Fallece Arturo Maccanti, Premio Canarias de Literatura

Tenerife Ahora

Santa Cruz de Tenerife —

En una de las numerosas charlas que impartió en los últimos años, Arturo Maccanti confesó que, en cierta ocasión, acompañó a un familiar a un partido del Club Deportivo Tenerife y que, en mitad del encuentro, un tanto aburrido, mientras la afición se sobresaltaba con cada jugada, optó por sacar un cuaderno de notas y ponerse a escribir. Era el resultado de una relación de amor intensa con la literatura que vivió siempre con él. Hasta este jueves, cuando el poeta, Premio Canarias de Literatura 2003, falleció a los 80 años.

Maccanti había nacido en 1934 en Las Palmas de Gran Canaria y era hijo de padre italiano y madre de ascendencia portuguesa. Sin embargo, acabó siendo lagunero. La carrera de Derecho lo llevó a la vieja Aguere a mediados de la década de los 50 del siglo pasado, y se creó un vínculo indestructible entre el escritor y la ciudad que acabó siendo su casa. Porque La Laguna era otra de sus grandes pasiones vitales.

Sus primeras publicaciones poéticas se sitúan precisamente en su etapa universitaria. Entonces, escribió en la revista Nosotros, a la que seguirían Gánigo; San Borondón; el suplemento Gaceta Semanal de las Artes, del diario La Tarde, y Cartel, unas páginas incluidas en Diario de Las Palmas. Estaba en el camino hacia su primer libro, nacido en 1967, según la biografía de la Academia Canaria de la Lengua sobre él.

Los 70 trajeron cambios tanto en su residencia como en su producción literaria. El motivo: su colaboración en el madrileño Taller de Ediciones JB, que dirigía el también poeta Manuel Padorno, uno de sus coetáneos, al igual que Luis Feria, al que en alguna ocasión dijo sentirse más cercano literariamente. De vuelta a Tenerife eclosionó como escritor, para dar lugar a letras con fuerte carga expresiva.

De una fiesta oscura (1977), Cantar en el ansia (1982), No es más que sombra (1995), Viajero insomne (2000), Óxidos (2003), El volcán y la isla (2003) o Helor (2005), entre otras obras, conforman su producción literaria, que acabaría reunida, en 2005, en el volumen Vivir sobre la vida.

Hace unos meses, en febrero, el movimiento vecinal lagunero realizó un tributo al poeta, con el descubrimiento de una placa con su efigie en el centro de La Laguna. Aquel día, el alcalde, Fernando Clavijo, señalaba que Maccanti no solo era Hijo Adoptivo, sino lagunero “por derecho”, y destacaba su sentimiento de bondad hacia la Ciudad de los Adelantados.

A partir de ahora se le recordará por sus libros –alguno de ellos ya de obligada referencia en los centros educativos del Archipiélago–, por los merecidos galardones y reconocimientos que atesoró a lo largo de su trayectoria literaria, y por ubicar a Canarias en el mapa de la mejor poesía contemporánea en castellano.

También los habrá que no olvidarán al Maccanti comprometido y apasionado, aunque de verbo sereno, transeúnte de las calles de La Laguna, en cuyo amplio repertorio de bares y garitos rindió muchos años culto a la buena mesa y a la exquisita conversación.