Raúl Hernández, de la Cátedra de Turismo: “Canarias no puede dejar que las fuerzas del mercado sin control la lleven a excesos y daños irreparables”
El profesor de la ULL repasa el hoy y el mañana del motor económico de Canarias y dice: “A corto plazo será difícil modular las llegadas, pero sí se pueden poner los cimientos para a medio plazo contribuir mejor al bienestar”
El profesor titular de Economía Aplicada en la Universidad de La Laguna (ULL) Raúl Hernández opta con criterio por ser optimista en relación con el futuro del turismo en Canarias, una actividad productiva, y lo dice con claridad manifiesta, que debe cambiar el chip porque, en efecto, “Canarias tiene la oportunidad de seguir siendo líder en turismo, pero también de hacer las cosas de otro modo”. Este otro modo incluye, sobre todo, el camino inevitable hacia la sostenibilidad integral.
Hernández, que es doctor en Economía y director de la Cátedra de Turismo CajaCanarias-Ashotel de la ULL, aborda en esta amplia entrevista, propuesta tras transcurrir un mes desde las movilizaciones del 20A en las islas, todos los eslabones del principal sector económico del archipiélago, con sus pros y sus contras y entrando de lleno en lo que ayer servía, hoy no tanto y mañana quizá nada o mucho menos. El experto tinerfeño habla de soluciones, de cambios estructurales de gran magnitud, y todo lo analiza sin dejar de lado, entre otros vectores, el medioambiente y su conservación; la gente y su bienestar económico y social.
Este profesor de Economía nació en 1965 (59 años) en Santa Cruz de Tenerife y ya lleva 25 años investigando sobre la economía del turismo en Canarias. Ha sido director del máster en Dirección y Planificación del Turismo en la ULL, del doctorado en Turismo y, desde 2012 hasta ahora, de la Cátedra de Turismo de la Universidad de La Laguna (ULL). Hernández realizó su tesis doctoral sobre las economías insulares pequeñas en las universidades de La Laguna y Toulouse. Sobre la Cátedra de Turismo, sostiene que, desde su creación, allá por 2012, “ha contribuido a la consolidación de la ULL como uno de los centros universitarios de referencia internacional en la investigación del turismo”.
A este analista del turismo desde el campo de la economía no le cuesta reconocer que el modelo actual del turismo en Canarias “ha permitido una indudable mejora de las rentas en el archipiélago, pero no ha conseguido una suficiente modernización económica y social, pues convive con bolsas de pobreza y de desempleo”. Asegura que hoy la pregunta más relevante “no es cuántos turistas o residentes caben en las islas, sino cuál es el umbral deseable de estos teniendo en cuenta las infraestructuras y los servicios existentes, el esfuerzo que social y políticamente se desea hacer para mejorar dichas infraestructuras, todo ello con el fin de mejorar el bienestar de la población residente”.
Apenas ha transcurrido un mes desde las manifestaciones del 20A en todas las islas, con éxito de asistencia, algo incuestionable, y con la exhibición de un cabreo generalizado y a la vez contenido por todo aquello que se nos ha ido un poco (o mucho) de las manos en relación con el turismo. ¿Cómo vivió usted esos días y qué explicación le ha dado a ese fenómeno? ¿Por qué la población residente ha estallado de esa manera y cuánta razón tienen los que salieron a la calle?
Ahora que podemos observar los acontecimientos previos y el desarrollo de las manifestaciones del 20A con un mínimo de distancia, nos damos cuenta tanto de su importancia como de los retos que se plantean de cara al futuro. Las reivindicaciones de la sociedad en ese momento por supuesto que estaban vinculadas al desarrollo turístico, pero iban más allá: reflejaban un desencanto con la situación actual del modelo económico y social del archipiélago.
Es cierto que la recuperación del turismo tras la pandemia ha reavivado, en todo el mundo, algunas tensiones no resueltas con los residentes locales. Estas tensiones incluyen aspectos como el acceso a la vivienda para la población joven, la mayor movilidad de los turistas hacia las zonas tradicionales de los residentes y los procesos de turistificación, la congestión de ciertos espacios o el auge descontrolado de la vivienda vacacional.
