Hematólogos y oncólogos editan la primera guía de práctica clínica para el tratamiento de estos tumores, en primera línea y tras la recaída
MADRID, 5 (EUROPA PRESS)
En España se diagnostican cada año entre 3.000 y 5.000 nuevos casos de linfoma folicular, un tipo de cáncer hematológico que generalmente se detecta cuando todavía no han aparecido los síntomas y que, en la mitad de estos casos, no requiere tratamiento hasta varios años después de su diagnóstico.
Así lo han asegurado varios de los oncólogos y hematólogos autores de la primera 'Guía de práctica clínica para el tratamiento de pacientes con linfoma folicular en primera línea y tras la recaída', elaborada conjuntamente por el Grupo Oncológico para el Tratamiento y Estudio de los Linfomas (GOTEL) y el Grupo Español de Linfomas y Trasplante en Médula Ósea (GELTAMO).
“Es una enfermedad indolente, de esperar y ver”, según ha explicado la doctora Dolores Caballero, responsable de la Unidad Clínica y de Trasplante del Hospital Clínico de Salamanca, quien reconoce que en torno al 40 por ciento de los pacientes que se diagnostican sin síntomas “no necesitan tratamiento mientras la enfermedad no progresa”.
Aunque depende de la edad del paciente y la biología del tumor, suelen pasar unos tres años de media hasta que esto ocurre y entonces se hace necesario un tratamiento, que en estadios asintomáticos tampoco ha demostrado aportar grandes beneficios.
De hecho, hay pacientes que pueden tardar “hasta 10 años en iniciar el tratamiento después del diagnóstico” y “un 25 por ciento de estos casos que no lo necesita nunca”, añade el doctor Armando López-Guillermo, coordinador de la guía y miembro del Servicio de Hematología del Hospital Clínic de Barcelona, recordando que “es mejor no agotar futuras opciones terapéuticas de antemano”.
Según reconoce este experto, hay veces que esto “difícil de entender” por algunos pacientes, “sobre todo cuando se les diagnostica un cáncer y no son tratados”, aunque asegura que “en general lo llevan bien”.
Cuando llega el momento de elegir un tratamiento, la evidencia clínica ha demostrado que la mejor opción como primera línea es la combinación de inmunoterapia y quimioterapia.
En este sentido, el uso de rituximab, comercializado por Roche como 'MabThera', es el anticuerpo monoclonal que ha demostrado mejores resultados mientras que, en el caso de las quimioterapias, “todavía no está claro cuál es la más idónea”.
Tras este tratamiento inicial, los autores de este documento de consenso también consideran que el uso de este tratamiento biológico como terapia de mantenimiento puede ser clave a la hora de retrasar la progresión del tumor.
“El porcentaje de recaídas es de casi el cien por cien”, ha reconocido López-Guillermo, si bien el uso de esta terapia de mantenimiento permite que la enfermedad tarde en reaparecer una media de más de cuatro años.
LA SUPERVIVENCIA MEDIA ES DE MÁS DE 15 AÑOS
De hecho, este experto asegura que “gracias a las diversas posibilidades terapéuticas que existen, se trata del tumor hematológico con mayor supervivencia global”, ya que la mayoría de estos pacientes viven una media de 15 a 16 años desde su diagnóstico, al tiempo que también se ha mejorado su calidad de vida.
“La supervivencia es muy alta gracias a los distintos tratamientos que existen”, algo que “en ocasiones puede ser un problema” y “generar discrepancias”, que tratan de ser disipadas con la elaboración de este manual.
En la guía de práctica clínica también se incluyen recomendaciones sobre el seguimiento de estos pacientes. En este sentido, recuerdan que en estos casos no se recomienda el uso del PET, ya que aún no está suficientemente demostrado que resulte realmente efectivo en el seguimiento.
“Se suele optar por un seguimiento clínico, analítico y espaciado”, ha asegurado la doctora Caballero, insistiendo en que las exploraciones más continuadas “tienen más morbilidad per se y molestan al paciente”, a quien reconoce que “hay que dar tranquilidad”.