Espacio de opinión de Telde Ahora
Las malas madres y la brecha digital
El otro día escuché a Laura Baena, representante del Club de las Malas Madres, contradiciendo las palabras del ministro de Universidades, Manuel Castells. La portavoz de este colectivo, que trata de desmitificar la figura de la madre y la maternidad, contradijo en televisión las palabras del ministro sobre la desigualdad entre niñas y niños respecto a la brecha digital. Baena ponía el foco en un clásico la precariedad y la crianza.
El ministro de Universidades señalaba hace unos días lo siguiente: “La brecha digital es un mito que viene de hace 20 años. El 91,4% de los hogares españoles tiene un ordenador. Hay menos desigualdad tecnológica que social. La brecha digital es mucho menor brecha que el conjunto de las brechas sociales”. El ministro, del que nadie duda de su sobrada capacidad para hablar de comunicación digital, no conoce cuál es la realidad social a la que se enfrentan muchos universitarios y universitarias. Ocurre, con más frecuencia de la que imagina el ministro, que la brecha no viene dada solo por tener o no tener aparatos tecnológicos en casa. Viene dada, también, por tener conexión a internet. Para una familia sin ingresos o con escasos ingresos mantener este gasto está en la línea divisoria que les permite mantenerse dentro del sistema. ¿Alguna vez ha mandado el ministro un curriculum sin conexión a internet?
Como es inevitable hablar de pobreza infantil o desigualdad sin mencionar la feminización de la pobreza, Baena hilaba muy bien el debate hablando de la carga mental que sufrimos las mujeres. El colectivo estaba preocupado porque, una vez más, serían las mujeres quienes acabarían asumiendo las cargas familiares y responsabilidades en esta crisis. Nada nuevo bajo el sol. Planteaba que la crisis del Covid-19 estaba evidenciando las dificultades que sufrimos las mujeres para conciliar la vida familiar y la laboral.
La desigualdad social es una espiral de difícil salida, una espiral que en muchos casos comienza desde la infancia, por eso estaría bien dejar de acusar con el dedo inquisidor a aquellas personas que la sufren. Unicef señala que entre el 85% y el 90% de las niñas y niños en España sufre la brecha digital, ni es un problema puntual ni se debe cuestionar a las personas que la sufren.
El otro día escuché a Laura Baena, representante del Club de las Malas Madres, contradiciendo las palabras del ministro de Universidades, Manuel Castells. La portavoz de este colectivo, que trata de desmitificar la figura de la madre y la maternidad, contradijo en televisión las palabras del ministro sobre la desigualdad entre niñas y niños respecto a la brecha digital. Baena ponía el foco en un clásico la precariedad y la crianza.
El ministro de Universidades señalaba hace unos días lo siguiente: “La brecha digital es un mito que viene de hace 20 años. El 91,4% de los hogares españoles tiene un ordenador. Hay menos desigualdad tecnológica que social. La brecha digital es mucho menor brecha que el conjunto de las brechas sociales”. El ministro, del que nadie duda de su sobrada capacidad para hablar de comunicación digital, no conoce cuál es la realidad social a la que se enfrentan muchos universitarios y universitarias. Ocurre, con más frecuencia de la que imagina el ministro, que la brecha no viene dada solo por tener o no tener aparatos tecnológicos en casa. Viene dada, también, por tener conexión a internet. Para una familia sin ingresos o con escasos ingresos mantener este gasto está en la línea divisoria que les permite mantenerse dentro del sistema. ¿Alguna vez ha mandado el ministro un curriculum sin conexión a internet?