María José Blanco ya es como de la familia en muchos hogares de La Palma. La directora del Instituto Geográfico Nacional (IGN) en Canarias aparece casi cada día a la misma hora en los televisores de miles de personas para explicar la evolución de la erupción con su carácter cercano y tranquilizador. El centro del IGN en Tajuya, desde donde se puede ver el infatigable volcán, se ha convertido ya en su segunda casa, y cuando camina por las calles de la isla, la gente le para para darle las gracias. Ella y muchas otras mujeres se han convertido en los ojos de esta emergencia volcánica, y poco a poco combaten la masculinización de la ciencia. “La sociedad ha ninguneado siempre el papel de la mujer. Ahora es importante no solo que sea visible, sino que se haga visible y que las niñas tengan referentes en cualquier ámbito”, sostiene Blanco.
Muy pocas veces dice que no a una entrevista. Lo considera parte de su trabajo. También suele acompañar a los medios de comunicación a las visitas a la zona de exclusión y convierte en afortunados a quienes comparten guagua con ella. “Eso también es colada, pero no de ahora”, “ese torbellino que se forma junto al volcán es por el cambio de temperatura del aire”, explica mientras el convoy avanza hacia Todoque. Y al tiempo que enseña, aprende también.
Su referente directo fue su madre, que ahora tiene 97 años y se licenció en Química. “Ella sí fue una pionera”, recalca durante la entrevista después de una mañana de reuniones y una tarde de trabajo de campo. Su madre pasó de vivir en una finca aislada en la Salamanca más profunda a ser universitaria. ''Es la única en su familia que estudió una carrera“, reconoce Blanco. La directora del IGN en Canarias estudió Física, y tuvo la oportunidad de tener una beca de investigación que le permitió doctorarse en Geofísica, su especialidad. En 1990 llegó a Canarias pensando en quedarse solo un año, pero desde entonces no ha vuelto a vivir en la Península.
El legado de María José Blanco
Lo primero que hizo al llegar al Archipiélago fue preguntar por la Facultad de Geología, pero no había. “Canarias vivía de espaldas a la Geología, a pesar de ser islas donde los volcanes están incorporados en su paisaje”, cuenta. En el ámbito de la ciencia, se pensaba sobre todo en el cielo, “pero no se investigaba nada en el mar ni en la tierra”. En 2004 tuvo lugar una crisis sísmica en Tenerife que no causó daños. Entonces, la administración pública otorgó al lGN la responsabilidad de la vigilancia volcánica. La oportunidad de crear algo y dejar un legado, así como la calidad de vida, han hecho que Blanco lleve ya más de treinta años en las Islas.
Cuando llegó a Canarias, María José Blanco era responsable de sismología. Después de dos años en este puesto, pasó a ser directora del centro. “No solo fui la primera directora, sino que no ha habido ninguna más”, apunta. En las reuniones con el resto del equipo se respiraba un ambiente “chocante”, ya que todos sus compañeros eran hombres. “Yo tenía varias notas que eran diferentes: era mujer, era la más joven con diferencia y era doctora. Tenía una vertiente de investigación que muchos de ellos no tenían. A ellos no les llamaba la atención. A mí sí me sorprendía sentarme en una mesa en la que no había ninguna otra mujer y en la que, a día de hoy, sigue sin haberla”, recuerda.
Si bien las generaciones que van entrando al IGN están “más igualadas”, el peso es masculino. En Canarias, de las 18 personas que trabajan en el Instituto, cinco son mujeres. En la Dirección General del IGN en Madrid no ha habido nunca una directora ni una subdirectora. “La secretaria general que lleva la gestión administrativa del Instituto sí es una mujer, y la primera persona que tiene un cargo de relevancia en el ámbito técnico es Carmen López, mi jefa. Tenemos una pirámide que va empujando hacia arriba”, celebra Blanco.
