Más de 300 alumnos de la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC) han agotado los plazos previstos para poder presentar con los criterios exigidos sus tesis antes de la incorporación definitiva de los programas de doctorado al denominado plan Bolonia. El 24 de noviembre era el último día para registrar los trabajos de investigación iniciados antes de la entrada en vigor del Real Decreto 99/2011, que establece el 11 de febrero de 2016 como fecha límite para defender las tesis ante los tribunales.
De los aproximadamente 800 expedientes anteriores a Bolonia que mantenía abiertos la ULPGC, han sido 452 las tesis presentadas a tiempo y aceptadas, lo que ha provocado un aluvión de trabajos en el Vicerrectorado de Doctorado y Títulos, que ha decidido, tras consultar con los servicios jurídicos de la entidad, ampliar en tres meses el plazo para defenderlos, hasta el 11 de mayo. Esta prórroga da un respiro a los directores y a los miembros de los tribunales, que se habían visto desbordados ante una avalancha que prácticamente quintuplica la cantidad de tesis entregadas de forma habitual, que se sitúa entre las 90 y las 100 en un año, según datos facilitados por la ULPGC.
En una resolución firmada el 26 de noviembre, el rector, José Regidor, reconoce no sólo que la presentación simultánea de las tesis ha constituido un hecho “inédito” en la historia de la Universidad, sino también la imposibilidad de habilitar lugares idóneos para la lectura de los trabajos y la dificultad para constituir tribunales que permitiesen evaluarlos en los tiempos marcados por la nueva norma.“Sabíamos las fechas desde hace cinco años. En 2012 se lanzó el primer aviso, pero los doctorandos se han dejado ir hasta el último momento. Muchas eran tesis ya cocidas, de años de trabajo. Los expedientes quedan terminados, quienes no hayan presentado sus trabajos, se tendrán que adaptar a Bolonia”, explica Rafael Robaina, vicerrector de Doctorado y Títulos.
Manuel Sosa, catedrático de Medicina, dirige 13 tesis y es miembro del tribunal en otras diez. Fue él quien solicitó al vicerrector la prórroga en los procedimientos de defensa y evaluación por causas de fuerza mayor. “Con tantas presentaciones en apenas dos meses, la calidad no estaba asegurada. Había que presentar una tesis por la mañana y otra por la tarde, no había ni locales ni profesores suficientes para constituir los tribunales. Los trabajos tienen que estudiarse, se tienen que discutir con los doctorandos”, sostiene Sosa. La ampliación ha dado a los directores un desahogo ante el trajín que se avecina, pero también ha originado inconvenientes entre los estudiantes que ya tenían preparada la lectura y que tendrán que retrasarla por la nueva planificación.
Por su parte, quienes no concluyeron antes del 25 de noviembre sus tesis o no cumplieron los requisitos exigidos para su registro deberán empezar de cero y adaptarse a los cambios que impone Bolonia para los doctorados, un plan “más duro y exigente”, según los profesores consultados.
Una de las principales modificaciones que introduce la nueva normativa es la limitación temporal para presentar las tesis: tres años en caso de dedicación plena y cinco si se compatibiliza con otra actividad a tiempo parcial. Estos plazos se podrán ampliar en dos años si se justifica el retraso por la dificultad de los trabajos realizados o por problemas de financiación. De hecho, la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (ANECA), una fundación estatal, penalizará aquellos programas de doctorado que no tengan un nivel de éxito del 50%, esto es, que al menos la mitad de los doctorandos deberán presentar sus tesis en tres años como máximo.
A la limitación de tiempo se le une la de plazas. Bolonia fija un número 'clausus' para los estudios de doctorado, en función de la capacidad de los grupos de trabajo. De hecho, en el nuevo programa de Biomedicina de la ULPGC, que incluye los antiguos de Medicina, Educación Física y Veterinaria y que dirige el catedrático Alberto Montoya, se han quedado fuera en el periodo de inscripción 60 solicitantes y han sido admitidos 37, siete más del cupo permitido porque las notas de los últimos eran exactamente las mismas. Montoya espera, no obstante, que la situación se normalice en “dos o tres años” y que desaparezca este overbooking.
