sanidad. Estos son los motivos que explican cómo se frenó la epidemia en el municipio capitalino.

Cierre del ocio nocturno. Probablemente uno de los factores más importantes. Los bares y restaurantes se vieron obligados a bajar la persiana antes de las 00:00 debido a las nuevas restricciones que impuso el Ejecutivo de Ángel Víctor Torres en las islas con más incidencia. Como explica la catedrática por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) en Economía de la Salud, Beatriz González López-Valcárcel, las fiestas y salidas de los jóvenes impulsaron la propagación de la enfermedad en un ambiente de bajo riesgo (los datos demuestran que la COVID-19 apenas afecta a estas personas). Pero luego la transmisión comunitaria llegó a las reuniones familiares y Canarias “se dio cuenta” del avance de la pandemia. “Hasta que no empezaron los síntomas en los mayores, no nos enteramos”, remacha González.  

Según los datos del Ejecutivo regional del 11 de agosto, el 85% de los positivos de la última semana habían sido menores de 30 años. “Los jóvenes, en su mayoría, no sufren las consecuencias de la enfermedad, pero son vectores y transmisores de la misma a los grupos vulnerables”, comentó Blas Trujillo, consejero de Sanidad. Esa tendencia ha cambiado desde entonces. Los casos activos están más repartidos entre los grupos: los que tienen entre 20 y 29 años representan un 16% en Las Palmas de Gran Canaria, los de 30-39 (17%), 40-49 (15%) y 50-59 (13,5%).

Control sobre los supercontagiadores. El virus no se expande de manera homogénea. Esa parece ser una conclusión clara 10 meses después de su irrupción. El comité científico que asesora al Gobierno canario ha planteado la posibilidad de que una o varias personas con gran capacidad de transmisión fueran las causantes del grave repunte en Las Palmas. “El 80% de los infectados”, añade González, “no contagia a nadie. Pero unos solos se convierten en supercontagiadores. Estas personas no presentan síntomas y contagian también a sus familias”. Según agregó Lluis Serra, doctor en Medicina y especialista en Medicina Preventiva y Salud Pública, a El País, una sola persona podría haber infectado a otras 140. La limitación de las reuniones a menos de 10 personas en las islas con semáforo rojo y la robustez del sistema de rastreo han contribuido a poner la lupa sobre estos casos.

Atención primaria y capacidad de análisis. Cuando Las Palmas de Gran Canaria languidecía, el Archipiélago decidió ponerse en primera fila y solicitar rastreadores al Ministerio de Defensa. En esta cuestión los expertos coinciden. La respuesta de la atención primaria y del sistema sanitario de las Islas ha sido muy buena. “No hemos llegado a sentir mucha presión. Se ha hecho bien”, subraya Antonio Sierra, catedrático en Microbiología, Medicina Preventiva y Salud Pública.

Los dos hospitales de la ciudad más poblada de Canarias, el Hospital Insular y el Hospital Doctor Negrín, sí que se vieron en una situación inédita por la avalancha de pacientes en septiembre y principios de octubre. Los brotes de la enfermedad dentro de los complejos que infectaron a enfermos y trabajadores tampoco ayudaron. Pero en líneas generales, la presión por la COVID-19 no rebasó el vaso. En estos momentos, los casos por el virus ocupan un 9,3% de las plazas totales en el Insular. En el Negrín la cifra cae a 3,7%.

El hilo de contagios que han analizado los rastreadores se ha medido al milímetro. El “desmadre” que se produjo en agosto pudo ser controlado, sostienen. De ahí que la tasa de positividad (número de positivos por pruebas PCR realizadas) sea tan baja. En la segunda ola, Canarias ha podido hacer más de 7.000 test diarios en algunas fechas. En este caso, Sanidad no distingue entre municipios, y no es posible amplificar la visión sobre Las Palmas de Gran Canaria. Según los datos del Ministerio, este indicador en Canarias es, también, el más bajo de toda España.

“La atención primaria ha estado mal en ciudades como Madrid, por ejemplo. Aquí la salud pública se puso las pilas. La capacidad de realizar PCR fue bestial. Estamos teniendo la tasa de positividad más baja y también hemos controlado las residencias gracias al trabajo de coordinación”, remarca González. “Se pudo responder a la presión, pero hay que ser muy cautelosos. No podemos apuntarnos ningún tanto”, avisa Sierra.

