El muro que ha levantado Canarias a su alrededor para frenar la entrada del virus tiene grietas. No son muy numerosas ni muy grandes, pero existen. La dosis de triunfalismo y celebración que se tomó el Gobierno autonómico el pasado lunes anunciado la exigencia de un test de diagnóstico negativo a los turistas para alojarse en los hoteles de las Islas ha ensombrecido otras realidades: ni todas las personas que aterricen en los aeropuertos canarios serán evaluadas ni la seguridad de las pruebas está garantizada. En los puertos, por otra parte, donde científicos han mostrado cierta “preocupación” por los posibles casos de COVID-19 entre las tripulaciones, fuentes internas aseguran que los protocolos se están cumpliendo de manera rigurosa y los únicos positivos han sido “contagios aislados”. Y los cruceros, que comenzarán su actividad este viernes, “están blindados” y no representan ningún peligro. Según los últimos datos del Ministerio de Sanidad, se han contabilizado 24 casos importados en Canarias del 29 de octubre al 4 de noviembre (solo en Madrid y Andalucía se han notificado más).
La pandemia de la mal llamada gripe española (el virus no surgió en España, sino que el país, neutral durante la Primera Guerra Mundial, fue el primero en informar sin complejos sobre la epidemia) tuvo en los barcos un canal de transmisión de la enfermedad. Los buques de mercancías y las embarcaciones que marchaban de un puerto a otro hilaban las líneas de la infección. Cerca de los muelles se habilitaban zonas de aislamiento para los tripulantes que presentaban síntomas graves de la misma. O incluso dentro de las propias naves, donde los enfermos eran ubicados en salas cerradas y mugrientas.
Gran Canaria recibió en 1918 el barco Santa Isabel, que se dirigía a Cuba y Puerto Rico. En la isla redonda despertó ilusión porque ese buque iba a llenar la ciudad de “trabajo, vida y alegría” por unos días. Pero cuando la embarcación comenzó a acercarse al Puerto de La Luz, en Las Palmas de Gran Canaria, los trabajadores apreciaron la bandera amarilla y negra en el mástil, señal de que había personal contagiado y aviso de cuarentena a bordo. Después de casi dos meses de aislamiento, decenas de personas murieron y cientos fueron hospitalizadas cerca de la base militar de Gando. Este viernes, en mitad de otra pandemia global, atracará el primer crucero en el Archipiélago desde marzo. La idea en un principio del touroperador TUI era tocar tierra con pasajeros de Hamburgo, Alemania. Sin embargo, ese plan se ha caído. Ahora el crucero llegará como un “buque fantasma”: sin clientes y sin turistas. El miedo a que los pasajeros desarrollen la enfermedad durante la primera travesía ha sido la base para tomar esta decisión.
Cruceros seguros
La Consejería de Obras Públicas, Transporte y Vivienda del Gobierno de Canarias ha coordinado junto con la Consejería de Sanidad un protocolo para la vuelta de los cruceros a las Islas que ha recibido el aval de las navieras, según informó el Ejecutivo regional a mediados de octubre. “Para nosotros es fundamental recuperar este tipo de turismo porque es una actividad económica muy necesaria en estos momentos, y queremos recuperarla con todas las exigencias sanitarias”, incidió el consejero Sebastián Franquis. El documento recoge varias medidas: seguro para todos los cruceristas en caso de que resulten contagiados de COVID-19; prueba de diagnóstico (PCR o test serológico) a todos los pasajeros con exigencia de resultado negativo; y las empresas se comprometen a que sus barcos no superen el 60 o 70% de su capacidad. Toda precaución es poca. Más si cabe cuando el presidente de Puertos del Estado, Francisco Toledo, ha hablado de Canarias como el “laboratorio de innovación” donde se espera que afloren esperanzas para la industria crucerista.
“El sistema portuario tendrá en Canarias esta temporada de invierno un ensayo general para reactivar el turismo de cruceros”, ha subrayado el dirigente en una entrevista al diario El País. “Hay compañías planteando hacer itinerarios que conecten puertos españoles con otros países que tengan controlada la emergencia sanitaria. Sería algo experimental, no para poner toda su flota. Se haría con Baleares, Canarias, Valencia, Barcelona, tal vez algún puerto de Portugal, Italia, Francia o de otros lugares sin restricciones”.