Pero, en el caso de Canarias, tenemos una carga añadida de problemas que se relacionan con la falta de adecuación de algunas infraestructuras, como la vivienda; con las aguas residuales o con el transporte dentro de cada isla. También ha influido en ese malestar el fracaso del sistema educativo como generador de empleo, especialmente entre los jóvenes de barrios periféricos de las capitales o de los municipios no turísticos. De este modo, el desempleo se encuentra muy localizado en ciertas zonas y no sabemos aprovechar las oportunidades laborales que se generan en el entorno de las zonas turísticas. Estas son aprovechadas mayoritariamente por la inmigración laboral, con y sin cualificación.
Se suele decir que, tras la tempestad, viene la calma… De alguna manera, en calma se está ahora, pero qué debemos ya estar haciendo, más pronto que tarde, para convertir el turismo, el principal motor económico en Canarias (y así seguirá siendo), en una actividad más sostenible o sostenible de verdad, de forma integral, esto en la medida de lo posible. ¿Se ha andado poco este camino, al menos por ahora?
En el desarrollo turístico de Canarias, hemos pasado por dos etapas principales: la primera puede calificarse de fácil, impulsada por una ventaja absoluta en el ámbito climático. En el año 2012, preparamos un informe sobre este asunto para el Gobierno de Canarias, en el que podía comprobarse que disfrutamos de algo parecido a lo que pomposamente se califica como el mejor clima del mundo, con un confort climático muy intenso a lo largo de todo el año. Sobre esta ventaja, se fue asentando un modelo turístico local vinculado a la construcción de nuevas infraestructuras de alojamiento que, en muchas ocasiones, terminaban siendo gestionadas por cadenas hoteleras, principalmente con origen en Baleares.
Este modelo ha permitido una indudable mejora de las rentas en el archipiélago, pero no ha conseguido una suficiente modernización económica y social, pues convive con bolsas de pobreza y de desempleo. Hemos trabajado con mucha inercia, pero en esta etapa compleja del desarrollo turístico tenemos que desplegar toda nuestra capacidad de conocimiento para hacer frente a los retos económicos, sociales y medioambientales que tenemos delante.
Usted, que seguro ha analizado espacios de referencia en el mundo con modelos menos invasivos y más respetuosos en general, centrados en la calidad y la sostenibilidad, en qué territorios se ha fijado. ¿Cuáles pueden servir como guía y por qué?
Lamento decirle que no hay modelos ideales. Siendo el turismo un sector tan transversal, los modelos turísticos se relacionan mucho con los modelos socioeconómicos. Allá donde hay un modelo económico y social más avanzado, el turismo tiende a desarrollarse más armónicamente. Por eso, los lugares en los que Canarias debe fijarse son los vinculados a la calidad de vida, con ecosistemas de innovación, con el cumplimiento de las normas, con responsabilidad social de todos los agentes, con el rendimiento de cuentas, con la transparencia, la participación, los compromisos colectivos, la sostenibilidad y la movilidad sostenible. Estos son lugares donde la cultura es relevante, donde se valora el conocimiento, donde hay sociedades cohesionadas e integradas, abiertas a la cooperación y vinculadas al conocimiento.
No hay modelos turísticos a imitar o, dicho de otra manera, los destinos turísticos son rehenes de la sociedad en la que se desarrollan. Cuando profundizamos en la experiencia de cualquier destino turístico, observamos que es el resultado de sus condicionantes y de su historia. Podríamos aprender la conciencia de los noruegos, la alegría del mediterráneo, la creatividad de los daneses o la perseverancia de los coreanos… De muchos podemos aprender algunas cosas, pero el modelo canario depende de nuestros particulares condicionantes.
El 20A supuso en parte un grito de desesperación ante la masificación turística en determinadas islas y comarcas, con impacto notable en todo el territorio isla, esto de manera especial en Tenerife, Lanzarote… Muchos rincones saturados y llenos de coches de alquiler o agobio en barrios de la ciudad o espacios naturales que antes casi eran secretos. ¿Qué importancia tiene en estos procesos la digitalización y con ella la posibilidad de alquilar vivienda en casi cualquier lugar? ¿Cómo se para esto?