Marta, rastreadora desde agosto en Gran Canaria, cuenta que cuando estalló el contagio en la capital Sanidad incorporó a mucha gente al equipo de rastreo. “Llamabas y te decían que habían estado en una villa, o en una fiesta en un barco”, recuerda de sus primeros días. “Mi horario era de 08:00 a 15:00, pero igual me iba a las cinco o seis. No tenía a quien dejarle mi caso porque todos estábamos hasta arriba. Ahora es más fácil. Hay menos volumen”. Destaca la capacidad que ha tenido Canarias de realizar PCR de manera masiva incluso cuando los positivos han bajado. Y señala el espacio donde más infecciones se están produciendo. “El ambiente familiar. No con los convivientes, sino cuando invitas a tu tío o a tu abuelo a casa. En esos casos hay que usar mascarilla”.

Ausencia del turismo en la foto final. Ni británicos ni alemanes se han paseado con frecuencia por la capital de Gran Canaria. Los dos principales clientes turísticos se desvanecieron casi por completo a finales de agosto asestando un golpe durísimo a la economía del Archipiélago, y relegando a los hogares a miles de trabajadores. Las últimas cifras del Observatorio Canario de Empleo (OBECAN) concluyen que un 40% de los ERTE en Canarias están ligados a la hostelería, el sector que también registra la mayor tasa de paro en las Islas (18,46%). Dicen los expertos que, a menor demanda, menor movimiento en el trabajo. Y por lo tanto se reduce el riesgo de rebrote en las oficinas. “Ha habido mucha menos concentración. Tenemos menos brotes laborales que el resto de Europa. Eso es muy importante”, agregan.

Eso sí, González advierte de un lugar donde podría aflorar la transmisión. “En Las Palmas de Gran Canaria puede haber un problema con las tripulaciones de los barcos. En ocasiones han tenido casos positivos. Son tripulaciones que desembarcan, contagian, y se vuelven para sus países. Eso hay que controlarlo con test, así como se hace con todos los migrantes que vienen en patera”. Sanidad ha reportado 76 casos importados en la última semana en Canarias. Más que ninguna otra comunidad autónoma de España (el dato en Madrid se queda en 69 contagiados).

Clima y transporte público. Los días soleados invitan a los residentes en Canarias a pasar la tarde fuera. Según apunta María del Mar Tavío, catedrática de Microbiología por la ULPGC, esta tendencia ha permitido mantener a raya la enfermedad reduciendo la presencia en interiores, donde la transmisión se multiplica si la ventilación no es adecuada. “Se podría decir que la benignidad del clima ha ayudado a frenar la expansión. La gente está más fuera que dentro, y el aire ayuda a disipar esos aerosoles que desprendemos y se pueden mantener flotando durante horas”, argumenta. “Otro factor a tener en cuenta: el transporte público en un ambiente cerrado”. En Las Palmas de Gran Canaria no se hace un uso de las guaguas como del metro en Madrid. Lo cierto es que aquí la gente prefiere desplazarse en coche. El Instituto Canario de Estadística (ISTAC) recoge que en 2017 había 682 vehículos por 1.000 habitantes en la ciudad, una cifra por encima de la media nacional.

Concienciación de la población. La primera ola rozó pero no sacudió a Gran Canaria. Quizá cuando el número de infecciones comenzó a subir llegó una idea real de lo que significaba tener el virus por las calles. “Ninguno de estos factores que hemos mencionado tendría sentido si no se destaca el compromiso de los ciudadanos. Esto es lo que más nos va a proteger. Nos va mucho en ello”, apuntilla Tavío.

Los expertos comparten que el azar tiene un papel muy reseñable dentro de la evolución de la pandemia. Gran Canaria y Tenerife se han intercambiado en varias ocasiones ser la isla con mayor incidencia. Todo ello sin saber exactamente qué ha pasado de por medio. Las últimas palabras son de cuidado porque “esto no está garantizado”. “Hay que seguir con la guardia alta. Estamos a niveles bajos y hay que contar con el azar. No sabemos qué va a pasar de aquí al próximo verano”.

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