Al rescate del amazigh, la lengua de los primeros pobladores de Canarias

Silvia Álamo

Las Palmas de Gran Canaria —

“Rompa mi voz tu conciencia, al despertar de la herencia que a nosotros nos legaron, aquellos que antes lucharon con coraje y persistencia”. Los versos del escritor aruquense José Juan Sosa son una fiel ilustración del sentir a lo largo de la historia del pueblo canario. Las voces de los primeros pobladores resuenan con fuerza en nuestra memoria y nos ayudan a escribir un futuro que se agarra al recuerdo de quienes pusieron las primeras huellas en las conocidas como Afortunadas. Conocer el origen y la cultura de nuestros ancestros ha sido uno de los grandes empeños de los canarios. La lengua y la forma de comunicarse fueron una de las manifestaciones más importantes. Afortunadamente, hoy en día la lengua amazigh sigue viva, candente y al alcance de quien desee conocerla.

Los amazighes, conocidos popularmente como bereberes, son las poblaciones autóctonas del norte de África. Habitaron un amplio territorio que abarca desde Egipto occidental hasta Canarias y juntos comparten raíces, rasgos culturales y lingüísticos. La historia de las Islas no se puede entender sin la ascendencia amazigh, de la conquista del Archipiélago por parte de los castellanos surgió un nuevo pueblo fruto del cruce de razas entre europeos e indígenas. El resultado es latente, el sentimiento nacionalista canario cala con más fuerza en la sociedad isleña que en otras regiones españolas.

Rumén Sosa es un joven canario que en su día a día lucha por recuperar y conocer un poco más los orígenes de los canarios. Es profesor de Geografía e Historia de secundaria y está trabajando en su tesis doctoral el proceso histórico de la desaparición de las hablas amazighes de Canarias, conocidas popularmente como lenguas guanches, lo que le llevó a estudiar el amazigh durante un año en Marruecos. “Siempre me han gustado los idiomas y la historia, pues al final se unió todo”, cuenta. “Es una forma de entender mejor nuestra historia y un patrimonio del que la gente no es consciente”.

La lengua de los antiguos canarios se continúa hablando en pequeñas minorías de Egipto, Libia, Túnez, Níger, Malí, Mauritania, Argelia y Marruecos, estos dos últimos países son los que más hablantes tienen y los que la reconocen como lengua oficial. Sosa cuenta que, desde hace una década, el amazigh está en fase de institucionalización, incluso ya se ha comenzado a estudiar en algunos centros de enseñanza. Afortunadamente, se está construyendo una lengua escrita. Antes solo era oral.

El joven ve inconcebible que desde las Islas se sienta como “algo lejano” cuando cada día decimos nombres de lugar, de personas y algunas palabras de nuestra habla común que provienen de esa lengua. “Gofio, tenique, baifo o jaira son algunas de ellas”, enumera. Los topónimos abundan y son fáciles de identificar ya que no tienen sentido en español: Telde, Agaete, Tejeda, Artenara, Fataga, Arguineguín, Arinaga, etc. Además de algunos apellidos que, “por circunstancias especiales se pudieron conservar”, ya que tras la conquista a los canarios se les bautizó con apellidos castellanos o portugueses. Oramas, Baute o Bencomo son algunos de los que permanecen.

Según cuenta este historiador, la lengua amazigh desapareció en el siglo XVI, aunque en algunas islas pudo llegar al siglo XVII. Si bien es cierto que el escritor Cairasco de Figueroa incluyó en una de sus obras en ese siglo, Comedia del recibimiento, cuando se supone que el amazigh ya no se hablaba en Canarias, un diálogo en esa lengua dándole voz a Doramas, uno de los principales líderes indígenas de Gran Canaria frente a la conquista castellana.

Las dos lenguas convivieron durante los primeros años tras la conquista y, aunque finalmente el castellano sustituyó al amazigh, se creó un nuevo dialecto, el español de Canarias. Sosa explica que en los inicios también estuvo presente el portugués. En todo ese tiempo el español cogió algunas palabras de la lengua nativa y las incorporó a su vocabulario. “Son palabras que no existen en castellano como nombres de plantas endémicas, nombres de lugar, como no había alternativa cogieron las que utilizaban los pobladores del lugar”, explica.

Cada isla tenía su variedad y se llegaron a utilizar traductores indígenas de una isla a otra. Es decir, podían llegar a comunicarse, pero tenían algunos problemas para ello. “En esa época no había contacto, no había una educación reglada, ni medios de comunicación y obviamente había diferencias marcadas entre islas”, subraya. Sosa asegura que es una situación que se vive en la actualidad en el norte de África: entre los hablantes de amazigh de una zona y otra también existen diferencias.

Junto a dos amigos, Fernando Batista y Jusay Mahamud, Rumén continúa en la práctica del amazigh. Los tres jóvenes reconocen que no es fácil hablar la lengua de nuestros antepasados. No es una lengua latina y aún se encuentra en proceso de normalización, ya que tiene una gran variedad dialectal, pero no creen que sea algo imposible. “Es más fácil que el árabe”, consideran.

Sobre la diversidad cultural cuentan que hay diferencias “importantes” con las Islas, sobre todo porque pertenecen a la religión musulmana. Sin embargo, insisten en que hay tradiciones del mundo rural e incluso de la forma de ser y la idiosincrasia que les recuerdan a los canarios. “Conservan costumbres parecidas a las de nuestra gente, pastores y agricultores, y ahí es donde se pueden encontrar paralelismos”.

Estos tres jóvenes grancanarios creen que es fundamental tomar conciencia, al igual que se hace con el patrimonio arqueológico y etnográfico, del lingüístico. Hace apenas dos meses el yacimiento arqueológico de Risco Caído y las Montañas Sagradas de Gran Canaria se convirtieron en Patrimonio Mundial por declaración de la Unesco, un templo astronómico utilizado por los antiguos aborígenes canarios. “En Canarias tenemos la tarea pendiente de tomarnos el lenguaje como un patrimonio, tanto el español de Canarias como la lengua amazigh, las dos forman parte de nuestra identidad”, insiste Sosa.

“Cada día podemos ver cómo los canarismos van decreciendo frente a las palabras del castellano”, lamenta Sosa. “Lo peor de todo es que muchos canarios todavía siguen creyendo que la variante castellana tiene más prestigio que la variante canaria cuando las dos son igual de válidas. La gente no distingue entre hablar mal y hablar canario”. “La principal seña de identidad del canario es el habla canaria, debemos ser conscientes de eso”, sentencia.

Nos arrebatan la historia. Nos roban nuestra cultura, perdemos con amargura los restos de una memoria, con un pasado de gloria. Nos engañan con quimeras y con costumbres de afuera nos quitan los referentes que nos hacen diferentes“, decía José Juan Sosa en ‘Ser canario es algo más que un orgullo, carajo’.