Creo que los asuntos relacionados con la masificación hay que analizarlos desde la perspectiva de la gestión. Si tuviéramos en las islas sistemas de movilidad sostenible ya desarrollados, viviendas públicas, gestión activa de los espacios naturales más congestionados, sistemas de economía circular avanzados en torno al agua y los residuos, un sistema educativo capaz de superar el reto del desempleo estructural, una clase política y empresarial más comprometida con el progreso del archipiélago a largo plazo, podríamos afrontar todos estos retos en mejores condiciones.
El análisis de los datos macroeconómicos en lo que va de año, de los primeros cuatro meses, avanza que 2024 puede ser incluso mejor que 2023 en llegada de turistas. Se puede estar en la cota de los 17 millones de visitantes. ¿No cree usted que la corrección de esta tendencia, si las soluciones también pasan por frenar la afluencia masiva de visitantes, que puede ser, va para largo, pues no será un asunto de corto ni medio plazo? ¿Y mientras…?
Gestionar el turismo es como reparar o renovar un vehículo en marcha, especialmente en Canarias, donde estamos abiertos todo el año. No podemos aislarnos del entorno, y el entorno de la demanda turística en la pospandemia se vincula a un incremento del ansia de viajar y de conocer en profundidad los lugares visitados, buscando experiencias memorables. Esta dinámica de la demanda es la que puede llevar a cifras récord este año. Pero respecto a las cifras, la pregunta relevante no es cuántos turistas o residentes caben en las islas, sino cuál es el umbral deseable teniendo en cuenta las infraestructuras y servicios existentes, el esfuerzo que social y políticamente se desea hacer para mejorar dichas infraestructuras, todo ello con el fin de mejorar el bienestar de la población residente. Por ello, a corto plazo será muy difícil modular los flujos, pero sí podemos poner los cimientos para que a medio y largo plazo el modelo económico y turístico contribuya mejor al bienestar económico y social.
O sea, que lo de medir el éxito turístico atendiendo al número de visitantes esto ya es hora de que pase a la historia. ¿En qué debemos fijar pues la mirada para hacer duradera esta industria sin tener que echarnos las manos a la cabeza, quizás las generaciones futuras?
Creo que debemos cambiar las métricas del turismo. Esta cuestión ya fue planteada por el Nobel de Economía Joseph Stiglitz, que resaltaba la gran influencia que tiene lo que medimos sobre cómo actuamos. Si nos centramos en medir el número de turistas y el gasto asociado, nuestras políticas se orientarán a tratar de aumentar ambos indicadores sin ser realmente conscientes del efecto que pueden tener las llegadas sobre la congestión o bien la manera en que el gasto turístico se transforma en bienestar para la sociedad. El cambio de enfoque es necesario y lo hemos introducido en los últimos años en los informes sobre la sostenibilidad del turismo, elaborados por un amplio grupo de investigadores de las dos universidades públicas del archipiélago para el Observatorio Turístico del Gobierno de Canarias.
En dichos informes, hemos identificado hasta 16 áreas clave para la sostenibilidad del turismo en las esferas social, medioambiental y económica. Ahora falta alinear a todas las instituciones para mejorar la monitorización de todas esas áreas clave de la sostenibilidad del turismo, que incluyen la calidad del empleo, la formación, la gestión de las aguas residuales, la biodiversidad, el cambio climático... Este tipo de enfoque, amplio, es el que permitirá mirar a medio y largo plazo, trazarnos objetivos y evaluar el cumplimiento de estos.
Algunas reivindicaciones del 20A fueron el freno a la llegada de turistas, la definición de cupos; la moratoria en la oferta de nuevas plazas alojativas de todo tipo; la implantación de una ecotasa; el cobro por el acceso al medio natural (ya anunciado por Tenerife); la regulación del alquiler vacacional (en curso) y la prohibición en la venta de viviendas a extranjeros; la mejor redistribución directa e indirecta de la riqueza generada por el sector entre todos los agentes, de manera especial los trabajadores… ¿Con cuáles se queda? ¿Cómo usted las implantaría y cuáles de estos ejes pueden formar un vector que propicie el giro que se necesita?
