Eran menos de los inscritos. No se sabe si, de camino a la carrera, alguno se rompería un tacón o, peor aún, un tobillo. Pero lo cierto es que, de los 16 participantes que se habían inscrito en la prueba de fondo, a algunos se les echó de menos.
Y eso que se demoró la salida por si se escuchaba el sonido de fondo del zapato golpear la acera en un intento de llegar antes de que sonara el silbato. Pero no.
El recorrido no solo era más largo que en anteriores ediciones, sino que además tenía el añadido de incluir obstáculos: aros, un castillo hinchable o una valla para saltar.
El público les esperaba, expectantes, cámara en mano. Y, como si de una manada de antílopes se tratara -aunque con menos polvareda-, comenzaba a visualizarse el grupo al fondo. Una marinerita ancha de hombrosmarinerita y con gafas de sol iba en cabeza, seguido de un militar entaconado, una bailarina, la tradicional pitufina y dos princesas gemelas, entre otros participantes indefinibles.
La gente estaba volcada con los corredores y eso pudo con el reclamo de fama de algunos de ellos, como ocurriera con las princesas. Rubias, con sus vestidos rosa pastel, no tuvieron reparo en posar para las cámaras, besar a algún espectador y, fortuita o intencionadamente, caerse al asfalto.
El recorrido, de casi dos kilómetros, comenzó en Arnao y finalizó en el Parque Urbano de San Juan. El requisito: llevar tacones de más de siete centímetros.
Finalmente, pocos supieron quién fue el ganador, aunque se oyó decir que el primer premio recayó sobre Gerardo Domínguez (la bailarina), que si bien no fue el más rápido, sí cumplió con las reglas establecidas en el menor tiempo posible; el premio, 150 euros. En segunda posición, Echedey Vera (el militar, con 100 euros), y, por último, Jesús Vera (pitufina, con 50 euros).