Espacio de opinión de Tenerife Ahora
Buenos propósitos
Las fechas son meros formalismos, pero cada día seguro que está cargado de un especial significado para todas las personas. Ahora mismo, tenemos un año en ciernes a estrenar al que le debemos interponer voluntad. O, mejor dicho, buena voluntad. No es nostalgia, pero las cosas no se ven igual según vas cumpliendo años, ya sean tuyos o los del entorno (suelen ir al unísono). Pero no verlo igual no significa necesariamente que sea peor. Solo es diferente. Lo bueno de ir calzando años es que aparece el concepto del problema relacionado con la relatividad. Mientras que nos parecía que el fin del mundo estaba cerca en cada acto contrariado y cotidiano de nuestra vida diaria, ¡zas! 2018 se ha ido y aparece 2019. Nuevito. Con todas sus hojas. ¿Y ahora? Pues a empezar otra vez.
Un buen y primer paso que dar se ha de centrar en acumular todos aquellos propósitos que no hemos podido/querido ejecutar en el pasado. Analicemos el porqué de esa decisión y, o bien eliminémosla, o bien reorientémosla. Daño nos hacemos si, al menos, no la tenemos en conciencia. La evaporación de las buenas intenciones se quedan en eso, en buenas intenciones, terminando por padecer una degradación de nuestras aspiraciones, poniendo por encima la incapacidad en lugar de la desidia.
Es cierto que la mayoría de los deseos con la entrada de un nuevo año tienen que ver con un cambio de hábitos, espolvoreado con alguna nueva ocurrencia. Incluso con el empecinamiento disciplinado de darse varias veces con la misma piedra. Pero (siempre hay un pero) algo falla y volvemos a la casilla de salida, ya sea por la falta de autocontrol, por el exceso de estrés o por el enriquecimiento de las emociones negativas. O simplemente porque no nos da la gana, al haberlo pensado mejor y cambiar en tiempo real nuestras prioridades. Por ello nuestros objetivos han de estar ajustados, pero nunca a una altura donde, casi sin despeinarnos, los podamos cumplir. Comodidades, las justas, para incentivar a la mejora.
Hacer ejercicio está bien, pero pretender competir en un triatlón a un mes vista no parece muy adecuado. Aprender idiomas es plausible, pero a lo mejor sería más factible no empezar por el urdu de Pakistán. Ahorrar más, si tienes posibilidades, pero sin sufrir riesgo de inanición. O leer, imprescindible, pero empezar por Ulises de James Joyce puede generar alguna deserción antes de tiempo. Incluso pretenderlos realizar a la vez, peor aún.
Nos agobiamos en tiempo real, pensando que malgastamos nuestro tiempo. Y realmente lo malgastamos. Lo malgastamos llorando por las esquinas echando de menos lo que pudo ser y no fue. Por ello, lo que sí es cierto es que el nuevo año debe servir para pasar más tiempo desarrollando, no lo que siempre te hubiera gustado hacer, sino lo que queremos hacer. Así que es mejor que tomemos las decisiones con mayor honestidad, reconociendo nuestras potencialidades, pero también nuestros defectos, porque, si te crees infalible, nunca aprenderás.
Las fechas son meros formalismos, pero cada día seguro que está cargado de un especial significado para todas las personas. Ahora mismo, tenemos un año en ciernes a estrenar al que le debemos interponer voluntad. O, mejor dicho, buena voluntad. No es nostalgia, pero las cosas no se ven igual según vas cumpliendo años, ya sean tuyos o los del entorno (suelen ir al unísono). Pero no verlo igual no significa necesariamente que sea peor. Solo es diferente. Lo bueno de ir calzando años es que aparece el concepto del problema relacionado con la relatividad. Mientras que nos parecía que el fin del mundo estaba cerca en cada acto contrariado y cotidiano de nuestra vida diaria, ¡zas! 2018 se ha ido y aparece 2019. Nuevito. Con todas sus hojas. ¿Y ahora? Pues a empezar otra vez.
Un buen y primer paso que dar se ha de centrar en acumular todos aquellos propósitos que no hemos podido/querido ejecutar en el pasado. Analicemos el porqué de esa decisión y, o bien eliminémosla, o bien reorientémosla. Daño nos hacemos si, al menos, no la tenemos en conciencia. La evaporación de las buenas intenciones se quedan en eso, en buenas intenciones, terminando por padecer una degradación de nuestras aspiraciones, poniendo por encima la incapacidad en lugar de la desidia.