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Detrás del visillo

Normalmente, los experimentos se hacen en un laboratorio en el que se recrean condiciones de presión y temperatura centradas en parámetros que se pueden catalogar como “normales”, entendiendo por normales los aceptados de forma mayoritaria por el paradigma imperante.

Pero aplicar ciencia exacta a una ciencia social suele generar alguna distorsión. Dicha distorsión se centra en el intento de modelizar un comportamiento humano relacionado con la economía a través de un algoritmo matemático. Y toda distorsión se basa en la denominada racionalidad utilizada, la cual se basa en una cantidad y calidad de información determinada que se caracteriza por ser incompleta y, además, asimétrica.

Esta, entre otras, puede ser una de las razones por las que se llegan a determinadas conclusiones que pudieran ser precipitadas y que, además, se quieren asemejar a una solución plausible, cuando lo que realmente se esconde es un disparate de marca mayor.

Y claro, si además gana adeptos, peor se pone, porque el nivel de contraste que se hace a posteriori es mínimo, por no decir inexistente. Y no solo estamos hablando de las redes sociales, las cuales, tras un cierto anonimato, no hacen sino alimentar el desconcierto y, por qué no, el desconocimiento, sino del resto de canales de comunicación que, a mi modo de ver, corren el riesgo de devaluar su primigenio papel, que es el de informar, ofreciendo la posibilidad de hacerse una composición de lugar y, por lo tanto, actuar en consecuencia. Pero no. Mejor es apretar el botón de la histeria colectiva y luego ya veremos.

Ahora bien, puede ser (y no debería extrañarnos) que la desinformación sea provocada. Es decir, que esté hecha con toda (mala) intención. ¿Por qué? Porque de esa forma se legitiman comportamientos y se buscan y se encuentran justificaciones. Y ojo, no hay que quejarse de los rigores de la investigación, la cual tiene un procedimiento tasado en relación, no tanto para decir lo cierto, sino para eliminar lo falso. De lo que habría que establecer un mayor y mejor escrutinio es de la contaminación a la que estamos en exposición de forma permanente. Esa será una de las formas de evitar o minimizar los desengaños.

La inquietud por la abundancia de desinformación y, por qué no decirlo, de propaganda está llegando a tal punto que se propone legislar no sin el riesgo de entrar en la denominada libertad de expresión. Es cierto que se ha de intervenir para cercenar la desinformación, pero nunca la erudición. Por ello es necesario hacerse acopio, no solo de mucha información, sino de buena información. Es decir, de conocimiento para así tomar decisiones calibrando el riesgo con mayor precisión y los posibles resultados. Lo otro son habladurías y, en ese caso, lo mejor es que corra el visillo de la ventana y atienda su casa.

*Economista

Normalmente, los experimentos se hacen en un laboratorio en el que se recrean condiciones de presión y temperatura centradas en parámetros que se pueden catalogar como “normales”, entendiendo por normales los aceptados de forma mayoritaria por el paradigma imperante.

Pero aplicar ciencia exacta a una ciencia social suele generar alguna distorsión. Dicha distorsión se centra en el intento de modelizar un comportamiento humano relacionado con la economía a través de un algoritmo matemático. Y toda distorsión se basa en la denominada racionalidad utilizada, la cual se basa en una cantidad y calidad de información determinada que se caracteriza por ser incompleta y, además, asimétrica.