Once adultos que fueron entregados a la Casa Cuna de Santa Cruz de Tenerife entre los años 50 y 60, cuyos testimonios han sido recabados por los abogados que investigan los malos tratos que pudieron darse en esa institución por parte de quienes ejercían la guarda y custodia, coinciden en lo habitual que eran los abusos sexuales, sobre todo en forma de tocamientos, tanto por parte de monjas y sacerdotes como de educadores laicos.
Los once denunciantes repiten situaciones parecidas e imágenes que aseguran que les han marcado por el resto de su vida. Cinco reconocen no haber padecido abusos de forma directa, pero sí haber presenciado escenas de tocamientos a otros menores, niños que salían de algún despacho llorando y con los calzoncillos bajados, un chófer que se encerraba con niñas de 11 y 12 años en los almacenes para comida.
Otros casos revelan abusos sufridos en persona, algunos brutales, como el que narra un hombre que fue abandonado en ese centro recién nacido y que padecía un problema de glotonería: “Una mujer con hábito blanco, joven, una tal Lala o Candelaria, se me bajaba las bragas delante de mis narices, me subía a un poyo de cocina o enfermería y me restregaba sus partes íntimas por mi cara. Esto se repetía habitualmente”.
En la ducha y en la cama
Otros denunciantes aseguran que vieron con sus propios ojos cómo a las niñas “les metían mano los curas. Les pegaban, les hacían besarle los pies”, y también cómo los tocamientos se daban sobre todo, durante la ducha: “Las monjas me tocaban mis partes cuando me duchaban”, insiste un hombre que llegó a la Casa Cuna poco después de nacer el 11 de enero de 1960.
“Las cuidadoras se nos burlaban, nos toqueteaban mientras nos bañaban pero no de forma normal porque no te estaban limpiando sino tocando mis partes continuamente”, afirma otro varón. Igualmente otra ex interna asegura que durante la ducha le introducían los dedos en la vagina.
Los abusos sexuales igualmente se daban en los dormitorios: “Recuerdo tocamientos por las noches. Los tocamientos eran en el dormitorio mientras dormía la siesta y sobre todo de madrugada, al que despertaba?a ese le tocaba, hoy le tocaba a uno y mañana al otro”, relata Luis, que fue dejado en el torno de la Casa Cuna con tres días de vida.
El chófer
Varios testimonios coinciden en apuntar al chófer de la institución, un tal Sergio, como agresor sexual de niñas. “Había un tal Sergio, el chófer de la guagua del centro, intentó agarrarme para meterme a un sótano con papas que había en la Casa Cuna, con intención de violarme, pero pude escapar. Lo sé porque le ha pasado a más niñas de las cuales también intentó abusar. Cree que este señor ha fallecido. Yo tendría en esa época 11-12 años”, afirma una mujer que entró en el centro con dos años y tres meses, en 1959.
“En concreto el chófer don Sergio, de la Casa Cuna, hoy fallecido, que era quien se encargaba de hacer las entregas de los niños, así como cualquier otro tipo de desplazamientos. Este señor abusaba sexualmente de las niñas”, al que los responsables del centro le explicaron que había sido abandonado en una caja de cartón con tres días de vida.
Los once testimonios serán entregados en bloque ante el juzgado de Instrucción 2 de La Laguna, que instruye la denuncia por abusos sexuales continuados presentada por dos menores y dos adultos contra un cuidador de la institución, Julio Carrillo, aunque se baraja la posibilidad de presentarlos ante la Audiencia Nacional.
Todos los denunciantes han sido sometidos a pruebas periciales psicológicas para corroborar la veracidad de sus palabras, pero dado que la mayoría de los posibles responsables de los abusos han fallecido y que los delitos podrían haber prescrito, la acción judicial en estos casos es prácticamente ninguna.
A los denunciantes parece no importarles, ya que los once sostienen que su interés es que se sepa lo ocurrido y que se reconozca oficialmente los malos tratos. Lo dice una presunta víctima que fue dejada por sus padres en la Casa Cuna con cinco años: “Quiero un reconocimiento público por parte de los agresores y los organismos de los que dependen, de los malos tratos que allí ocurrían. Denuncio la desconfianza, la tristeza,?todas las secuelas psicológicas que me han sobrevenido durante toda mi vida consecuencia de las experiencias que en la Casa Cuna viví”.