“No se escondan, que ya los vimos. Todos a la puerta”. Así irrumpieron los agentes de la Guardia Civil que sorprendieron la tarde de este pasado jueves en una villa turística de Lanzarote a un juez, Ricardo Fiestras, celebrando una fiesta sin mascarilla en compañía de una docena de personas en una villa turística de Lanzarote a pesar de las restricciones vigentes por la alta incidencia de COVID-19 en la isla, que se encuentra desde el pasado 21 de enero en el nivel 4 de alerta, el máximo decretado por el Gobierno de Canarias. “No era una fiesta como cabe entenderse una fiesta convencional”, afirmó este viernes el magistrado titular del Juzgado de Instrucción 4 de Arrecife, a través de una fuente autorizada, para defender su actuación.
“Hay un juez y todo, ¿no? Tócate los huevos”, se le escucha decir a uno de los agentes de la Benemérita en el vídeo de la intervención policial, a la que ha tenido acceso este periódico. En las imágenes se puede apreciar la actividad en el interior de la villa, con varias personas sentadas alrededor de mesas montadas, con copas y botellas. El juez, el hombre vestido de corto en el vídeo con chanclas que está junto a una señora morena alta que lo abraza, sostiene que, en el momento en el que llegó la Guardia Civil, estaba viendo la televisión en el salón. Según su versión, en la vivienda se encontraban sus hijos y los de un matrimonio que se hospedaba en una casa situada a apenas 300 metros junto a sus respectivas parejas. En cualquier caso, una reunión prohibida para personas no convivientes.
Ricardo Fiestras aparece en este vídeo con pantalones cortos y chanclas, sin mascarilla y junto a una mujer que lo abraza mientras los agentes proceden a su identificación y a la de los otros tres adultos que permanecen en la puerta de la casa. En el interior de la vivienda se puede observar la presencia de otras personas, presumiblemente los hijos de los matrimonios a los que hace referencia el juez en su relato de los hechos y sus novias.
El magistrado, de brazos cruzados durante toda la grabación, solicita a algunos de los agentes que se identifiquen. “Yo quiero el de usted. Hágame el favor. Simplemente, solo por saber”, dice Fiestras antes de que uno de los guardias civiles les explique que han acudido a la villa porque habían recibido un aviso de que se estaba celebrando una fiesta ilegal, prohibida en la fase decretada por el Gobierno regional para contener el avance de la pandemia.
“No es cierto nada de eso, aquí no hay ninguna fiesta”, se escucha decir a una de las personas identificadas, que sostiene que se han reunido para “cenar tranquilos”. “Si no es una fiesta, estaban todos bailando”, responde un agente.
Fuentes policiales han asegurado a este periódico que en la villa se congregaron trece agentes de la Policía Local y de la Guardia Civil porque ambos cuerpos recibieron a la vez las denuncias de los vecinos, que no solo escuchaban lo que allí ocurría sino que incluso podían ver lo que pasaba en el interior porque alguno de los participantes estaba retransmitiendo la fiesta por Instagram. En su interior habría en torno a una docena de personas, muchas sin mascarilla, bailando y sin respetar la distancia de seguridad. Según la versión del juez titular Fiestras, los hijos de ambos matrimonios y sus parejas habían acudido esa tarde a la villa para bañarse en la piscina mientras escuchaban música a través de unos altavoces.