Creo que el momento actual es una oportunidad para trazar una hoja de ruta para los próximos 25 años. Todos esos aspectos que mencionas, junto con otros, podrían formar parte de un proyecto de futuro para el turismo, integral y consensuado. Necesitamos un compromiso social y político en Canarias para el turismo, acompañado de un documento que pueda generar el máximo de consenso posible. Las medidas que señalas en la pregunta, tomadas de forma aislada y desarticulada, pueden no tener el efecto deseado. Por eso, el acuerdo sobre el turismo tiene que obedecer a una visión amplia, integral. Ya la Organización Mundial del Turismo (OMT) nos está diciendo que tenemos que monitorizar el turismo desde una perspectiva mucho más amplia que lo hecho hasta ahora, incluyendo aspectos que antes no estaban presentes, como la formación y el empleo, el cambio climático, la gestión del agua y las aguas residuales, y otros muchos entre los que destacaría el bienestar de los residentes.
Varias de esas reivindicaciones son un punto de partida para avanzar hacia un turismo más sostenible y asociado al bienestar. Pero es también cierto que estas medidas deben aplicarse de forma inteligente, con la cabeza fría, porque mal diseñadas pueden no tener efectos o, incluso, tener efectos negativos.
Por ejemplo, el cobro por el acceso a los espacios naturales debe diseñarse de forma que mejore la experiencia del visitante, reduzca efectivamente la congestión, ayude a resolver los problemas de movilidad y aparcamiento, y no vaya a generar una mayor presión sobre los espacios en los que no haya límites de acceso. Necesitamos tener muy buena información para acertar en el diseño óptimo de las medidas. Tenemos que implantar una cultura de toma de decisiones basadas en datos, algo que choca contra las inercias del pasado.
Respecto al alquiler vacacional, hago unos comentarios. Está claro que el auge de esta modalidad de alojamiento se halla en el origen de las movilizaciones, por sus efectos sobre la turistificación o la escasez de vivienda. Pero debemos tener una mirada más amplia sobre este fenómeno. La vivienda vacacional es una modalidad de alojamiento que está contribuyendo en algunos casos a la distribución del turismo por el territorio, a mejorar las rentas de familias humildes y a satisfacer a segmentos de la demanda turística que busca ese tipo de alojamiento. También es una modalidad de alojamiento muy heterogénea (incluye edificios enteros, vivienda de lujo, grandes tenedores…) que no puede analizarse como un bloque homogéneo. Ahora bien, lo que no puede la vivienda vacacional es crecer de forma intensa y desordenada porque esto tiene efectos directos sobre la calidad de vida local. Hay que poner límites de cantidad y estándares de calidad cuanto antes, porque los propietarios que ya han realizado inversiones pueden verse afectados. El crecimiento que se ha producido en los últimos años no puede mantenerse de ninguna manera.
Hay analistas y también políticos locales que no dejan de señalar que el problema en las islas no es el turismo sino el incremento pronunciado de la población, que, por cierto, no es un crecimiento vegetativo, sino por balance migratorio positivo. ¿Se olvidan estos opinadores de que igual hay más población en las islas justo por la atracción cada vez más potente de la economía turística? ¿No cree usted que si se gestiona mejor el turismo y se ajusta su impacto con una apuesta por la calidad y la sostenibilidad también habrá un ajuste en el capítulo de residentes?
En mi reciente intervención como invitado ante la Comisión del Parlamento de Canarias sobre el Reto Demográfico, identificaba dos paradojas del modelo socioeconómico del archipiélago. Por un lado, la fuerte inmigración que se produce en unas islas con elevadas tasas de desempleo, lo cual resulta contrario a la dinámica que se observa en otros territorios. Por otro, resulta paradójico ver cómo el liderazgo turístico de Canarias a escalas europea y mundial se acompaña de unos registros muy negativos en los indicadores de desempleo y pobreza. Esta dinámica contrasta con la observada en la mayoría de las regiones europeas turísticas.
El turismo es un gran generador de empleo y los datos de Eurostat, la oficina estadística europea, reflejan que en las principales regiones turísticas las tasas de desempleo son generalmente y claramente inferiores a la media del país, con una única excepción relevante, la de Canarias.
Sería bueno tratar de desacoplar en Canarias el bienestar generado por el turismo de la inmigración. Para ello, una de las políticas centrales debe potenciar mecanismos que promuevan que los puestos de trabajo que se creen sean ocupados por residentes en las islas. Esto no es tan sencillo porque es el resultado de un sistema educativo que no ha facilitado el nexo formación-empleo a una sociedad que ha vivido en buena medida de espaldas al turismo. El eterno problema de los idiomas es un buen ejemplo de esa anomalía.
