La ceniza se ha incrustado en el paisaje de La Palma. El volcán se ha apagado, pero en las calles de toda la isla aún quedan restos de los 85 días en los que la erupción no dio tregua. En algunos barrios como el de Todoque se han llegado a acumular sobre los tejados hasta 15 metros de picón, y el material volcánico ha sepultado fincas enteras de plátanos o aguacates en los municipios de El Paso, Los Llanos de Aridane y Tazacorte. Ahora, cuando la catástrofe natural ya ha terminado, los piroclastos ayudarán a reconstruir la isla utilizándolos para crear nuevas infraestructuras y viviendas para las familias damnificadas. “Se va a reciclar el 100% de la lava”, asegura Amilcar Cabrera, ingeniero civil y director técnico de los trabajos de reconstrucción en el Cabildo insular.
La ceniza, al tratarse de partículas finas y pequeñas, con un tamaño inferior a los dos milímetros, “tiene pocos usos”. “La levanta el viento y va a la columna de aire”, explica el geólogo e investigador de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) José Mangas. Por el contrario, el picón o lapilli, con un tamaño que oscila entre los dos y los 64 milímetros, puede emplearse para construir carreteras y casas.
“El picón puede usarse como árido de construcción. Este material piroclástico se mezcla con alquitrán y permite asfaltar las carreteras”, señala Mangas. Si se mezcla con cemento para obtener hormigón, el lapilli puede reciclarse a través de la edificación de viviendas. “El hormigón generalmente se crea con un 80% de picón y un 20% de cemento. También esta mezcla puede usarse para crear bloques de construcción, vigas para las casas o escolleras para los puertos. Además, es muy barato. Una tonelada de picón suele costar entre ocho y nueve euros”, explica el investigador.
Según Amilcar Cabrera, la utilización de los piroclastos emitidos por el volcán de Cabeza de Vaca para construir casas cumple con la norma española. “Los minerales de la ceniza no son tóxicos. Se cierra el círculo y la sostenibilidad está garantizada”, sostiene.
Regenerar volcanes antiguos
No hay un dato exacto sobre la cantidad de material volcánico que expulsó el volcán de Cumbre Vieja. Hasta ahora, según los datos del Cabildo palmero, se han movilizado 60.000 metros cúbicos de material y se han acopiado en una cantera municipal próxima a las salinas de Fuencaliente. En esta tarea están trabajando 40 empresas de la isla. “Estamos invirtiendo unos 400.000 euros al mes y cada día se movilizan unos 35 camiones”, cuenta Cabrera. La mayor parte de los piroclastos se está recogiendo del barrio de Las Manchas, uno de los más próximos al cono principal del volcán. Según los cálculos de la corporación insular, se tardará al menos un año en limpiar todo el material repartido por los municipios afectados.
Uno de los usos que la administración ha dado a la ceniza es la regeneración ambiental. Así, el Cabildo de La Palma ha regenerado el volcán de San Antonio, que entró en erupción en noviembre de 1677 y que en la actualidad se ha convertido en uno de los principales enclaves turísticos de la isla. “Hemos acopiado ceniza y, como es fácilmente movible y trabajable, se le da contorneado y se dibuja. El efecto del viento y del paso del tiempo van a dar esa forma redondeada que aparenta que la zona nunca ha sido alterada”, describe Cabrera. Este proyecto fue presentado por el Ayuntamiento de Fuencaliente y su aplicación concluyó en un mes. Se prevé que esta técnica se emplee en otros volcanes palmeros, aunque se priorizará la construcción de nuevas infraestructuras.
Afección de los cultivos
Las posibilidades de usar los piroclastos en la agricultura son muy pocas, coinciden el ingeniero y el geólogo. “No es verdad que se pueda usar la ceniza o el picón en el campo como abono. Para que esos elementos químicos que tienen vayan a parar al suelo tienen que pasar miles de años”, explica José Mangas.
En cuanto a la afección de los cultivos, un estudio llevado a cabo por María Mercedes Hernández González, responsable del Servicio de Fertilidad de Suelos y Nutrición Vegetal del IPNA-CSIC (Instituto de Productos Naturales y Agrobiología, que forma parte del Consejo Superior de Investigaciones Científicas), concluye que la presencia de ceniza no afecta a los frutos como el plátano, el mango o el aguacate. “No hace que no sean comestibles desde el punto de vista de la salud. Esto no implica que no produzca daños visuales que hagan que las cooperativas los rechacen”, matiza.
Los minerales que tiene la ceniza no van a afectar a la agricultura palmera a largo plazo. “Nuestros suelos son volcánicos y se cultivan muchas cosas en ellos. A largo plazo, la ceniza no será un problema en los suelos ni afectará a la fertilidad”, apunta Hernández. Por el contrario, las “densidades exageradas” que ha provocado la erupción sí han afectado a las plantas de zonas como Puerto Naos. Hasta allí no se puede acceder por la presencia de gases tóxicos, por lo que la ceniza no ha podido ser retirada. “Las cosechas están destrozadas en las zonas más cercanas al volcán. No por los minerales que tiene la ceniza, sino por el daño que ha provocado a la fotosíntesis o el estrés que ha generado en la planta”.