El crucero que llega el viernes a Canarias es el Mein Schiff 2. Juan Francisco Martín, director comercial en el Puerto de Las Palmas, confirma su llegada. “Solo tiene autorizado navegar por las Islas. No es muy distinto a lo que se hacía en otras temporadas de invierno, cuando hacían rutas por Madeira y otros enclaves del Mediterráneo”, añade. Martín agrega que el Archipiélago solo funcionará como puerto base y los navíos no tendrán conexiones con el resto de España y otros países. Es decir, los barcos solo se moverán por las Islas. La política proteccionista seguirá así hasta, por lo menos, esta Navidad. Cualquier medida futura dependerá de la evolución del virus.
Con los cruceros cercados y los pasajeros monitorizados por Sanidad Exterior, la atención de los expertos está puesta sobre la marina mercante y los barcos pesqueros. Beatriz González, catedrática en Economía de la Salud por la Universidad de Las Palmas de Gran Canaria (ULPGC), sostiene que hay preocupación por algunos brotes “aislados” que se han registrado allí. La experta pide test masivos igual que se hace con los migrantes que desembarcan en patera en el Archipiélago, y señala el cambio de tripulación como un momento crítico que puede dispersar la transmisión. Acorde con los datos que ha aportado Martín, Sanidad Exterior solo ha notificado 16 casos sospechosos de COVID-19 en el puerto, un 0,089% de los casos totales en las Islas. La influencia sería estéril al igual que lo ha sido el Aeropuerto de Barajas como puerta de entrada del virus en Madrid, en contra de lo que ha defendido a rajatabla el Gobierno de Díaz Ayuso desde el verano.
Los buques que han navegado por aguas canarias se han visto obligados a actuar con rapidez y responsabilidad. Los marineros de un barco pesquero japonés, por ejemplo, zarparon a mar abierto solo después de recibir los resultados negativos de tres pruebas COVID-19 la semana previa. Martín justifica que los barcos no pueden permitirse el lujo de abortar una misión en caso de detectar nuevos contagios y un estallido del virus a la deriva podría ser letal para todos los trabajadores. En caso de que un navío decida hacer el cambio de tripulación en Las Palmas de Gran Canaria, los operarios no pisan la ciudad y se van directamente a coger el avión con billete en mano. Y si por casualidad se registra alguna infección de coronavirus, miembros de Sanidad Exterior pueden parar el buque si es necesario. No necesitan el consentimiento de otra institución. El afectado suele pasar la cuarentena en la propia embarcación (también puede hacerlo en un hotel) y debe superar tres pruebas diagnósticas antes de recibir el alta. “Algún barco ha estado 20 días detenido tras la decisión de Sanidad Exterior”, cuenta Martín. En los muelles bajo dirección de Puertos Canarios, el jefe de explotación, Francisco Acevedo, también apunta que los positivos son “aislados” y que “no escuchas casos importados”.
Esto en los puertos. Aquí parece que las rendijas por las que podría colarse la enfermedad, con todo lo explicado, son ínfimas. En aeropuertos, con la entrada en escena de la temporada de invierno, quizá hay más posibilidades por dos cuestiones: los viajeros que no se alojen en hoteles, donde Canarias ha decidido hacer el control anti-COVID, y en el caso de que los turistas se acojan al test de antígenos en el país de origen y no a la PCR, poco recomendable para los pacientes asintomáticos, según reafirmaron varios microbiólogos a este periódico y ha indicado la Organización Mundial de la Salud (OMS).
De acuerdo a los datos de Promotur, Canarias recibió 13.981.985 turistas en 2019. De todos ellos, 4.066.361 no se hospedaron en hoteles ni apartamentos, un 29%. En 2020 este número ha caído a un 26,72%, el porcentaje de visitantes que escaparía a los ojos de Turismo. “El decreto aprobado no es un 10, pero es que no podemos hacer más”, reconocen desde la consejería. Tampoco pasan revista quienes llegan a las Islas por otros motivos (laborales, estudiantiles, visitas a familiares) y acuden a segundas residencias u otras viviendas. Para estos casos, el Ejecutivo regional espera implantar más pronto que tarde las pruebas en aeropuertos para acorralar por completo al virus. Por lo tanto: extrahoteleros, personas que viajen a Canarias y se establezcan en segundas viviendas, y asintomáticos que no sean detectados por el test de antígenos, son la excepción.
Eso sí, la segunda ola de la pandemia en el Archipiélago no llegó por culpa del turismo o los brotes en los puertos. Los expertos canarios siempre han señalado el ocio nocturno como el contexto donde se multiplicó la transmisión comunitaria en agosto. Además, ahora Canarias no está “ciega” con respecto a esto, ya que el Ministerio de Sanidad recoge desde hace semanas en su informe diario el número de casos importados por comunidad autónoma. De haber un repunte de infectados, se podrá confirmar si la entrada de turistas tiene o no algo que ver.