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OPINIÓN | 'Pesimismo y capitalismo', por Enric González

Carta de un médico a su abuela

Amalia M. Fajardo

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No hace mucho te gustaba darme la mano para cruzar la calle. Y ahora soy yo el que me gustaría dártela a ti.

Cada vez que entro y salgo del hospital, te llamo, dices que voy a la guerra y que encima partimos en desventaja porque el enemigo no se deja ni ver.

Has pasado por malos momentos, dictadura de las de “mejor estar callada”, guerras de las de “tanques en las calles”, Estado del Bienestar con bajadas de pensiones que terminan dejándote con “malestar” y ahora una guerra 2.0 cuyo ejército ni si quiera podemos ver, oír ni tocar.

No conoces otro concepto que no sea el de luchar, y ahora me dices que yo soy tu soldado y que sea fuerte, que me falta una vida por ver pasar.

Que cada día el hospital es mi campo de batalla y que rezas hasta que te devuelvo la llamada de que he salido de currar.

Llevo tiempo queriendo escribirte una carta, para darte un claro mensaje. Así que subraya con un lápiz, como te gusta, lo que te quiero decir:

“Abuela, morir no forma parte de mi trabajo, pero como lo más duro de mi trabajo es ver morir, no podemos evitar luchar aunque nos cueste la vida”.

La gente no imagina lo que hemos pasado estos meses. Hace nada brindábamos en una guardia de Noche Vieja por un gran 2020. Y ahora, después de meses, sólo queremos que pase aquel brindis con la garantía de que hemos hecho todo lo que hemos podido hacer en estas condiciones.

Porque no habrá peor tortura que saber que no estuvimos a la altura. Lo cierto es que nos han mandado a la guerra con una varita mágica, pero también hubiera ocurrido lo mismo hace unos años. Porque la creencia de que la sanidad es mágica ha estado desde hace mucho tiempo. Y nada es mágico si no se cuida.

La política nos ha tratado mal. Y con las mismas manos que nos aplauden, se han atrevido a recortarnos todos estos años.

¿Cuánto vale un médico? Pues no lo sé... lo que sí sé es que la vida depende de ello.

Hace un año nadie se acordaba de nuestros nombres, ahora todos son aplausos y “viva la sanidad de calidad”.

Si todo esto sirve para que la sanidad y los sanitarios podamos coger todos los aplausos de las 20:00 de estos meses y los podamos transferir a una cuenta destinada a la mejora de la sanidad pública, tanto de EPIs como también de nuestra mejora de condiciones laborales, entonces sí, aplaudo los aplausos.

Si no, los aplausos sólo quedarán en un bonito recuerdo como himno transitorio que como todo, pasará al olvido.

NO te he podido ver desde hace más de dos meses abuela, sé que te debo muchos abrazos... Pero espero que me esperes para que podamos dárnoslos en paz.

No hace mucho te gustaba darme la mano para cruzar la calle. Y ahora soy yo el que me gustaría dártela a ti.

Cada vez que entro y salgo del hospital, te llamo, dices que voy a la guerra y que encima partimos en desventaja porque el enemigo no se deja ni ver.