Para María José Blanco, la incorporación de las mujeres en la gestión de las emergencias favorece el trabajo en grupo y “sin afán de protagonismo”. “Somos hormigas que, en conjunto, hacemos que las cosas avancen”. “No sé si es porque hay más mujeres involucradas o porque las cosas son diferentes, pero en esta emergencia se colabora más que en la de El Hierro y no hay discrepancias”, valora la científica.
De los atentados de Barcelona al volcán de La Palma
En una mesa llena de hombres se abre paso cada mañana Montse Román, la directora del Puesto de Mando Avanzado (PMA) que gestiona la emergencia de La Palma. Y la única mujer en la mesa de las reuniones. Catalana de nacimiento, vive en Canarias desde hace un año y nueve meses y “nunca hubiera imaginado” que participaría en la gestión de una crisis volcánica antes de mudarse a las Islas. Román es criminóloga, experta en prevención y seguridad pública y tiene 20 años de experiencia. Ahora es encargada del Área de Dirección General de Seguridad y Emergencias del Gobierno de Canarias.
En el verano de 2017 estaba de guardia cuando una furgoneta arrolló a las personas que andaban por Las Ramblas de Barcelona y en la madrugada del día siguiente, el 18 de agosto, a un operativo de Mossos d’Esquadra en Cambrils (Tarragona). Los hechos fueron considerados como un atentado terrorista después de que el Daesh reivindicara su autoría. En aquel entonces, Román coordinó la operativa con todos los grupos implicados. Ahora, preside las reuniones diarias en las que se organizan los operativos y se analiza el avance de la erupción.
En sus diferentes experiencias en gestión de crisis, las emergencias eran “más cortas” que la que ahora sacude a La Palma. Hace 48 días que el volcán entró en erupción y 54 desde que el comité científico se sienta cada mañana a sopesar la situación. No siempre lo encabezan las mismas personas, sino que se alternan semanalmente entre compañeros. Cuando les toca estar al pie del cañón, Montse Román pasa una media de doce horas diarias en el centro que se ha instalado en El Paso. Por las noches trata de dormir por una cuestión de “optimización de recursos”, pero está disponible para cualquier imprevisto. Esa misma rutina la tienen sus compañeros cuando trabajan sobre el terreno.
Desde el cerebro de la actuación en la isla, la concentración es un punto fundamental porque un fallo podría provocar la pérdida de una vida. “Hay que estar muy concentrado todo el día, no se te puede escapar nada”, confiesa Montse Román. “Es estar continuamente pendiente de todo lo que hay en el territorio y a quién pueden afectar las consecuencias de lo que va pasando con el avance de las coladas”. A pesar del estrés que provoca esta gestión, la coordinación conjunta del Plan de Emergencias Volcánicas de Canarias tiene clara sus prioridades: “Que no haya personas afectadas, empezando por la población pero también para los mismos intervinientes”.
El poder de los drones
Desde el PMA se controla todo lo que afecta a la población de la isla durante la erupción. No solo los posibles confinamientos o desalojos, sino la calidad del aire y las actuaciones en los centros educativos. “Hemos ayudado a crear un protocolo de actuación durante la erupción para los colegios”. Este plan ahora convive con el de la prevención de la COVID. Además, el Puesto de Mando trata de garantizar que la población pueda comunicarse. El escenario actual obliga a evitar “a toda costa” no tener infraestructuras de suministro básico, revela Román.
“Estamos muy pendientes del frente de las coladas para saber si llegan al mar, ya que en ese caso se establece una zona de confinamiento preventivo de la población y tenemos que coordinarlo y articularlo para que el mensaje llegue automáticamente”. El avance de las coladas se mide, en gran parte, gracias a los drones. Los pilotos de drones del Instituto Geológico y Minero de España (IGME) o del Grupo de Emergencias y Salvamento (GES) del Gobierno canario facilitan vídeos que ayudan a saber por dónde avanza la lava, qué edificaciones ha destruido, cuáles no y si sigue el camino de viejas coladas.