Lo que no tiene sentido es que una isla como Fuerteventura haya duplicado su población en lo que llevamos de siglo. El coste en términos de falta de servicios públicos e infraestructuras o de falta de integración social no compensa, puesto que el crecimiento poblacional explosivo no va precisamente a favor del bienestar social y la sostenibilidad, que deben ser los ejes que guíen la transformación de las sociedades y los territorios.
Es decir, la dinámica demográfica es un elemento a tener en cuenta en la gestión y planificación del turismo, puesto que el crecimiento turístico puede desatar dinámicas poblacionales contrarias al bienestar social. Esta reflexión incluye a la inmigración residencial. Canarias es una comunidad abierta, pero hay que buscar mecanismos inteligentes para tratar de modular algunos flujos.
El análisis de las curvas sobre evolución macroeconómica del turismo en las islas y sobre parámetros de pobreza muestra equivalencias entre los picos del bum turístico (más PIB) y las cimas de la pobreza (más exclusión y marginalidad): el crecimiento económico (turístico) se suele acompañar de un nivel general de pobreza más elevado o este no decae con solvencia. Ha ocurrido en los últimos años. ¿Cómo ve este fenómeno y por qué se produce?
Creo que el eslogan que se escuchó durante las recientes protestas sobre que el turismo genera desempleo y pobreza es incorrecto. Otra cosa bien distinta es que las características de la sociedad canaria y, particularmente, el fracaso de las políticas de integración educativa y social a lo largo de décadas hayan llevado a que persistan en las islas grandes bolsas de desempleo y pobreza que no han sido absorbidas por la expansión turística. Estas zonas con mayores problemas no son las zonas turísticas, donde los problemas pueden ser otros.
Ahora nos planteamos el reto de qué hacer para los próximos 25 años y la respuesta está, creo, en tres ejes principales. Por un lado, la formación para el empleo y la innovación. Tras sesenta años de crecimiento turístico aún tenemos déficits importantes en la formación para el empleo. Debemos convertirnos en generadores y exportadores de recursos humanos cualificados hacia el turismo. Los retos son ingentes, desde el eterno déficit en idiomas hasta la cualificación para puestos de trabajo específicos en el turismo o la formación para el emprendimiento turístico.
Pero además necesitamos formación para poder afrontar un segundo reto, que sería la diversificación de la economía a partir del turismo. Desde hace décadas se ha intentado con buena intención generar un desarrollo industrial y una diversificación de la economía de espaldas al turismo. En realidad, nuestra gran oportunidad está en este sector, en aprovechar que tenemos a unos clientes exigentes, proveedores especializados y un ecosistema innovador desarrollado para favorecer el desarrollo de Canarias en sectores vinculados al turismo.
Los límites ambientales en el uso de recursos escasos como el territorio o el agua nos están diciendo que el crecimiento cuantitativo del pasado, muy centrado en el alojamiento, no está contribuyendo lo suficiente. Por ello, debemos desarrollar un esfuerzo de diversificación que aproveche más intensamente eslabones turísticos poco desarrollados, como son las actividades de ocio, la gastronomía, la creación de experiencias, la intermediación o la gestión de establecimientos turísticos. Pero también convirtiéndonos en líderes internacionales en actividades que se pueden beneficiar de nuestra capacidad turística, como el sector audiovisual, la arquitectura, el diseño, el marketing, las tecnologías para la sostenibilidad del turismo, la inteligencia artificial o la inteligencia de datos del turismo...
Finalmente, esa diversificación debe venir de la mano de la internacionalización de las empresas de servicios turísticos, ampliando nuestra perspectiva. No se trata ya de beneficiarnos de los desplazamientos de los turistas a Canarias, sino de generar conocimiento y valor añadido local a partir del turismo global. Se trata de propiciar un modelo turístico que partiendo de la base existente avance hacia un modelo turístico intensivo en conocimiento. Necesitamos tener polos de innovación turística para vender al mundo nuestro know-how.
