Una representación grancanaria de La Revuelta de las mujeres en la Iglesia, movimiento con seguidoras en 16 ciudades españolas, ha entregado al obispo de la Diócesis de Canarias (de la provincia de Las Palmas), José Mazuelos, las conclusiones del Sínodo de las Mujeres, que exige el fin de la supremacía masculina en esta institución y pide que sea más plural y paritaria.
Según ha explicado a Efe una de las integrantes de la delegación grancanaria, Pino Trejo, las revueltas españolas, que comenzaron a organizarse en marzo de 2020 y ya han logrado afianzarse en Vigo, Madrid, Valencia, Santiago de Compostela, La Rioja, Sevilla, Badajoz, Santander, Bilbao, Barcelona, Granada, Zaragoza, Vitoria, Almería, Córdoba, están haciendo llegar a sus respectivas diócesis las conclusiones de este Sínodo, auspiciado por el Consejo de Mujeres Católicas y que concluye este mes en Roma.
En el marco del Sínodo sobre la sinodalidad, convocado también este mismo mes por el Papa Francisco en el Vaticano, esta red global de mujeres católicas pretende visibilizar la situación del colectivo en la Iglesia y expresar “cómo ven que puede ser: una comunidad de iguales, como la que creó Jesús” de Nazaret.
“Todas somos bautizadas y, sólo por ese simple hecho, formamos parte del pueblo de Dios, sin ninguna distinción”, ha referido Trejo, quien también ha aludido a la “comunidad de los carismas, por la que cada persona es llamada a una tarea concreta dentro de la Iglesia y de la sociedad”.
“Consideramos que el carisma no tiene género, color o clase y pedimos que se nos deje trabajar por una Iglesia que esté más comprometida con la realidad y que sea más de iguales”, ha referido.
Junto a Inmaculada Sánchez y Yolanda Almeida, otras integrantes de La Revuelta de la Iglesia en Gran Canaria, Trejo ha estimado que la mujer también debe estar representada en los ámbitos de decisión de la Iglesia.
Entre las conclusiones del Sínodo de las Mujeres entregadas al obispo José Mazuelos se afirma que “la supremacía masculina conduce muchas veces a la violencia de género y al abuso sexual y espiritual” y se insta a que en la Iglesia católica “ninguna persona por su género o identidad sexual sea excluida de la vida sacramental”.
La lucha de estas mujeres acabará cuando “la igualdad se haga costumbre” en esta institución, según defienden sus promotoras.