Allí, sobrevolando los ríos de lava, las emisiones de ceniza y el avance de las coladas trabaja Juana María Medina. Apoyada sobre una barra de la sede del Puesto de Mando Avanzado (PMA) espera a sus compañeras para ir a comer a la guagua del chef José Andrés. Acaba de volver de realizar un vuelo de dron sobre la zona más al norte del volcán. Ella es ayudante de servicios técnicos del GES.
Medina es la única mujer que conduce drones en la erupción palmera. “Esas imágenes desde arriba que salen en las redes sociales y tienen la firma del GES son grabadas por nosotros”, confiesa ilusionada. Su trabajo es la mirada de los científicos desde el cielo y es fundamental para detectar coladas activas, puntos calientes, zonas donde tomar muestras y para que muchos palmeros desalojados sepan si su casa ha sido engullida ya o no por la lava.
Referentes para las jóvenes
Enfundada en un chaleco rojo con el sello del IGN, Laura García vuelve de hacer trabajo de campo y bromea con sus compañeros en un espacio reservado para el comité científico, justo debajo del Mirador de Tajuya, que se llena de turistas y curiosos a diario. Una panorámica del volcán sin nombre se puede ver cerca de las ventanas. En la pared, unos papeles numerados marcan el paso de los días. “Este calendario tiene anécdota, es el mismo que utilizamos hace diez años en la erupción de El Hierro, un compañero lo tenía guardado y decidió traerlo”. Mientras cuenta la historia, entran dos científicos del IGN y vacilan sobre qué van a cenar. En el interior tres pantallas reflejan los últimos seísmos registrados en la isla, una televisión de plasma tiene una conexión en directo del volcán filmada por Televisión Canaria y en otro la página web del Instituto Geográfico Nacional.
Laura García Cañada tiene la carrera de Matemáticas, la especialidad de Geodesia y forma parte del equipo de vigilancia volcánica del Instituto Geográfico Nacional (IGN) que trabaja sobre el terreno en La Palma. En su Facultad se encontró con más mujeres que tenían vocación por la ciencia de Pitágoras, pero cuando decidió especializarse en Geodesia la presencia de mujeres comenzó a menguar. “Poca gente suele conocer lo que es la Geodesia, es una disciplina que estudia la forma y dimensión de la Tierra”, explica. En el caso de la vigilancia volcánica estudia en particular la deformación del terreno.
De esta disciplina se enamoró, pero en la vulcanología cayó casi por casualidad. Después de la erupción, “mis amigos de toda la vida me ven por la televisión y me dicen que qué guay es mi trabajo y me preguntan mucho. Pero son mis amigos de siempre y yo siempre me he dedicado a esto y les digo, ¿pero no lo sabías ya?”
Laura García llegó dos semanas después del inicio de la erupción y es la segunda vez que trabaja de lleno en una. “Nuestro trabajo es solo en España, pero estudiamos y analizamos erupciones de otras partes del mundo para poder aplicarlas en nuestro trabajo aquí”, explica. En La Palma había estado antes de la erupción, buscando ubicación para instalar estaciones GPS, también para el mantenimiento de otras. García trabaja en la oficina de Madrid, pero no era la primera vez que coincidía con sus compañeros de la sede de Santa Cruz de Tenerife. “Coincidimos para hacer trabajo de campo en otras islas, también en El Hierro, pero es verdad que ahora pasamos más tiempo conviviendo”, cuenta.
“En determinadas áreas hay mujeres, no puedo decir que no las haya”, reflexiona. En la sede del IGN en Madrid está más equiparada la presencia de mujeres y la de los hombres, pero en Tenerife, ellos son todavía mayoría. “Es importante que cualquier persona, sea hombre o mujer, en especial esas jóvenes que sienten atracción por un campo, se sientan con la libertad de poder estudiar y ejercer aquella profesión que desean. Sin pensar que no van a poder hacerlo por ser mujer, por supuesto”.