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Exilio mental

‘Acute Stress Disorder’

César Martín

En estado de vacío, de coma intelectual, sopeso el límite de la noche. Silencio y paz, lo justo y necesario para acometer la tarea del escribano, pienso. Pero la calma no siempre viene con recompensa, manías de los procesos mentales, quién sabe, uno no puede contar todas las veces con el viento a favor, en ocasiones también hay que pelearlas, duro, y sobreponerse a esta pesadumbre del final de la jornada, al tedio que acompaña esta modorra, a esta flojera de verbo e ideas con vocación de emoción.

Hay momentos en los que vale con partir de una sensación y continuar el movimiento. En otros instantes, con una carga de realidad es suficiente para verse invadido de la necesidad de las palabras. También hay tiempo para las musas, para una música motivadora, para una frase furtiva que multiplique otras... Curiosos mecanismos todos ellos. No dejo de sorprenderme de lo que nos mueve, de lo vital y visceral del momento en el cual arrancan unas y otras letras. Y es entonces cuando el blanco ya no es tan blanco y comienza a mancharse de grafías y otras manías del redactor. No es el caso.

Perorata trasnochada la que me conduce hoy al foso del abismo del crear. Ingrato oficio… Todo es tosco, burdo, sin forma y es preciso dársela, tomar de a poco cada elemento y pulirlo delicadamente, engrasando cada parte hasta formar una unidad, un completo con identidad propia, dejando alma en cada parte, arrastrando lo bueno y lo malo, viviendo como si no hubiera un mañana cada situación, hablando de lo humano, jugando a lo divino.

Qué bueno sería contar esta noche con un plugin de serie para poder desconectar de esta realidad pasmosa que me tiene obnubilado. Es triste a la par hilarante. A veces parece más ficción que verdad, sin saber ya el límite entre lo uno y lo otro, si es que hubo uno alguna vez. Mito, cueva, pienso luego existo, ¿estás seguro?

Es tarde. Lo sé. Y lamento profundamente que el lector haya llegado a este párrafo tragándose todo lo anterior sin remedio, disculpe usted, intentaré que no vuelva a pasar. No es costumbre en esta casa alargar las estancias más de lo deseado, pero no hubo remedio en esta ocasión. Y es una pena, porque justo ahora alumbraba una idea cojonuda, de las buenas. Una emoción había empezado a embargarme corazón adentro, pero ahora se hace tarde, muy tarde, y no es momento para comenzar ninguna aventura porque toca bailar, y disculpen, lo siento, pero es preciso hacerlo porque los músicos anuncian retirada, ya no hay tiempo para más, suena el tango y Aníbal Troilo canta aquello de “a bailar, a bailar, que la orquesta se va…”.

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