El catedrático explica que los programas antiguos de doctorado (casi un centenar en toda la universidad) se han fusionado hasta los 12 actuales, “más potentes”. El de Biomedicina desarrolla ocho líneas definidas de investigación y cada uno cuenta con aproximadamente una decena de profesores. Para Montoya, la tasa de éxito del 50% “es conseguible”.
Publicaciones en revistas de impacto
Más allá de la limitación de plazas y tiempos de entrega, la incorporación de los programas de doctorado al Espacio Europeo de Educación Superior implica un cambio conceptual fundamental que, en opinión de Manuel Sosa, permitirá a la universidad dar un salto de calidad. Bolonia obliga a los doctorandos a publicar sus trabajos en revistas científicas de impacto. La defensa de las tesis ante los tribunales cede paso a las publicaciones (al menos tres referenciadas, una de ellas en las primeras revistas del grupo de investigación en el que se enmarque el estudio). “Habrá menos gente, pero más calidad”, asegura Montoya. “Es un criterio más objetivo”, añade Sosa.
Rafael Robaina precisa que el estatus del doctorando también cambia con el nuevo plan: “La tesis es el inicio de la carrera científica, no el fin. El candidato es un investigador en formación que tiene que presentar trabajos muy contrastados, muy consistentes”. Bolonia introduce además una nueva figura, la del tutor, que intercede por el estudiante ante órganos superiores.
El vicerrector niega que la avalancha de tesis haya rebajado el nivel de exigencia de la ULPGC. “La tesis doctoral la juzga el director, el departamento, se coloca en los depósitos de la universidad, de manera que cualquier doctor puede poner peros, y después el tribunal. Es un sistema bastante garantista y la calidad media es muy aceptable, La acumulación no implica una disminución de la calidad, sino simplemente que los estudiantes se han dejado ir”, explica.
Para Robaina, el nuevo plan debe servir para “incrementar la visibilidad” de la universidad. Su objetivo es que las tesis tengan un reflejo social, “que acaben en las empresas o que se monten empresas” a partir de los trabajos de investigación y que aumente el número de patentes.
El salón de actos del Hospital Insular de Gran Canaria acogerá el próximo lunes a partir de las 09.30 unas jornadas para explicar los cambios en los programas de doctorado de la universidad a raíz de la nueva normativa. En este acto participarán Rafael Robaina, Manuel Sosa y Roberto Moreno, director del Servicio Canario de Salud.
Los centros de impresión y reprografía han vivido su particular agosto en pleno mes de noviembre, aunque también se han visto desbordados ante la recepción masiva de trabajos de los doctorandos. “Nos cogió desprevenidos, fueron dos semanas muy tensas, estresantes. Venían desesperados, no podíamos decirles que no”, recuerda Celsa Babón, responsable del área de impresión de Babón. Su empresa recogió una veintena de trabajos en ese tiempo. Los alumnos de la ULPGC tenían que entregar nueve copias, aunque la mayoría pidió imprimir doce. Todos, además, iban acompañados con soportes digitales en CD y DVD.
Celsa Babón explica que su copistería tuvo que elaborar un plan y un calendario específico para las tesis ante la excepcionalidad y urgencia de la situación, lo que obligó a redoblar esfuerzos y ampliar los horarios. “Nos involucramos muchísimo. Sabemos que una tesis lleva mucho esfuerzo y debíamos tener claros los tiempos para dar una respuesta adecuada a los clientes”, relata.
El momento de mayor colapso se produjo cuando se rompió una de las máquinas del centro de reprografía de la ULPGC, el lugar escogido por la mayoría de los alumnos. “Recuerdo a una chica que llegó entre lágrimas porque su trabajo se había quedado a la mitad y tenía pocas horas para sacarlo adelante, al final lo vives con ellos. Hubo muchas satisfacciones, pero también muchas frustraciones”, afirma la empresaria.
Los más rezagados enviaron sus archivos en PDF la misma semana en la que expiraba el plazo de presentación, a pesar de que la impresión y encuadernación de las tesis requería aproximadamente siete días. El volumen de trabajo en Babón les llevó a desechar, por ejemplo, la utilización de tapas duras, más laboriosas, y sustituirlas por las flexibles para ahorrar tiempo, además de retrasar las entregas a los clientes habituales. “Había que tratar de dar respuesta a un perfil de cliente muy concreto, que quería un trabajo muy lucido. Hubo mucha presión, pero la vivencia fue enriquecedora”, concluye.