Había aprovechado una de sus tardes libres para ir de compras al centro comercial de Siete Palmas, en Las Palmas de Gran Canaria. De regreso a su casa, en Firgas, un joven agente de la Policía Nacional destinado en la Brigada Local de Seguridad Ciudadana de la Comisaría de Telde se encontró con un suceso “de los más espectaculares” que ha vivido en sus siete años de servicio desde que juró el cargo. “Llegaba bastante rápido”, describe, “el impacto fue tremendo”. Poco después, la carretera se envolvió en fuego.
J.Y.R.M. vio por el retrovisor de su propio coche cómo se acercaba por la carretera el camión que provocó este martes el accidente en el que falleció una mujer. Participó en la evacuación de muchos de los implicados que permanecían en sus vehículos antes de que llegasen los equipos de emergencia. Fueron tantos, que es incapaz de dar una cifra y, en su lugar, suelta un resoplo. J.Y.R.M. no quiere dar su nombre; no quiere ser un “héroe”. “No considero que haya hecho nada extraordinario”, dice.
Cuando el trailer arrolló la rotonda, uno de los vehículos desplazados por el choque impactó con el lateral de su Mercedes SLK, que está “casi siniestro”. Fue lo de menos. Con una cervicalgia postraumática y una lumbalgia, salió del coche y corrió a socorrer a quien se encontrase por el camino. La carretera ya estaba en llamas. “Qué iba a hacer”, se pregunta, “¿quedarme? Mi trabajo es correr hacia el fuego”.
Una de las personas a las que intentó apartar del incendio provocado por el combustible fue al propio conductor, que “estaba en estado de shock”. El chófer salió por su propio pie y el agente aprovechó para preguntarle de primera mano qué había ocurrido. Tras explicarle cómo había perdido el control del vehículo tras detectar un fallo en los frenos, el chófer se lanzó a colaborar en la evacuación.
“Mucha gente volvía a sus vehículos”, cuenta el policía, “una señora quería volver a por sus perros”. Él no se lo explica. Su trabajo consistió en “apartar a todo el mundo”. A todos salvo a Elena Marrero Gil, la única fallecida en el accidente. “Estaba detrás de la bola de fuego”, relata, “no pudimos verla”.
El resto fue una lucha incansable por impedir que las decenas de afectados permaneciesen lejos del peligro, como un conductor que no quería dejar grabar el accidente. Las imágenes de su móvil se han reproducido en las televisiones y fotogalerías de todos los medios canarios. J.Y. guarda esas imágenes, más impactantes que un tiroteo en Jinámar o que las persecuciones de sospechosos en coche, en su memoria.