Balance Ton Bar, en francés (Denuncia Tu Bar) es un movimiento ciudadano compuesto fundamentalmente por mujeres, en su mayoría chicas jóvenes, que se han lanzado a las calles para protestar contra la violencia estructural, sistémica y persistente que viven las mujeres.
La expansión de este grito social llega a la par que el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, el 25 de noviembre. La violencia de género es camaleónica, puede ser sutil y difícilmente perceptible, o brutal, demoledora y evidente. Entre los muchos tipos de violencia que sufren las mujeres, la violencia sexual ha sido descarnadamente silenciada a lo largo de la historia, tanto que se ha convertido en parte de nuestra cultura, de nuestra forma de relacionarnos, nuestra forma de consumir y nuestra forma de mantener relaciones sexuales. La cultura de la violación se aprende inconscientemente al absorber patrones sociales ampliamente aceptados, cuyo cuestionamiento supone una incomodidad y, por ende, acabamos digiriendo sin masticar.
Esta renovada oleada de reivindicaciones nace en Bruselas (Bélgica), como respuesta al aumento de violaciones químicas producidas en la vida nocturna de la capital. Los múltiples colectivos que integran esta movilización han conseguido insertar en la agenda pública una situación cuya gestión impera para poder garantizar la igualdad y la seguridad en los usos de los espacios públicos y privados. Entre sus demandas, destacan la formación en materia de género del personal de seguridad de bares y discotecas, cursos de prevención y protocolos de actuación de obligado cumplimiento para los responsables de los establecimientos y su personal.
La cuenta de Instagram @balancetonbar reúne, de forma completamente anónima, cientos de testimonios de personas que han sufrido agresiones, violaciones, vejaciones y abusos de diversa índole, incluyendo explícitamente el nombre del bar en el que ocurrieron. Desde el 14 de octubre de 2021, la cuenta acumula más de 24 mil seguidores y ha conseguido posicionarse en titulares en todo el país. La emulación cívica ha llevado a la reproducción de este formato en diversas ciudades, entre ellas París o Lyon. Recientemente, @denunciatubar ha llegado a España, y se suma a las movilizaciones del 25N bajo el eslogan “Hartas de nos droguen contra nuestra voluntad para violarnos y abusar de nosotras”. Su página de Instagram recoge diversos testimonios de mujeres que han sufrido sumisión química en nuestro país.
¿En qué consiste esta práctica?
El término “sumisión química”, acuñado recientemente en nuestro idioma, deriva del francés “soumission chimique” y hace referencia al uso de sustancias químicas con el fin de manipular la voluntad de las personas. La frecuencia con que se asocia a delitos de índole sexual hace que su acrónimo anglosajón sea DFSA (drug facilitated sexual assault - agresión sexual facilitada por la droga). El uso de sustancias psicoactivas persigue provocar una modificación en el grado de vigilancia de la víctima, cuyo perfil suele ser el de una mujer joven. Si bien en nuestro país los datos sobre sumisiones químicas son escasos, ello se debe a la falta de investigación: una de las demandas del movimiento “Denuncia Tu Bar”, es precisamente el refuerzo en investigación y persecución de este tipo de delito.
En Canarias, atendiendo al balance de criminalidad del Ministerio del Interior, los datos son especialmente preocupantes, puesto que la cifra de delitos contra la libertad sexual, y más concretamente de agresiones sexuales con penetración, se vieron incrementados en 2018 y 2019. Si bien en el año 2020 hubo un leve descenso, a lo largo de 2021 en esta comunidad se han prpducido 69 infracciones penales por violación registradas; seis denuncias por violación al mes. Cifras que, sin dejar de ser alarmantes, no reflejan de ninguna manera la situación real que viven las mujeres canarias, ya que el porcentaje denuncias tras haber sufrido una violación es muy bajo. Según los datos de la Organización de Naciones Unidas (ONU), globalmente, el 35% de las mujeres ha experimentado violencia sexual, y hasta un 70% ha experimentado acoso sexual.
El problema fundamental de la sumisión química es que las víctimas suelen encontrarse en espacios seguros, como bares, restaurantes o discotecas, y rodeadas de personas de confianza, amigos, familia o incluso sus parejas. Tras consumir una bebida, se pierde la consciencia. Al despertar, los recuerdos son difusos o inexistentes, tanto que muchas mujeres no son conscientes de haber sido violadas. Todos estos elementos dificultan el proceso de denuncia y de persecución de los agresores. Además, la retórica heteropatriarcal hace que las víctimas se cuestionen antes a sí mismas que a su entorno. Vergüenza, culpabilidad o incluso arrepentimiento son emociones recurrentes al despertar en un lugar desconocido: pensar que ha sido fruto del abuso del alcohol es una respuesta cognitiva común ante esta situación. De-construir la cultura de la violación pasa por la emancipación de la culpa, y la dirección de la rabia. Comunalizar las experiencias, compartirlas y colectivizar el sufrimiento forman parte del proceso de creación de una consciencia social de género. De ahí que la aparición de movimientos que favorezcan la creación de espacios seguros de denuncia constituya la primera piedra en el camino de la erradicación de la sumisión química