Y luego está el eje de la sostenibilidad. Vivimos en un territorio limitado, con una gran biodiversidad y fragilidad ambiental. Además, los retos asociados a la mitigación y adaptación al cambio climático transformarán nuestras sociedades en las próximas décadas. Canarias debería adoptar una postura muy activa y de liderazgo en el ámbito de la sostenibilidad, en general, y de la sostenibilidad turística, en particular, porque este eje tiene un dividendo múltiple. Un turismo más sostenible traducirse en: una vía para generar empleo y que este sea empleo cualificado; una forma de favorecer hábitos de consumo más responsables que contribuyan a la salud y la calidad de vida; una oportunidad para el consumo de proximidad, con alto valor añadido local, como los denominados productos de kilómetro cero [o de cercanía]… Una mayor sostenibilidad también supone poner a las personas y su calidad de vida en el centro de la toma de decisiones; proteger el medio natural y la biodiversidad haciendo un uso más eficiente de los recursos; la apuesta por la sostenibilidad que pueda ayudarnos al cumplimiento de los compromisos adquiridos para contribuir a la reducción de las emisiones de gases generadores del cambio climático, y finalmente, en el ámbito del turismo, la sostenibilidad tiene un dividendo adicional pues contribuye al atractivo del destino y su competitividad.
Canarias tiene la oportunidad de seguir siendo líder en turismo, pero también de hacer las cosas de otro modo.
¿Es usted optimista? ¿Canarias también está en condiciones de ser un ejemplo para el mundo, como lo ha sido en el modelo de sol y playa (turismo de masas), al lograr implantar un modelo sostenible? ¿Será ese un modelo más justo o equitativo en el reparto de la riqueza?
Creo que hay razones para ser optimistas. Pero se debe tener la valentía necesaria para afrontar problemas a largo plazo que superan los cuatro años de cada legislatura política. No podemos dejar que las fuerzas del mercado sin control nos lleven a una situación de excesos y daños irreparables. Para ello hace falta el compromiso de todas las partes y algo de paciencia.
Tenemos unas condiciones climáticas óptimas en uno de los sectores más dinámicos de la economía; tenemos una experiencia muy notable en turismo y otras actividades complementarias, y ahora debemos realizar una transición hacia la sostenibilidad, el bienestar y la diversificación a partir del turismo. No será rápido ni será fácil, pero el camino está trazado y habrá que irlo construyendo entre todos.
Toda una vida académica atento a la investigación del turismo
Raúl Hernández es un profesor e investigador de la Universidad de La Laguna que se dedica prácticamente de lleno al análisis del turismo, el motor de la economía en Canarias a partir de la mitad del siglo pasado. En sus ya 25 años de actividad constante en este campo, sus trabajos se han orientado en varias líneas. Por un lado, sobre los impactos del turismo y la cuenta satélite; por otro, acerca de los fundamentos económicos del funcionamiento de los mercados turísticos, con análisis sobre las moratorias, las subvenciones al transporte aéreo, el papel de los turoperadores... En tercer lugar, este especialista, nacido en la capital tinerfeña, ha abordado cuestiones sobre la medición de la sostenibilidad del turismo a escala local, desarrollando, junto con un grupo de investigación, una metodología sobre la delimitación de los destinos turísticos locales que se ha convertido en referencia internacional. Finalmente, ha aplicado a la realidad de Canarias todas esas líneas de investigación y ha liderado en los últimos años los trabajos necesarios para la incorporación del Observatorio Turístico de Canarias a la Red Internacional de Observatorios de Sostenibilidad del Turismo de la OMT. En ese mismo organismo local, ha codirigido los informes anuales sobre sostenibilidad del turismo en Canarias, de 2022 y 2023 (los dos publicados hasta ahora), a la vez que ha realizado una extensa investigación sobre la economía de Canarias y el papel del turismo en ella.
El doctor en Economía por la ULL además ha sido seleccionado por la Organización Mundial del Turismo (OMT), desde 2017, como miembro del Grupo de Trabajo de Expertos sobre la Medición de la Sostenibilidad del Turismo. En este equipo, participan representantes de las estadísticas turísticas oficiales de los países miembros, junto con una decena de expertos académicos internacionales. La finalidad es preparar e implantar el Marco Estadístico para la Medición de la Sostenibilidad del Turismo. El documento definitivo ha sido aprobado en febrero de 2024 por la Comisión Estadística de Naciones Unidas como manual de referencia internacional.